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Alejando Toledo: ¡ni sano, ni sagrado!

POR: JULIO FAILOC RIVAS    

Fue su esposa, Eliane Karp, quien acuñé la frase “mi cholo es sano y sagrado”, la que no tardó en convertirse en una de las preferidas del pueblo peruano cuando quería referirse a Alejandro Toledo Manrique. Empero, el “cholo” –que en otrora encabezó la marcha de los Cuatro Suyos y se trajo abajo a la mafia fujimorista– no resultó ser ni sano ni sagrado. Con la detención de Toledo, el penal Barbadillo empieza a hacinarse, con tres presidentes en la cárcel y más de uno a la espera; estas ocurrencias deben de llevarnos a una reflexión seria y profunda sobre las razones para estar en esta terrible situación.

En la caída de Toledo, además de los delitos por lo que se le acusa, estuvo presente la venganza política y la derrota electoral del Apra en los comicios del 2006. Fue el discurso radical de Karp y el insulto al líder aprista lo que generó el destape del Caso Ecoteva. «Un panzón maléfico y asesino jamás podrá vencer a un cholo armado con la verdad de sus convicciones democráticas» –dijo refiriéndose a Alan García– desató la ira de los apristas, quienes con su influencia en el Ministerio Público terminaron de desatar el hilo la madeja que destapó el caso Odebrecht por la que se acusa a Toledo de haber recibido 35 millones de dólares.

Nadie niega que Toledo fue un líder indiscutible de la insurgencia ciudadana para derribar al régimen dictatorial y corrupto de Fujimori y Montesinos. Tampoco se desconoce que sea fundador y líder único del partido Perú Posible, y que fue elegido presidente del Perú democráticamente por la voluntad popular, lo cuestionable es que termine encerrado junto a Fujimori y a Castillo, también expresidentes del Perú –todos aquellos que en su momento encarnaron la esperanza de cambios profundos en el Perú– y que ahora, junto a ellos termine siendo investigado por indicios muy contundentes de haber usado su cargo para lucrar en beneficio personal.

Alejandro Toledo debe rendir cuentas ante la justicia por la corrupción de la que es acusado y en la que personalmente está involucrado. Sería un error caer en el juego de sus escasos adláteres de que hizo un buen gobierno. Con este proceso judicial no juzgaremos si tuvo un buen o mal gobierno. Con certeza cada uno ya tiene su propia opinión al respecto. Pero con acusaciones tales como las que hizo su yunta Josef Maiman (como colaborador eficaz) sobre las “donaciones” de Odebrecht y Camargo Correa, bien vale entender que la fuga de Alejandro Toledo es un riesgo perenne, y que es mejor prevenir tenga cáncer o no.

Lo terrible de todo esto es el mensaje que proyecta: la política es para engañar, decir una cosa y hacer lo contrario; es un medio fácil para lucrar a costa del erario nacional. Y claro, con ello la política se reduce al dame que te doy; y a la imposibilidad de que ésta se ponga al servicio del bien común.

Es un imperativo de la gente de buena voluntad, de los colectivos y de los partidos políticos democráticos que intentan refundar la política, recuperen su verdadero sentido de amor a la humanidad y a la naturaleza, de vocación sincera de servicio a la población, de motivo y razón de vida para lograr un mundo de fraternidad de todas las culturas del Perú y el mundo. Todos nosotros tenemos la obligación en primer lugar exigir una investigación y sanción ejemplar, con un debido proceso al expresidente Toledo y sus cómplices. De la misma manera, explicar las causas, sacar lecciones y tomar decisiones para que esto no se repita en las organizaciones y líderes políticos. Finalmente, cada uno de sus militantes, más que predicar, seamos un ejemplo diario de honestidad, de trabajo colectivo, de humildad y relación horizontal con la población”.

¡Qué importante son ahora los principios y contenidos!… exigen coherencia, es decir, predicar con el ejemplo y siempre hacerlo con humildad. No se trata de clichés para la derecha o para la izquierda, lo conocido en las últimas décadas muestra que es práctica común de todos los líderes y en todos los movimientos.

Somos lo que hacemos, no hay más.

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