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La muerte de Luis Miguel Sánchez Cerro: un asesinato premeditado

El asesinato se produjo el 30 de abril de 1933, en el Hipódromo de Santa Beatriz, actual Campo Marte, en el distrito de Jesús María, tras pasar lista a las tropas que iban a combatir a la selva por el conflicto con Colombia.

POR: MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA (DIRECTOR DEL MUSEO ELECTORAL Y DE LA DEMOCRACIA DE LA DNEF DEL JURADO NACIONAL DE ELECCIONES)   

El 30 de abril de 1933, poco después de promulgarse la Constitución Política de ese año, caía asesinado el general Luis Miguel Sánchez Cerro, señalándose como causante de la muerte al ciudadano aprista Abelardo Mendoza Leyva, pese a que hubo sospechas de que la muerte obedeció a otros propósitos, incluso una hija francesa del difunto presidente, siempre sospecho que una alta autoridad estuvo comprometida en eso.

El general Sánchez Cerro estaba aureolado de un prestigio que ganó cuando se puso fin al “oncenio” del gobierno del Presidente Constitucional Augusto B. Leguía, en agosto de 1930, tras su levantamiento en Arequipa, considerando las sucesivas reelecciones como una burla a la democracia, y a los ciudadanos que estaban disconformes con esa situación.

El asesinato se produjo el 30 de abril de 1933, en el Hipódromo de Santa Beatriz, actual Campo Marte, en el distrito de Jesús María, tras pasar lista a las tropas que iban a combatir a la selva por el conflicto con Colombia. Al retirarse en su vehículo descapotado Abelardo Mendoza Leyva le disparó varios tiros por la espalda, falleciendo dos horas después en el Hospital Italiano.

La muerte dada de inmediato al asesino, que cayó abatido a tiros por la tropa presente, dejó el suceso expuesto a muchas conjeturas, al no obtenerse confesión alguna por parte de quien quitó la vida al primer Presidente Constitucional peruano nacido en Piura, que llegara a la más alta magistratura por votación popular, y que fuera el primer reconocido por el Jurado Nacional de Elecciones, que había empezado a funcionar en 1931.

Sepelio de Luis Miguel Sánchez Cerro.

Si alguien contrató a Mendoza Leyva para el asesinato, solo lo sabrían quienes tramaron la muerte, cuya culpa recayó en este hombre que había nacido en Cerro de Pasco, y militaba en el Partido Aprista Peruano, sabiéndose que era un trabajador eventual sin lugar laboral fijo. Por entonces el Partido Aprista Peruano había sido proscripto, y se relacionó esta situación con el comportamiento del homicida.

Los representantes apristas estaban desaforados del Congreso, y los militantes no podían olvidar las masacres de 1932 en Trujillo, Chocope, y otros pueblos del norte peruano, por eso se encauzó el comportamiento de Mendoza Leyva relacionándolo con esta realidad.

El Partido Aprista Peruano negó la autoría del crimen, señalando que, si Mendoza Leyva era el asesino, había actuado directamente, sin haberse complotado con otros apristas, pese a determinarse que en realidad fueron 4 personas las que dispararon contra el presidente. ¿Quiénes fueron los demás?, sigue siendo un misterio, porque los otros sospechosos detenidos, quedaron en libertad.

El Congreso, yendo por encima de la legislación vigente, eligió a Oscar R. Benavides para terminar el período de gobierno de Sánchez Cerro. Benavides había atentado contra la democracia en 1914, dando un golpe de Estado al presidente constitucional, Guillermo Billinghurst, y en 1936, atentaría nuevamente contra la democracia, desconociendo la voluntad popular en las elecciones de ese año, cuando ganó Luis Antonio Eguiguren Escudero, dándose a Benavides tres años más para gobernar.

Luis Miguel Sánchez Cerro es uno de los pocos gobernantes de los siglos XIX y XX, cuyo recuerdo está en la memoria colectiva de los peruanos; en Moquegua una provincia lleva su nombre; en Piura existe un puente y una avenida Luis Miguel Sánchez Cerro; en Sullana uno de los sectores más poblados de la ciudad se denomina de igual manera, tanto como un barrio populoso de la villa de Querecotillo, y en otros lugares del departamento.

Luis Miguel Sánchez Cerro

 

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