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Roger Waters y Uriah Heep: entre el mensaje político y el rock clásico

Era claro que el concierto de Waters tenía algunos componentes muy diferenciados: la calidad musical, el frontal mensaje político y una puesta en escena imponente.

POR: JURY BAYLÓN DELGADO      

Culminando el año 2023 se presentaron dos conciertos más, ante los cuales nacía el imperativo e instintivo deseo de asistir. Estos se dieron en Lima en fechas cercanas por lo que era inevitable no estar en ambos.

Así, el 29 de noviembre, y ya, con mucha antelación (en mayo) programamos todo para ir a ver, por segunda vez, a Roger Waters, uno de los fundadores de la mítica banda Pink Floyd; no obstante, a mediados de setiembre se anunció la presentación de la legendaria banda británica de hard rock Uriah Heep para el 5 de diciembre. ¡Qué más se podía pedir para cerrar el año!

ROGER WATERS

El espectáculo de Waters se dio en el estadio Nacional ante más de 20 mil asistentes. Era claro que el concierto tenía algunos componentes muy diferenciados: la calidad musical, el frontal mensaje político y una puesta en escena imponente.

Por ello destacaron sus grandes clásicos como “Comfortably Numb”, “Another Brick in the Wall”, “Wish You Were Here”, “Shine On You Crazy Diamond” en una primera parte y, luego “In the Flesh”, “Run Like Hell”, “Money”, “Us and Them”, “Brain Damage”, entre otros de los álbumes más icónicos de Pink Floyd como “The Dark Side of the Moon”, “Animals” y “The Wall”, además de otras interpretaciones propias.

Sin embargo, la euforia de la mayoría de los asistentes se manifestó al leer en las cuatro inmensas pantallas mensajes relacionados a crímenes en varios países, por condición de raza, etnia, posición política, destacando el caso: “Jhonatan Erik Enciso Arias. Ubicación: Andahuaylas. Crimen: ser indígena. Castigo: muerte” se leía en relación a las protestas contra Dina Boluarte en diciembre de 2022 en nuestro país.

Mensaje político.

En ese contexto mostró también su rechazo a la guerra en Gaza y su respaldo a Palestina, tildando como “criminales de guerra” a los presidentes de Estados Unidos.

El escenario, el sonido y toda la parafernalia pirotécnica estuvieron a la altura de un grande como Waters: pantallas gigantes, luces que se proyectaban al estrado simulando ser la refracción de la luz de la portada del “The Dark Side…”; el paseo por medio de los asistentes de los clásicos personajes inflables como la oveja y el cerdo; el sonido envolvente en todo el estadio y un despliegue sincronizado de fuegos artificiales con las canciones más reconocidas de Pink Floyd.

Todos estos fueron elementos que coronaron el concierto como, y me atrevo a decir, el último de Roger Waters en el Perú, convirtiéndose a sus 80 años de edad en uno de los referentes más importantes de la cultura musical en el mundo.

A punto de iniciar.

URIAH HEEP

A mediados de los años 80, en pleno desarrollo hormonal, escuché (recién) el casete doble “Uriah Heep Live” de 1973, dejando una profunda marca en mi memoria, como una cicatriz indeleble, por el potente y primitivo sonido del hard rock fantástico que sonaba en cada canción.

Entonces, después de más de 35 años tendría el placer de revivir aquellas melodías que todo ese tiempo resonaron en mi mente, al verlos ahora, por primera e increíble vez, en su presentación en el Centro de Convenciones Leguía.

El concierto tuvo un aforo discreto, no más de 500 personas, la mayoría pintaban canas y arrugas en la piel, pero no fue impedimento para disfrutar de la energía de la banda liderada por el genial y mágico guitarrista Mick Box que con 76 años encima y toda una vida a Uriah Heep, es el único integrante original.

Uriah Heep, en vivo.

Iniciaron tocando “Grazed by Heaven” de uno de sus últimos discos y luego de otros contemporáneos, escuchar el grandioso clásico “Traveller in Time”, así como “Rainbow Demon”, “Sunrise”, “Sweet Lorraine”, todos interpretados con la potencia instrumental, además de Mick, de Phil Lanzon en los teclados con ese sonido Hammond, Russell Gilbrook contundente en la batería, el aporte rítmico en el bajo de Dave Rimmer y por supuesto la calidad vocal de Bernie Shaw.

En el tramo final del concierto, que duró un poco más de una hora y 15 minutos, desplegaron más clásicos como “Gypsy”, la esperada por muchos años “July Morning” coreada intensamente hasta sentir la irritación de la garganta. De pronto, Mick cambia la guitarra eléctrica por una acústica, señal indiscutible que se venía otro tema épico: “Lady in Black” y cerrar el concierto con el acelerado “Easy Livin’”.

La delectación de ver a Uriah Heep, trasciende, personalmente, sus 25 álbumes en estudio, sus más de 40 millones de copias vendidas y sus más de cincuenta años como banda; va más allá, va por alcanzar la conexión de valorar el buen hard rock entre aquella época púber y estos tiempos otoñales. ¡Qué lujo!

La magia del gran Mick Box.

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