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Los embusteros de la normalidad

El gobierno, desaprovechó la oportunidad para asumir un verdadero liderazgo, concentrar la toma de decisiones e impulsar un auténtico proceso de diálogo…

PRO: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS   

Las recientes fiestas patrias trataron de evidenciar, con disposición y esmero, de un desenvolvimiento social e institucional dentro de los cánones de la normalidad democrática, sin alteraciones, con un estado de cosas dentro de lo habitual, sin repulsas ciudadanas, ni sobresaltos que pongan en guardia a nuestros custodios, lo que no debe dejarnos pasar por alto, dos aspectos puntuales-dentro de los muchos-, pero suficientemente descriptivos de algo más amplio: un mensaje a la nación ante la complacencia de las mayorías parlamentarias, que cuentan con una limitadísima confianza ciudadana-entre brujos no se sacan la suerte-; las protestas ciudadanas bajo estricto control policial, que allí estuvieron, pero que la gran prensa obviaban, cual si fueran manifestaciones intrascendentes.

Pero como en todo evento, por más apoteósico que sea, siempre hay un aguafiestas, si cabe la expresión, no pueden pasar inadvertidas las palabras del arzobispo de Lima Carlos Castillo, en la Misa y Te Deum por fiestas patrias: “Nuestro pueblo sigue siendo protagonista de su historia y debemos apreciarlo y alentarlo. Y si todo es de todos, valoremos también los descontentos y rechazos populares que condenan nuestros malos actos como dirigentes del país y nos exigen rectificaciones claras, oportunas y justas”. Y cual, si fuera parte de una calculada estrategia política, miembros de la Cámara de Representantes de EEUU enviaron una carta al Secretario de Estado, como a la Embajadora acreditada ante nuestro país, alertando sobre la situación de los derechos humanos y los peligros que acechan sobre el estado de derecho; no constituyendo un hecho aislado, pues ya distintos organismos internacionales se pronunciaron en el mismo sentido.

La crisis política en el país, que se quiere sortear sin medir consecuencias presentes y futuras, cual si la normalidad reinara, no puede acallar las expresiones de descontento por doquier, nuevos sectores sociales exteriorizan su desazón, ya no se puede focalizar el rechazo a la clase política sólo en las regiones, va minando y avanzado la protesta ciudadana; sin embargo, desde el gobierno nacional, que tuvo protagonismo en nuestras fiestas jubilares, no se alcanzó ninguna respuesta política a este entrampamiento que viene significando perdida de valiosas vidas humanas, como afectaciones a nuestra institucionalidad, pecando de autosuficiencia, sobredimensionando sus potencialidades, tan volubles y frágiles en contextos como el presente.

Creer en el soporte parlamentario, dueño de un estado puro de oportunismo y aspiraciones subalternas; brindarse abiertamente a los poderes fácticos, siempre propensos al protector de sus intereses; asumir las primeras planas de cuasi toda la gran prensa, como consecuencia de la complacencia de una sesgada gestión; y renunciando, al sentir popular que le permite un genuino respaldo, aun en aciagos momentos, no es más que prologar la crónica de una muerte anunciada.

Estos días nos hicieron recordar que hace un año, en su condición de Vicepresidenta Dina Boluarte, fue abucheada en el Hipódromo de Monterrico, por los mismos que hoy vociferan de candor por ella; se exigen respuestas, y estas las dan la toma de posiciones, de forma clara y definida, Boluarte nunca deslindo con Pedro Castillo, sobre la graves denuncias que se tejían sobre su propio actuar y el de su entorno, mutuos recelos con Betsy Chávez la forzaron a apartarse de él; y hoy, con pasmosa frescura, levanta cargos y culpas-que las tiene-, como si fueran de cosechas diferentes. No cambiaron sus compañeros de la ruta presente, ellos siguen los designios de sus propios intereses, tomándola como arlequín; cambio ella y sus afanes de poder, cuando siembra el mensaje “la primera mujer presidenta del Perú”, que nadie se lo discute, intenta afanosamente de acentuar un aparente liderazgo, que no lo tiene ni lo tuvo, más busca sensibilizar un ejercicio cual si fuera vetado en su condición. Como has cambiado, pelona, diría nuestro recordado Nicomedes Santa Cruz.

Del mensaje presidencial, diríamos que fue dentro de lo normalito, convencional, injustificadamente extenso, redundando en cifras, porcentajes, etc.; sin embargo, lo que realmente se esperaban eran respuestas políticas al ácido momento político, y si es que lo tuvo, se agotó rápidamente, por lo hueco e imprecisos como fueron planteados, pareciera que fueron colocados sólo para cumplir las formas; las disculpas, aceptar las recomendaciones de la Comisión Interamericana, relanzamiento del Acuerdo Nacional, restituir el Senado, son elementales y que en absoluto van a reestructurar, reorientar nuestra flaca institucionalidad, frente a un escenario social convulsionado, desconcertado y desconfiado.

Si es que no nos dimos cuenta, el Foro del Acuerdo Nacional, bajo la conducción de Max Hernández, siempre estuvo allí, en el noble objetivo de construir políticas públicas que aborden nuestros problemas estructurales, será de suma utilidad, en tanto sus miembros acudan con desprendimiento y compromiso, pero necesariamente debiera ampliarse su representación y en la coyuntura de su convocatoria, corre el grave riesgo de ser instrumentalizada, ante la clara deslegitimidad de sus principales integrantes. Apelar a la restitución de la segunda Cámara, como la gran reforma política, como lo anuncia la presidenta, no es más que jugar con fuego, la oportunidad en este caso cuenta y mucho, pues no goza de la disposición ciudadana para su concretización, sumado al desprestigio parlamentario.

El gobierno, desaprovechó la oportunidad para asumir un verdadero liderazgo, concentrar la toma de decisiones e impulsar un auténtico proceso de diálogo, aún entre actores extremos, constituyéndose en la habitual comparsa del statu quo. Consideramos que plantear una vez más el adelanto de elecciones generales, como lo hizo antes, era la propuesta más oportuna al contexto que compartimos, lo que requiere de voluntad política. Pero no hay duda, la determinación es quedarse hasta el 2026; pero tampoco hay duda que este caminar político implicará mayores desencuentros, desafectación ciudadana y mayor polarización. Se arguye que el Gobierno está en su derecho de culminar su gestión, lo que pasa por alto respuestas políticas, que reclaman tino, prudencia y sobre todo la sabiduría para leer el momento político, que necesariamente debe colocar por delante el interés nacional.

“Fue una demostración de alegría impostada, teatral, inexistente, vaciada de sentido y manipulada para fines tan subalternos como pasajeros. Una real fanfarria sin sentido ni calidad”, y claro que se refiere este comentario editorial de un medio nacional al reciente desfile de fiestas patrias, tan contundentes las líneas que desnudan una vez más lo superfluo de una normalidad que se nos quiere imponer, decisiones y conductas propias de una autocracia, la que debemos rechazar desde nuestras profundas convicciones democráticas.

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