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Ocurrió hace 145 años: Mollendo y la resistencia en la guerra del Pacífico 

POR: ENRIQUE CHÁVEZ JARA

Amanecer nublado del jueves 17 de abril de 1879, a doce días de la declaratoria de guerra (5 de abril), aparecen en el horizonte a 25 millas aproximadamente a las 5.30 a.m. dos buques chilenos, el blindado Almirante Cochrane de 2032 toneladas al mando del comandante Enrique M. Simpson y la cañonera Magallanes de 772 toneladas dirigida por el comandante Juan José Latorre y empiezan asomar como oteando el puerto de Mollendo, pero a medida que se acercaban a la bahía sigilosamente y percatándose de la posibilidad de encontrar buques peruanos, llegan lentamente y toman posición estratégica a golpe de las 6.30 a.m.

Es a partir de esa hora y sin el previo aviso que el derecho internacional requiere, ingresan a la rada tres lanchas con marinería desembarcada del Almirante Cochrane y se dedican a la destrucción de la infraestructura portuaria, cortando boyas, barrenando todas las embarcaciones menores: había empezado la rapiña, existe un casus belli.

Estaban en el fondeadero del puerto, hasta seis embarcaciones extranjeras, el buque carbonero inglés Clyde Vale, el francés Marie con 250 bultos de mercaderías diversas que estaban descargando, seguidamente procedieron a intervenir tres naves de bandera nicaragüense el Juana Luisa y Salvador Vidal con cargamentos de guano; el Monroy con harina en sus bodegas y La Plata con carbón para las locomotoras.

Toda la carga existente fue requisada, seleccionada y de allí en lanchones se los llevaron a bordo del Almirante Cochrane como botín de guerra o como decían ellos “contrabando de guerra”, mientras seguían con la labor de saqueo y destrucción de lanchones echándolos a pique; se acercaron tanto a la costa cerca al muelle y el varadero, donde la población enardecida toma las armas que había a la mano proporcionadas por el jefe político-militar de Mollendo, el subprefecto Carlos Llosa y Llosa, que en realidad son pocas, como pocas las municiones, logrando causar una baja y varios heridos a los enemigos del sur, quienes logran retirarse para refugiarse en el blindado, luego este a su vez a golpe del medio día empiezan a bombardear Mollendo en represalia por los actos realizados por la población; se había iniciado la guerra.

Fueron entre 8 a 11 tiros de 20 libras de cubierta dirigidos al muelle, almacenes fiscales, dos hoteles de don Pedro Speedie y Luis Champin y, parte de la población, así como la propiedad extranjera, cada tiro que vomitaban los cañones araucanos eran respondidos al unísono por un ¡VIVA EL PERÚ!… voces que al ras del mar llegaban a los oídos de los mefistofélicos cerebros de licorosos invasores. 

“La guerra es la guerra, en todo lugar y todas las épocas, y los horrores no la padecen solo los combatientes sino el pueblo también” reza esa vieja sentencia.

Se rumoreaba que se solicitaban a los extranjeros dejar la villa, ellos se quedaron.

Mollendo no albergaba fuerza militar alguna, sólo trabajadores portuarios, jornaleros, fleteros, donqueros, numerarios, fonderos, lancheros, calafates, agentes aduaneros, navieros, comerciantes, consulados y ferroviarios, sin más armas que el amor a la patria y a la patria chica  que los había acogido, jóvenes paradigmáticos que prestaron su valioso concurso, como los Pino Torreblanca, Leandro y Tomás, los hermanos Daniel, Federico y Antenor Málaga, Mariano y Avelino Villegas, el padre Juan B. Arenas, Aniceto Gallegos y muchos más.

La orden de bombardear Mollendo fue ideada y planificada por el comandante de la armada chilena Williams Rebolledo, desde antes, en cuya cabeza ardiente y alcoholizada pregonaba con soberbia “Una guerra en tanto más humanitaria, más cruenta debe ser”, o sea a sangre y fuego.

El ataque duró más de 20 minutos donde parte de la población se ubicó a la altura de las lomas entre el cerro colorado y lo que hoy es la Cruz de Fierro, ya que Mollendo era un puerto indefenso y esencialmente comercial.

Luego de haber bombardeado la villa de Mollendo, Simpson envió un oficio a la autoridad política donde informaban que la acción tomada por ellos era la de impedir el embarque de tropas que serían enviadas al sur y era necesario echar a pique todas las embarcaciones de la bahía, a la vez envío una notificación al prefecto de Arequipa don José Iraola, que se encontraba allí y donde manifiesta que Mollendo era bloqueado de facto, a partir del 19 de abril y amenazaba reducirlo a cenizas en cinco minutos si se oponía la menor resistencia, el prefecto respondió digna y enérgicamente que Mollendo no se rendía.

Fue también valiente la actitud del señor Jorge Federico Robilliard que en representación del consulado inglés y en una embarcación portando la bandera de SMB, parlamenta con los invasores para evitar más desgracias, imponer el respeto que se merecen las sagradas y humanitarias leyes del derecho internacional, que repudia hostilizar puertos y pueblos indefensos.

Según versiones de bogas peruanos que fueron apresados por la gente del Almirante Cochrane al acercarse a Mollendo los muertos fueron siete y tres a cuatro heridos, siendo un poblador que estuvo en la primera playa durante el bombardeo que recibió el golpe de un casco de una bomba en la pierna, fue el único por nuestra parte (El Comercio).

Se informa además que el vapor inglés Ilo de la PSNC, lugar donde se dio las tratativas entre Simpson y el representante consular Robilliard, hasta altas horas de la tarde, se pudo observar que las casas de la villa lucían durante y después del alevoso ataque la gloriosa bandera que flameaba al igual que las extranjeras, tal vez con la idea de sucumbir cobijados por ellas.

Ese mismo día el Ilo que había arribado a mediodía después de los luctuosos sucesos en horas de la noche abandonaba el puerto de Mollendo con rumbo al Callao dejando a los buques enemigos con las máquinas encendidas.

Es meritoria la participación estoica del capitán de puerto Pantaleón Fernandini, a don Eduardo López de Romaña, quien formaría a partir de esa fecha el regimiento de vanguardia Tambo, y el batallón La Punta, él era propietario de la hacienda Chucarapi donde empieza adiestrar soldados. 

La villa decimonónica aportaría para la defensa de la patria 164 plazas de la Columna Mollendo del Segundo Ejército del Sur al mando de don Mariano Bedoya.

Nuestro puerto se convertiría en el centro de operaciones y comunicaciones con Bolivia, el sur del Perú por ferrocarril, en vapor al Callao y el cable submarino.

El vice cónsul de Francia Enrique Poncignon, envió una nota de protesta a nombre del cuerpo consular de Arequipa, donde acusaba a los jefes navales invasores por la forma en que esas fuerzas ancladas en Mollendo tomaron acciones que violan el derecho internacional.

Don Adolfo Gygax, de la representación alemana, Enrique W. Gibson de Argentina, Emilio Petterson de los Países Bajos, así como Juan Jefferson del Brasil manifestaron que no se respetó la condición de neutrales, perjudicando los pabellones que enarbolaban, asimismo el italiano Santiago Campodónico, el español Alejandro Dorich y Juan Neuenschwander, contrarios a la guerra y a favor del derecho público internacional.

Todos los sucesos ocurridos en la guerra del guano y el salitre con relación a Mollendo (bloqueado, saqueado y ocupado), podría compararse después con la desgracia de Chorrillos (Paz Soldán).

Posteriormente se llegó a esta conclusión: Todas las expediciones fueron tratados en sesión secreta el 11 de agosto de 1880, donde Benjamín Vicuña Mackenna, condena estos actos a decir de los ministros chilenos que decían: “Las expediciones de merodeo, como la de Mollendo, estaban autorizadas por el derecho internacional y que la guerra bien entendida consiste en hacer al enemigo el mayor mal posible”, o sea robando y aplicando el repase.

Condensado: Una mirada a los sucesos históricos sociales de Mollendo y la provincia de Islay.

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