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28 febrero, 2025 6:05 pm

Los carnavales – Siglo XIX [Parte I]

Desde el gobierno de Leguía el carnaval cambió. Moquegua lo adoptó y duró desde 1925 hasta que, en 1958, el presidente Manuel Prado suspendió los tres días feriados, reduciéndolos a un día, el domingo de carnaval.

POR: VÍCTOR CASANOVA VÉLEZ   

El carnaval es un fenómeno colectivo nacido en las carnestolendas greco-romanas. La palabra «Carnaval» proviene del latín «Carnevale», fiesta de la carne, donde todo vale.

Según Mijail Bajtin, en los días de carnaval el mundo se da vuelta; lo lúdico, la risa y los deseos transgresores dominarán la vida. Gracias a las máscaras y los rostros pintados todos tienen la oportunidad de ser lo que no son: otra persona, un animal, una planta, otro sexo. Ser todo lo que no te es permitido.

La festividad llegó al Perú con la colonia, caracterizado por los juegos violentos con agua, los forcejeos, terminar en un pozo o acequia y las prohibiciones del juego, nunca cumplidas. El carnaval era oportunidad de romper el orden social represivo: Amores no permitidos por prejuicio social o tomarse una furtiva licencia para tocar un cuerpo femenino

En la república, siglo XIX, el carnaval comenzaba el domingo anterior al inicio de Cuaresma. Paralelamente la autoridad, en días previos, publicaba sendos bandos anunciando su prohibición, para salvar la imagen. Tres días de locura, desorden y completo desenfreno donde las jeringas, baldes, bateas y tinas eran las armas de combate del carnaval; personas con las caras pintadas de todos los colores, recorrían las calles llevando un arsenal de pinturas en polvo con lo que pintaban a todo aquel que se les cruzara en su camino coches, incluso a la propia policía, que intentaba poner orden; el consumo de aguardiente en exceso era el denominador común.

En el carnaval, el rol secundario y marginal de las mujeres queda destruido momentáneamente y participaban del poder liberador de la fiesta. Grupos de mujeres del pueblo y criadas de casas distinguidas, se apoderaban de las acequias o de los pilones públicos y salían al encuentro de todo transeúnte con sus mates de agua en las manos, gritando: «Agua bendita». Si la persona, al oír aquello, no daba inmediatamente una moneda, le arrojaban agua sucia y, si no lograba escapar, lo bañaban en la acequia. Las señoritas de sociedad participaban y hacían que sus criadas aprovisionaran de agua sus balcones, sus patios, para que ellas mojaran a todo transeúnte que pasaba por la calle, ya sea a pie o a caballo. Los transeúntes respondían con jeringazos de agua o les arrojaban huevos llenos con agua coloreada. Para el juego no se acataba, que ya en 1845 la Intendencia de Policía de Lima publicó un aviso advirtiendo a los hojaleteros que estaba prohibida la fabricación de las jeringas destinadas al juego de carnaval; y que desde 1845 estaba prohibido el juego de carnavales en Lima y el Perú, y la policía mantendrá “inalterable el orden público”. Fue imposible hacer que los carnavales desaparezcan; se arrojaba agua de los balcones y jugaba en las calles, sin límite; era común ver escenas con heridos.

LOS CARNAVALES DESDE AUGUSTO B. LEGUÍA

En 1922, la Municipalidad de Lima decide reorganizar el carnaval organizando fiestas y paseos públicos, siguiendo los modelos de Argentina e Italia y el presidente Augusto B. Leguía oficializó los carnavales reorganizados. Se eligió la primera reina del carnaval de Lima por voto popular, en febrero de 1922, con mesa de sufragio. Se prohibió el juego con agua durante los corsos, reemplazado el chisguete de éter, talco perfumado, la mixtura o papel picado y las serpentinas con mensajes de amor. Se introdujeron los desfiles de carros alegóricos por las calles y la elección de reinas del carnaval en los distintos barrios de la ciudad. Cada año, el presidente Leguía presenciaba el desfile de carros alegóricos, convertido “en un entusiasta jugador con chisquete de éter y serpentina con las reinas”.

Lo que no cambió es el juego con agua durante esos días. Se evitaba hacerlo durante el corso, pero por las mañanas este juego reinaba en todos los barrios de las ciudades. Leguía, en 1930, prohíbe «el juego brusco con agua»; el pueblo enmascarado, le respondió con una copla furibunda: «Leguía ha decretado \ que no haya carnaval \ el pueblo le ha contestado \ cállate viejo animal». Y es que los carnavales con juego de agua es una vieja tradición que, “…difícilmente morirá… después de todo, un poco de agua no mata”.

Desde el gobierno de Leguía el carnaval cambió. Moquegua lo adoptó y duró desde 1925 hasta que, en 1958, el presidente Manuel Prado suspendió los tres días feriados, reduciéndolos a un día, el domingo de carnaval.

Carnaval – Geringatorio de carnaval. Manuel A. Fuentes Lima, apuntes históricos, descriptivos y de costumbres (1867)

Análisis & Opinión