¡Algo más que una triste cochera …!

…a escasos cien metros de la denominada Plaza Mayor, en la esquina entre las calles Moquegua y Arequipa, una deteriorada “cochera” es un atentado contra el ornato público y el deseo de presentar ante los visitantes una ciudad cuyo centro histórico sea ordenado y de ser posible bello.

POR: CÉSAR A. CARO JIMÉNEZ     

Las ciudades al igual que los seres humanos, tienen una serie de características o indicadores que nos ayudan a definir su personalidad, inteligencia y madurez, permitiéndonos un alcance mayor con relación a conceptos tales como: la sostenibilidad, la eficiencia, la participación ciudadana, la innovación, la gobernanza y la inclusión social.

En lo que se refiere al presente artículo me interesa intentar encontrar una respuesta a la indiferencia o incompetencia de varias administraciones municipales desde hace varios lustros, respecto a la presencia a escasos cien metros de la denominada Plaza Mayor, en la esquina entre las calles Moquegua y Arequipa, de una deteriorada “cochera” que es un atentado contra el ornato público y el deseo de presentar ante los visitantes una ciudad cuyo centro histórico sea ordenado y de ser posible bello.

Algo que es totalmente posible, porque recursos económicos y ejemplos los tenemos muy cerca: allí está la calidad de las inversiones, belleza y seguridad de las instalaciones sobre todo de la gran minería. ¿Acaso en sus instalaciones sus ejecutivos permitirían la existencia de un “local” como el que da motivo al presente artículo? …Definitivamente que no.

Sin embargo, los días, los meses y los años vienen transcurriendo sin que el sector público indicado (léase municipalidad provincial tome cartas en el asunto), preocupada más en seguir las recomendaciones de Juvenal y proporcionar como en la antigua Roma, ya no mucho pan, pero si licor y circo, porque: “Desde hace tiempo -exactamente desde que no tenemos a quién vender el voto – , este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo”.

Y repito: porque recursos económicos y ejemplos los tenemos muy cerca. ¿Por qué no, en lugar de pensar en construir absurdos edificios, no dedicamos esfuerzos e imaginación en –por ejemplo–, a la vez que se da trabajo simple y especializado, en eliminar el tendido aéreo en el centro histórico de cables telefónicos de internet, telefonía, electricidad, etcétera?

Asimismo, porque no dejamos de estar anclados en el pasado y corriendo en el mismo sitio y sinceramos todo lo relacionado al valor y protección de los restos de nuestras casonas antiguas. Veamos cuales tienen valor y posibilidades de ser rescatadas en tiempo y con recursos prudenciales y posibles.

Y sobre todo tratemos de lograr que tanto las autoridades como las instituciones públicas y entidades como los colegios profesionales, –entre los cuales incluyo a los del periodismo hablado y escrito–, dejen de lado su indiferencia, intereses o miedos y se comprometan a dejar de lado la política gato pardina de cambiar algo para que nada cambie. Política, cuyos resultados podemos apreciar, por ejemplo, en los más de sesenta años que realiza sus actividades productivas en los linderos del departamento la hoy llamada Southern Cooper Corporation, a la cual hoy en día se ha sumado Anglo American Quellaveco y mañana Canteras del Hallazgo, Los Calatos…

Y si bien es cierto que su presencia ha traído consigo cierto desarrollo y flujos migratorios, que han incidido en la pérdida de la identidad regional, cabría también preguntarse si no hubiese sido mejor vivir en una ciudad pequeña pero ordenada, con amplias zonas verdes e instituciones eficientes, probas y con capacidad de mando en comparación con lo que ocurre hoy en que podría decirse que son todo lo contrario, a tal punto que en tanto las grandes empresas hacen y deshacen de acuerdo a sus objetivos productivos, la municipalidad provincial no puede llamar al orden al propietario de una cochera que lleva años funcionando y cobrando en un local que da vergüenza.

Como también la da, la poca imaginación, voluntad y falta de criterio de casi todas nuestras autoridades y referentes de la llamada sociedad civil, cuyo silencio es triste y apremiante seducidos por la esperanza de recibir algunas migajas, –si las comparamos con los márgenes de ganancia de las organizaciones privadas–, pudiendo de continuar las cosas así, seguir contentándonos con el “panem et circenses”, y las caricaturas de las instituciones públicas en las próximas décadas.

Espero que ello no ocurra en el caso de la “cochera” que fue excusa para este articulo y el alcalde de Mariscal Nieto tome cartas en el asunto. Caso contrario solo nos quedaría sumarnos al dueño de la misma y esbozar al igual que el mismo, no una gran carcajada, pero sí una tibia sonrisa.

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