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Moquegua: su problemática universitaria (I)

“La Universidad saca a la luz todas las capacidades, incluida la incapacidad” – Antón Chéjov

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ  

Las sociedades, al igual que los seres humanos tienden a la imitación, sobre todo de aquellos modelos que se consideran exitosos sin detenerse a analizar en profundidad si corresponden o no a sus posibilidades y facultades, al extremo de llegar a creer que basta crearlas para que su éxito esté asegurado, como por ejemplo ocurre en el campo del turismo y la enseñanza universitaria.

En lo que respecta al primero, como consecuencia directa del éxito alcanzado a partir de los años sesenta sobre todo por el turismo español, italiano y mexicano, a lo largo y ancho de casi todos los distritos de nuestra desconcertada patria comenzaron a surgir “planes de desarrollo turísticos”, la mayoría de los cuales, con una que otra excepción, hasta la fecha no pasan de ser buenas pero frustrantes ilusiones al carecer la mayor parte de los mismos de “imanes”, como por ejemplo Machu Picchu.

Algo similar ocurre con las universidades, las cuales no escaparon al “síndrome de la imitación y el prestigio” –a lo que se agregó en varios casos la ambición del “lucro o negocio”, permitiendo que las mismas surgieran generalmente bien por el deseo provinciano de no ser menos que el vecino o de hacer “negocio” por parte de algunos avispados empresarios, antes que por una necesidad real y lo que es más crítico: ¡que se contara con programas y profesores adecuados! Y todo ello, aprovechando los vacíos legales y la demagogia de muchos políticos que enarbolaron la nefasta tesis de la educación como inversión y no como servicio social.

Panorama que se agrava por la deficiente formación primaria y secundaria, –agudizada por el mal uso de medios informáticos y tecnológicos–, y por los criterios obtusos en la selección del profesorado a lo que se agrega las bajos sueldos y la perversión de la autonomía y la democracia interna que marcan el generalmente pésimo rumbo de la enseñanza superior, que tiende a agravarse, en casi todas las universidades del Perú, las cuales han dejado de preocuparse por el entorno social donde efectúan sus actividades, evitando generalmente pronunciarse sobre  asuntos álgidos. IY la función esencial de la Universidad es enseñar a pensar…La Universidad es una institución formadora de mentalidades. ¡Esa y no otra, es su misión esencial!

Y aquí cabe preguntarse: ¿han cumplido las universidades que aún existen en Moquegua con dicho esencial objetivo? El cual se complica aún más si nos percatamos que los verdaderos problemas son de mayor calado y de más difícil solución porque los mismos están ligados a la formación que los estudiantes reciben en la enseñanza primaria y secundaria, una formación sumamente deficitaria agudizada por la pandemia cuando menos a dos niveles: no adquieren suficientes conocimientos generales ni tampoco el hábito de estudiar. La responsabilidad principal es del modelo pedagógico. Un modelo en el que se ha dado prioridad a preservar una supuesta felicidad idílica del niño y del adolescente, evitarle imaginarios traumas psicológicos, subestimando así la adquisición de conocimientos básicos; y, sobre todo, no enseñándole que, en la vida, todo aprendizaje exige esfuerzo. Y dicha actitud ha provocado que los estudiantes accedan a la Universidad indefensos ante lo que se les viene encima: no sólo escriben muy defectuosamente, sino que el simple hecho de leer les supone un esfuerzo insuperable. Los más capacitados pueden superarlos, pero el resto, desorientado, se queda por el camino. El mal causado, en muchos casos, es irremediable: aquello que no se les enseña en primaria y secundaria es muy difícil que se aprenda después en los estudios superiores. Por el momento, no se advierte rectificación alguna ante tan desastrosa situación. Por el contrario, este modelo pedagógico se ha trasladado a la Universidad que muchas veces es permisible y blanda con los alumnos sobre todo en las privadas.

Un segundo problema está en los criterios de acceso al profesorado, una de las claves para toda Universidad de calidad a tal punto que lo único que prima en la selección de los mismos

es la exhibición de un festín de post grados, doctorados, etcétera, sin escuchar a los postulantes para evaluar en jurados especiales a los mismos. Basta decir, que con los criterios actuales de selección Bill Gates, Haya de la Torre, Mariátegui y otros tantos no hubiesen podido enseñar en nuestras universidades.

Estos son algunos problemas de nuestras universidades. Pero hay muchos más. Habrá que seguir reflexionando, dado que quienes deberían hacerlo brillan por su silencio o autismo: gobierno regional, colegios profesionales, empresas públicas y privadas, políticos y aprendices de políticos, etcétera, etcétera…

Y para finalizar, no puedo dejar de señalar y destacar, en un medio en el cual carecemos de liderazgos el papel que viene cumpliendo don Washington Zeballos Gámez en su calidad de presidente de la Comisión Organizadora de la UNAM, quien con un perfil adecuado y trasparente está dotando a los claustros universitarios de la infraestructura necesaria y laboratorios para alcanzar niveles educativos de calidad, pudiendo incluso pensarse en que previa evaluación y análisis la Universidad Nacional de Moquegua absorba a la Universidad Privada José Carlos Mariátegui, en el propósito de tratar que sea una universidad ejemplar a nivel nacional…y por qué no pensar también en elegirlo para un cargo político regional desde donde pueda gestionar e impulsar el desarrollo educativo, económico y social. (Continuará).

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