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Navidad: ¿noche de paz, noche de amor?

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ

La Navidad es quizá la festividad más importante del cristianismo en nuestro país. Esta solemnidad, que conmemora el nacimiento de Jesucristo en Belén, la celebran el 25 de diciembre los católicos, la Iglesia anglicana, algunas comunidades protestantes y la mayoría de las Iglesias ortodoxas. 

Dicha celebración, en la cultura occidental, ha dejado de ser “una noche de paz, amor y sencillez”, que León Felipe reflejó en un poema: «Hazme una cruz sencilla carpintero, /sin añadidos ni ornamentos, /que se vean desnudos los maderos, / desnudos y decididamente rectos. /Los brazos en abrazo hacia la tierra, /el astil disparándose a los cielos. /Que no haya un solo adorno que distraiga/este gesto, este elemento humano/de los dos mandamientos. /Sencilla, sencilla, más sencilla, /hazme una cruz sencilla carpintero. 

En cambio, hoy ha llegado a ser una fiesta desenfrenada y banal, a tal punto que el papa Francisco en varias ocasiones ha criticado el consumismo presente en Navidad, pidiendo a los cristianos que reflexionen si este es el tipo de fiesta que le gustaría a Dios. Consumismo que, en un país de formas como es el muestro-en el cual celebramos fundaciones y aniversarios en fechas no precisamente correctas; aparte de recordar casi en tono de festejo derrotas militares, dictar leyes y normas que usualmente solo se cumplen en el papel (por ejemplo, la regionalización del país), y propiciar referéndums que obvian consultas vitales-, tan solo contribuye a que sigamos siendo cada día en mayor grado un país de desconcertadas gentes, tal como lo definiera el no tan ejemplar Piérola en cierta ocasión. 

Desconcierto que se acrecienta tanto por los resultados electorales como por el actuar de las nuevas autoridades elegidas, que dejan, con una que otra excepción, mucho que desear tanto en conducta ética, como en sus obras o visión del futuro, a tal punto que parecieran ser más promotoras de espectáculos cuasi circenses antes que del desarrollo social y económico … Y todo en un ambiente de pugnas, rivalidad, mentiras y demagogia entre todos los poderes, autoridades políticas, partidos, instituciones, etcétera, las cuales usualmente toman decisiones en función, aparte de los grandes intereses, de “lo políticamente correcto”. 

Es decir, ciñéndose a lo más popular o conveniente para los grandes intereses. ¡Los Poncio Pilatos abundan en nuestros días… no guían, tan solo detectan las emociones que priman e intentan ponerse al frente de las mismas! Asimismo, en un país con ciudadanos «formados» en su mayor parte por la iglesia católica, lo primordial es la creencia y fe ciega antes que las dudas y la crítica. E inconsciente, cada cierto tiempo, las mayorías quieren encontrar al profeta que los guiará hacia el paraíso prometido… así, en su momento, se entrega ron-entre otros, a Velasco, García, Fujimori y demás, sin comprender que lo vital para conseguir el desarrollo es tener instituciones y objetivos claros, antes que tan solo caudillos, que generalmente llevados por su egolatría y autocracia acaban fracasando.

Tan solo quiero creer y pensar que esta Navidad permitirá a nuestros políticos encontrar un camino de conciliación y progreso, al margen de los pequeños apetitos y las ilusiones falaces; también que nuestros electores aprenderán con Einstein que no es tan fácil elegir, cuestionar y creer, por qué es “más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”. 

En tanto, deseo a todos y cada uno de ustedes, aparte de una cruz sencilla, una noche de paz, amor y alegría…a pesar del tronar billonario y cruel de las bombas en Ucrania y Gaza, por citar las dos locuras humanas más conocidas que acompañan  a  las carencias de miles de hogares tanto en nuestra patria como de diversas partes del mundo que hoy enfrenta, sin tener respuestas, desafíos económicos, técnicos, políticos y sociales, que hacen que el desearles una ¡Feliz Navidad!, suene a ironía pura.

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