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Mercedes Cabello de Carbonera

Por: Gustavo Valcárcel Salas    

El Bicentenario de la Independencia Nacional, nos lleva a reflexionar sobre lo que ha sido el país durante toda esta etapa, y es oportuna para recordar a quienes nos ayudaron a forjar la conciencia nacional, en sus más diversos aspectos. Hoy lo hacemos con nuestra paisana Juana Mercedes Cabello de la Llosa, más conocida como Mercedes Cabello de Carbonera, una de las moqueguanas más ilustres y reconocidas a nivel nacional.

Nació en nuestra ciudad en 1842. Se educó en el seno de una ilustre familia, donde recibe una esmerada educación en la que se incluía el aprendizaje del francés, clases de piano y afición a la lectura. Su padre Gregorio Cabello, al concluir sus estudios con su hermano Pedro Mariano, en el Colegio Nacional de La Libertad, viajaron a Francia. Cuando retornan, Gregorio trajo a nuestro valle los métodos franceses de elaboración de vinos, que años después ganarían premios internacionales; Pedro Mariano fue uno de los que implanta el Sistema Métrico Decimal en nuestro país. Su abuelo materno, el moqueguano Mariano Esteban de la Llosa, fue fundador de la Corte Superior de Arequipa y diputado por Moquegua a la Constituyente de 1827, a la que presidió en una ocasión.

Viajó a Lima a los 22 años. Se casa con el médico Urbano Carbonera. En la capital luce su talento en las veladas literarias, en las que se analizaban los grandes problemas socio-culturales, y alterna con lo más destacado de nuestra intelectualidad.

Escribe artículos y media docena de novelas y ensayos, en los que hace gala de una sólida cultura. En ellos, critica la vigencia de caducos conceptos coloniales que marginaban a la mujer, preocupación en la que nuestra escritora fue una esclarecedora precursora, junto a Clorinda Matto, Carolina Freyre, Manuela Villarán, entre otras, como ahora con justicia se le reconoce.

Dentro de la amplitud de temas que motivan su despierta curiosidad y aguda crítica, es la relegada condición de la mujer, el principal objeto de su estudio. Por ello, la intelectual moqueguana plantea una reforma educativa, que otorgue una “instrucción sólida y científica para la mujer”, muy acorde con los adelantos de la época, en la que no debe estar ausente el cultivo de las bellas artes. Preparación que le permita acceder al trabajo, la libere del servilismo doméstico y la marginación social en las que se le mantenía, como si ese fuese su destino natural. Señala, que una mujer bien formada espiritualmente, dará felicidad y porvenir a las familias, pues ella tiene la responsabilidad de educar a sus hijos, quienes serán finalmente los que dirijan al país. Es consciente, que la reforma que plantea, sólo será posible “después de largas y penosas luchas, en las que dejamos muchas veces nuestra felicidad y nuestra vida”. Y ese fue su trágico destino.

Por la crítica implacable a la que sometió a la sociedad de su época, fue primero censurada con la diatriba y luego con el interesado olvido, no obstante que algunos de sus escritos merecieron premios, tanto en el Perú como en el extranjero.

No calló. Habló claro. Demasiado claro en un medio acostumbrado al “pacto infame de hablar a media voz”, que alentaba que la mujer estuviese confinada a la sumisa vida doméstica; a oír, callar y obedecer con abnegada mansedumbre al padre como hija, al marido cuando esposa y al cura toda la vida. Estaba considerada como una eterna menor de edad a la que le estaba prohibido pensar, tener ideas propias.

Quienes aún mantenían su espíritu anclado en los viejos y anticuados preceptos coloniales, no perdonaron nunca que fuera una mujer quien señalara de manera tan directa y con aplomo los vicios y errores de su época. Buscaron silenciarla, al punto que en el siglo XX ya era una autora cuya obra era poco conocida y no se tuvo el interés en reeditarla, a pesar de continuar vigente sus críticas y ensayos.

En los últimos años se ha retomado el estudio y difusión de sus escritos. La figura de Mercedes Cabello de Carbonera se está redescubriendo y tomando hoy una nueva dimensión.

Rindamos nuestro emocionado homenaje a una mujer que es orgullo de la inteligencia nacional. Ella, con su obra, abrió las puertas a la reivindicación femenina.

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