POR: PH.D. ING. AVID ROMAN-GONZALEZ
Durante mucho tiempo, el espacio ha sido territorio exclusivo de las grandes potencias. Inclusive, actualmente muchos piensan que la tecnología espacial está reservada para países desarrollados. Sin embargo, los avances tecnológicos y la reducción de costos —especialmente en satélites pequeños— han abierto una oportunidad real para que otras naciones se sumen a esta nueva carrera espacial. Los países en desarrollo también pueden incursionar en el desarrollo de tecnología espacial.
Algunos países en desarrollo, con ganas de iniciar en tecnología espacial, no tienen el camino claro de cómo empezar. Es por ello que se plantea una ruta de orientación. Esta propuesta no es un modelo rígido. Es un plan flexible y escalable, que puede adaptarse a las capacidades técnicas, económicas y humanas de cada país. El enfoque se organiza en cinco ejes clave:
Exploración del universo: mediante satélites, rovers, telescopios y sondas espaciales. Acceso al espacio: desarrollando cohetes y plataformas de lanzamiento.
Observación de la Tierra: para monitorear el clima, la biodiversidad, los desastres naturales y entender mejor nuestro planeta.
Aplicaciones para la vida cotidiana: como GPS, telemedicina, telecomunicaciones, materiales ignífugos, entre otros. Defensa y seguridad nacional: a través del uso estratégico de tecnología espacial.
Pero más allá de la tecnología, el corazón de la incursión en tecnología espacial es la educación. Creo firmemente que la verdadera soberanía espacial empieza en el aula. Por eso, es importante integrar la ciencia y tecnología espacial y sus aplicaciones en los planes de estudio, formar profesionales en áreas estratégicas y crear capacidades científicas sostenibles en el tiempo.
Hoy, países como Turquía, México, Egipto o Perú han demostrado que es posible avanzar en este camino con decisión y estrategia. Lo que se busca es servir como guía para dar ese primer gran paso, sin depender únicamente de iniciativas externas.
Entrar al mundo espacial no es solo mirar hacia el cielo. Es también una forma de mirar hacia adentro: de conocernos mejor como país, de aprovechar nuestras ventajas —como la ubicación geográfica o la diversidad de talentos— y de poner la ciencia al servicio del desarrollo, porque el espacio es un lugar privilegiado que nos da una visión global.
Porque participar en el espacio no es un lujo. Es una necesidad si queremos ser protagonistas del futuro.