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Sobre minería: comparaciones odiosas (V)

“Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones” – Seneca

POR: CESAR CARO JIMÉNEZ   

Un apreciado, informado e inteligente amigo, me hace conocer su plena coincidencia respecto a la necesidad de crear un organismo similar al que existe en el vecino país sureño, denominado COCHILCO (Comisión Chilena del Cobre) el cual tiene como misión principal “Asesorar al Gobierno en la elaboración, implementación y evaluación de políticas, estrategias y acciones que contribuyan al desarrollo sustentable del sector minero nacional y a fortalecer el aporte de éste al resto de la economía.

Asimismo, resguardar los intereses del Estado en sus empresas mineras, fiscalizando y evaluando su gestión e inversiones”, indicando que muy bien podría utilizarse en el financiamiento del organismo a crearse el porcentaje del canon minero que se otorgaba a las universidades nacionales desde el 2004  para ser destinado “exclusivamente a la investigación científica y tecnológica que potencie el desarrollo de sus respectivas regiones”, lo que en la práctica jamás se hizo por lo cual se ha permitido, –como sucede en el caso de la Universidad Nacional de Moquegua–, que  pueden usar hasta 50% de sus recursos económicos provenientes del canon minero en proyectos de infraestructura y equipamiento vinculados directamente con los fines de cada universidad.

Y me temo, que como sucede en casi todos los aspectos de nuestra “institucionalidad” que, de crearse dicho organismo, ocurriría algo similar a lo que se da en casi todas las instancias en el Perú, desde antes incluso de lograrse la independencia: se imitan leyes, organismos, estructuras y divisiones administrativas muchas veces en base a caprichos, caretas o burdas imitaciones, muchas de las cuales tan solo sirven para diluir o disfrazar los problemas de fondo.

Es así como vemos que en casi todo el Perú existen antiguos y constantes conflictos entre ciudades o comunidades aledañas, como por ejemplo ocurre entre Moquegua y Arequipa por la cuenca del Tambo, la que racionalmente debió corresponder en su totalidad y/o administración a una de las dos regiones. Regiones que dicho sea de paso no existen, continuando vigente lo que escribió Mariátegui hace más de 94 años: “El regionalismo no es en el Perú un movimiento, una corriente, un programa. No es sino la expresión vaga de un malestar y de un descontento”.

Malestar y descontento que no se combate o se intenta cortar de raíz, como por ejemplo lo que ocurre en el plano de la identidad, en el cual ninguna autoridad se atreve a cuestionar que una provincia de nuestro departamento tenga el nombre de un dictador que nada hizo o tuvo que hacer con Moquegua …o en el hecho que los denominados “colegios profesionales” brillen por su silencio, miopía o autismo institucional que les impide cumplir con el rol protagónico y de guía que les corresponde dejando su lugar a los “aventureros de la política”, que crean movimientos o partidos perecederos o vientres de alquiler, sin norte político ni propuestas viables, aprovechando las falencias y estupideces de nuestras leyes y/o normas electorales.

Y lo peor de todo es que, salvo una que otra persona, la gran mayoría de los candidatos, brillan por su desconocimiento, falta de capacidad o intereses subalternos a lo que se agrega que gran parte de los electores votan para evitar las multas y más por simpatía que por propuestas, por lo que es de prever que tan solo cambiaran rostros, que no osaran enfrentarse –conversar diría mejor–, con argumentos, conocimiento pleno y propuestas como ocurre en Chile y otros países a las grandes empresas mineras …y conste que soy de los que creen que la administración privada es mejor que la pública, pero también considera que el denominado bien común debe imponerse sobre el interés privado, lo que nuestro departamento significa entre otros aspectos dialogar sobre temas ligados al uso de terminales portuarios, vías férreas, rentabilidad empresarial, venta de acciones, utilización de agua dulce, planes de desarrollo y competitividad, patronatos educativos, obras por impuestos, concesiones mineras, contabilidades separadas, necesidades básicas, trabajo,  etcétera.

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