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La cotidiana zozobra política

Es innegable que se trata de un gobierno a la deriva, con escasas excepciones; una representación legislativa contagiada por la ineficiencia y el oportunismo, inclinada por destrozar los avances en políticas públicas, ¿cómo es que nuestro país se sostiene?

POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS   

Inmersos en un complejo y nocivo proceso de sobrevivencias políticas, semana tras semana la agenda se nos propone inamovible: afilando los dardos parlamentarios para instrumentalizar los mecanismos constitucionales y poner bajo presión y condición al Ejecutivo; en tanto, las propias torpezas e ineficiencias del Gobierno, es ocioso describirlas al ser tan manifiestas, no dejan de alimentar desconcierto y un acelerado distanciamiento ciudadano. Y como ayer, como siempre, un sector importante de la prensa marca posición ahondando la pérdida de legitimidad gubernamental, alentando procesos de quiebre institucional, sesgando la independencia informativa.

La excepción es la regla de hoy, figuras jurídicas enmarcadas en nuestra constitución y construidas desde una perspectiva de equilibrio de poderes, como reforzamiento democrático para una mayor estabilidad institucional y consistente gobernabilidad, en la que tienen responsabilidades ambos poderes del Estado, también se vuelven cotidianos; esta semana que iniciamos deben ventilarse en el congreso tres interpelaciones contra los Ministros de Justicia y Salud, una moción de vacancia contra el presidente Castillo, y el propio pedido de este para presentarse en el Congreso. ¿Por qué nos llama la atención, si están prescritos en la propia norma suprema, como herramientas de predictibilidad política? Es cierto, que se constituyen como instrumentos de control político para circunstancias de carácter extraordinario, donde se haga perentorio recurrir a su operatividad; lo que no debe significar su aprovechamiento cuando se apela a su eficacia como arma política para denostar al Ejecutivo, en una auténtica puja de debilitamiento de uno a otro.

En el lejano diciembre del 2017, el prepotente Congreso de entonces, con mayoría fujimorista de 73 parlamentarios, cuando se planteó la primera vacancia por incapacidad moral de este siglo, contra Pedro Pablo Kuczynski, un conocido especialista en materia constitucional y asiduo invitado en medios, manifestaba con suma ligereza e irresponsabilidad que dicha figura no era otra cosa que la suma de votos, porque la constitución era imprecisa, es decir si se tenían los dos tercios de votos, la vacancia procedía y era perfectamente constitucional; lo que hábilmente se omitió manifestar en esa interpretación chata era que es la forma como se cierra un proceso de vacancia, el mismo que debe estar sólidamente sustentado en argumentos fácticos y jurídicos, liberado de todo afán y posiciones revanchistas, respetando el debido proceso  y no en una definición reduccionista, lo que lamentablemente el propio Tribunal Constitucional ayudó con su indecisión. Y en ese contexto de perplejidad, y ubicados en nuestra habitualidad, la lógica de la vacancia ya no se la visualiza desde los 87 votos necesarios de los 130 representantes, sino desde un ángulo inverso, de contención, como no romper con el bloque sólido de 44 votos que eviten esa mayoría exigida, lo que evidencia que el arte de la política, ya no es el entendimiento por políticas de gestión o prioridades de atención en demandas ciudadanas, desnaturalizándose los propios mecanismos de control político, en el riesgo mayor de su degradación: el oscuro acuerdo, la prebenda política(caso de lo que se ha denominado estos últimos días como los “niños” congresistas), las reiteradas visitas a palacio y ministerios, la facilitación de puestos públicos, la prioridad en inversiones públicas en determinas circunscripciones.

No era necesario las 52 firmas de congresistas para la presentación de la moción de vacancia, les faltaron pocos, pero los querían para contar con un mensaje de contundencia para su admisión, donde si se exige ese mínimo de firmas, y así obligar al presidente Castillo a concurrir al Congreso; no tienen los 87 votos para que prosperé la vacancia, el hecho es poner en la tribuna parlamentaria al presidente, colocar en una situación de evidencia sus limitaciones e ineficiencia y  deslegitimar su autoridad. Es claro que los congresistas no es que no quieran vacar al presidente Castillo, lo que no quieren es irse, porque la percepción ciudadana es que se vayan todos y hay un perspicaz temor a que despierte “la calle”; y en la lógica de convocar a elecciones generales, la Vice presidenta Dina Baluarte, anunció que en una circunstancia de vacancia presidencial renunciaría, en tal caso se tendrían elecciones presidenciales y parlamentarias.

El martes pasado, en la madrugada del ya miércoles, el Congreso otorgó la confianza al premier Aníbal Torres, sobre la política general de gobierno que sustentó y obviamente sobre los ministros integrantes de su Gabinete, incluyéndose a los observados por la opinión pública y el propio congreso; sin embargo, en estos días posteriores se presentarán dos ministros a responder por sendas interpelaciones, lo prudente era exigir previamente la remoción de esos ministros o no otorgar la confianza, pero la decisión fue inclinarse por una interpelación posterior, que consideramos concluirán con censura y remoción. Una vez más se juega con las instituciones, cuidándose en su salud política, pues negarle la confianza a dicho gabinete, era poner el congreso al límite de su disolución (la amenazante “bala de plata” de Valer), mejor asegurarse con decisiones nada arriesgadas: ministro por ministro.

Es innegable que se trata de un gobierno a la deriva, con escasas excepciones; una representación legislativa contagiada por la ineficiencia y el oportunismo, inclinada por destrozar los avances en políticas públicas, ¿cómo es que nuestro país se sostiene? El futuro inmediato se nos viene difícil, nos alcanzan los efectos de la invasión rusa a Ucrania, es indiscutible que la alteración en el contexto mundial de las fuentes energéticas, generarán inflación e impactos socioeconómicos. Con marchas y contramarchas estamos saliendo de los graves impactos de la Covid-19, mejor preparados confrontamos sus nuevas variantes; nos dio cierta solvencia financiera este último año el incremento de precios de nuestras exportaciones en los mercados internacionales. Nuestra institucionalidad está al límite, en un actuar sensato y cauteloso no corresponde exponerla más, y es aquí donde sus actores, nuestra clase política que nos representa, debe superar este tenue ejercicio de supervivencia política, para compenetrarse con la realidad y problemática presente, decidir con previsibilidad sobre un crítico panorama que ya toca nuestras puertas.

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