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¿Inventar, perfeccionar, copiar…?

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ     

Hará uno pocos días que el quehacer noticioso regional se vio “afectado” en cierta medida por tres noticias aparentemente dispares, como han sido el cese del Dr. Washington Zeballos como presidente de la Comisión Organizadora de la UNAM; por la solicitud de algunos de los nombres más importantes de la tecnología mundial que  están pidiendo que los laboratorios de inteligencia artificial (IA) detengan el entrenamiento de los más poderosos durante al menos seis meses, citando “riesgos profundos para la sociedad y la humanidad”, entre ellos la posibilidad que desaparezcan 300 millones de trabajos y por la ridícula rendición de cuenta por los primeros cien días de desempeño de las principales autoridades políticas.

En el primer caso, es muestra cabal de cuan triste es la cohesión social e identidad de la región Moquegua en la actualidad, a tal punto que mayoritariamente tanto a instituciones como a casi todos los vecinos, poco o nada les importa quienes rigen los destinos de sus principales instituciones, o que hacen por ellas, lo que ocurre –flaco consuelo–, con pocas excepciones a lo largo y ancho del Perú: ¡La calidad de la educación y la cultura importa poco, más preocupación se da por los resultados futbolísticos y la violencia de cada día!.

Y así vemos que se reemplazan personas idóneas e instituciones más por caprichos de índole o pago político que por visión de futuro en procura de calidad, a tal punto que vemos que poco a poco se viene desarmando entidades como el Sunedu que había logrado controlar en cierta medida el exceso de universidades y mediocridad en las mismas. ¿Y se escucha alguna observación de, por ejemplo, algún colegio profesional? …Ninguna, sus directivas están generalmente más preocupadas en organizar los cocteles de aniversario y distribuirse “reconocimientos” en lugar de tener una mirada y análisis crítico de nuestra sociedad, en la cual de vez en cuando has protestas por errores técnicos o de corrupción, las cuales se diluyen en un dos por tres.

Y respecto a la Inteligencia Artificial, que está avanzando a pasos agigantados, cabe destacar que encierra a su vez un fenómeno de índole neoliberal más económico que técnico: es producto esencialmente más de la actividad privada que de la pública, dado que los  primeros cual modernos ducados o condados, son aparte de ser propiedad de pocas manos, pródigos en recursos económicos y capacidad de decisión sobre qué y cuando investigar, en tantos que en países como el nuestro nos autoengañamos con supuestos trabajos de investigación.

Y lamentablemente tampoco podemos ni inventar, ni copiar ni perfeccionar adecuadamente en cuanto costos, calidad y tiempos, porque la principal traba que tenemos somos nosotros mismos a través de nuestro ineficiente Estado, el cual ante cualquier posibilidad de diseñar una investigación, está obligado para destinar fondos a que por ejemplo el legislador A escriba al respecto una norma o un proyecto de ley, que su colega B lo perfeccione para que después el parlamento lo discuta, lo modifique  y apruebe, para luego ser promulgado, –si no hay observaciones–, por el Ejecutivo.

Y en cuanto a la “moda de la rendición de cuenta por los 100 primeros días, pregunto: ¿hay alguna norma legal al respecto? Creo, sin temor a equivocarme que no existe. Entonces en virtud a qué se hacen las mismas, si vemos que a la gran mayoría de la población le interesa un bledo y por otra parte el grueso de las autoridades recién está conociendo los recovecos de la administración pública, por lo que dichas rendiciones se convierten en una comedia de errores o promesas sin ton y son.

Y pregunto: ¿Alguna vez han intentado hacer volar a un conejo?, ¿alguna vez han intentado enseñar a hablar a un burro? Y ¿por qué no?, pues porque saben que ellos fueron creados para algo diferente. Jamás se les ocurriría comparar a un conejo con un burro a la hora de realizar una tarea específica. Y menos aún elegirlos para una tarea fuera de sus alcances o posibilidades intelectuales.

Pero querámoslo o no, los culpables son la mayoría de los electores moqueguanos, a los que les  queda aún harto camino por recorrer si queremos estar a la altura de otras democracias que saben elegir entre las personas más calificadas tanto en el aspecto ético, de carácter y de preparación, en lugar de hacer saltos al vacío y como decía el genial dramaturgo y cómico norteamericano Groucho Marx: “Que en democracia se pueda elegir a quien quieras no significa que puedas elegir a cualquiera”.

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