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El profesor impredecible

Por: Mauricio Aguirre Corvalán     

Pedro Castillo será presidente. Si bien a un mes de la segunda vuelta todavía no hay proclamación, los plazos se cumplirán inexorablemente y el 28 de julio el profesor se convertirá en el presidente del bicentenario. Allí empezará una nueva historia que nos irá develando que tan capaz será Pedro Castillo de pasar del candidato ultra al presidente que deberá manejar el barco en un mar de turbulencias políticas como pocas veces hemos tenido. No contará con mayoría en el Congreso, tendrá una bancada con permanente riesgo de partirse, y una oposición radical de derecha encabezada por Renovación Popular cuyo objetivo será buscar la vacancia presidencial en el más corto plazo posible.

En ese contexto, los mensajes que empieza a dar Castillo resultan fundamentales para ir conociendo cual será finalmente la hoja de ruta que decida tomar el profesor en su próximo gobierno. Pero esos mensajes, lamentablemente, no parecen estar recorriendo un camino seguro, y más bien se bifurcan en senderos disímiles y contradictorios.

Con su pedido a Julio Velarde para que permanezca al frente del Banco Central de Reserva, Castillo envió un claro mensaje sobre la responsabilidad que tendrá su gobierno en el manejo de los índices macroeconómicos y en la continuidad de un modelo económico que inevitablemente requiere ajustes importantes. Todo esto muy alejado de las propuestas del ideario estatizante y controlista de Perú Libre que el propio candidato hizo suyo durante la campaña electoral.

Sin embargo, sólo unos días después volvió a poner en agenda el tema de la convocatoria a una asamblea constituyente para redactar una nueva constitución, que como ya sabemos, uno de sus principales objetivos es cambiar el capítulo económico para darle al Estado un activo rol empresarial y una capacidad controlista, así como modificar sustancialmente la relación con el capital privado.

Está claro que el profesor enfrenta días decisivos. El candidato va quedando atrás y el presidente empieza a ingresar a escena, lo que supone inexorablemente pasar de los ofrecimientos dl discurso de la plaza a la búsqueda de soluciones prácticas y reales de los problemas urgentes del país. ¿Qué tan candidato o que tan presidente querrá o podrá ser Pedro Castillo? La respuesta es hasta ahora una incógnita. El profesor debe estar buscando en su pizarra la mejor fórmula para encontrarle la vuelta al complicado cuadrilátero político en el que se encuentra para evitar quedarse contra las cuerdas apenas asuma como presidente.

El camino de la moderación, que no significa renunciar a sus propuestas de reivindicación e inclusión, le permitirá tener la capacidad de negociación necesaria para construir un gobierno de concertación y de acuerdos con otras fuerzas políticas para la implementación de las políticas públicas urgentes que el país requiere. Así, podrá fortalecer un gobierno que inicia gestión debilitado políticamente y con una cuestionada legitimidad por las denuncias de fraude, más allá si resultaron ser ciertas o falsas. Además, le permite de alguna manera aislar a la derecha ultra que buscará sacarlo de la presidencia desde su primer día de mandato.

El camino radical, en cambio, lo acercará inevitablemente a Vladimir Cerrón y a la izquierda ultra. Será un gobierno que buscará imponer la asamblea constituyente por sobre las normas establecidas y buscará justificar sus medidas con la tesis de que es lo que el pueblo demanda, tal como lo hizo durante la campaña. Se agudizará la polarización y lo más probable es que la política se traslade a las calles y con peligrosos niveles de desórdenes y violencia.

La historia política de Pedro Castillo lo dibuja como un hombre pragmático cuando de conseguir objetivos se trata. No tuvo problemas en postular a una alcaldía distrital por Perú Posible, el partido que al mismo tiempo y con Pedro Pablo Kuczynski a la cabeza consolidaba la economía de libre mercado en el país, tampoco en aliarse con el Movadef durante la huelga magisterial de 2017, y en paralelo sentarse en la misma mesa con el fujimorismo si compartían el mismo objetivo de sacar del Ministerio de Educación a Marilú Martens, la titular del sector.

¿Qué tan sólida es ahora su alianza con Vladimir Cerrón y Perú Libre? ¿Qué tan decidido está a anclarse en la izquierda moderada representada hoy por el rostro visible de Pedro Francke? Difícil saberlo.

Lo único cierto es que a sólo 22 días del cambio de gobierno estamos ante la incertidumbre de un profesor hasta ahora impredecible.

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