POR: JULIO FAILOC RIVAS
En momentos en que el país vive uno de sus puntos más críticos de confrontación política, donde el diálogo hace falta, desde este humilde espacio, hemos querido rendirle homenaje al maestro del diálogo en un aniversario más de su nacimiento. Recordar a José Luis López Follegatti es un motivo para reflexionar en torno a su libro Diálogos que transforman más aún si se trata de momentos en que se impone la intolerancia, la verdad de los unos y de los otros y junto con ello, la polarización, anulando esa poca capacidad que tenemos los peruanos para escucharnos.
López Follegatti cumpliría 65 años. El legado que dejó no es un manual cerrado que hay que seguir al pie de la letra, sino un libro abierto, lleno de aprendizajes y enseñanzas que se debería continuar escribiendo si queremos continuar con su legado. Él, más que nadie, era ajeno a cualquier tipo de dogmatismo y de culto al personalismo, de manera que el diálogo no es una receta mágica para resolver los conflictos. Sin embargo, el diálogo transformador es entendido por su autor como un medio y a la vez un fin en la medida que su propósito es buscar el cambio en las personas.
José Luis López, era una suerte de Quijote, el caballero errante, el que se movía de un lugar a otro, sin una meta o resultado a alcanzar, el que se equivocaba, aprendía y enseñaba de sus errores. De él aprendimos que las empresas destinadas al fracaso pueden generar luego cosas extraordinarias en el futuro. El ensayo y error del maestro del diálogo nos debe servir para entender, a través de las experiencias de diálogo que no tuvieron éxito, los límites del diálogo como resultado en la resolución de los conflictos socioambientales.
Él sabía que el diálogo no tenía por qué enfocarse en los resultados ni en una meta, sino en algo más rico: en los procesos. Porque el diálogo como proceso es lo que genera aprendizajes y cambios en las personas, de allí el contenido de fondo de Diálogos que transforman. Para entenderlo mejor: el diálogo es un proceso de mediano y/o largo plazo que ayudan a cambiar o a transformar los conflictos en oportunidades de entendimientos y de construir consensos más sostenibles; por tanto, no está orientado necesariamente a resolver un conflicto o un problema. Si resolvía un conflicto, bien, pero éste no era su propósito principal.
López Follegatti nos hace entender que en la vida se pueden hacer cosas extraordinarias, sobre todo cuando uno defiende grandes ideales como él los defendía. Las cosas que sale de ello es lo gratuito y lo desinteresado. La misión de él era defender el diálogo como un valor que podría llevarnos al entendimiento aun cuando ello lo llevara a convivir con el fracaso permanente. Cuando uno defiende valores, aunque perdamos, aunque vivamos el fracaso, aquel fracaso puede estar lleno de cosas importantes. Él creía eso del dialogo transformador.
José Luis, a través de su ensayo error ponía en discusión la “verdad”. Y en nuestro medio tenemos muchos que trafican con su “verdad” para adoptar una posición y bloquear el diálogo para el entendimiento. Cuando se posee la verdad, cuando uno dice que posee la verdad, termina matando la verdad. La verdad se busca, no se posee.
Hay un mensaje muy poderoso de Lessing al respecto: La valía del ser humano no reside en la verdad que uno posee o cree poseer, sino en el sincero esfuerzo que realiza para alcanzarla, porque las fuerzas que incrementan su perfección solo se amplían mediante la búsqueda de la verdad, no mediante su posesión, la posesión aquieta, vuelve perezoso y soberbio.
El comportamiento del caballero errante, el que se mueve, el que comete errores, es el de aquel que está en la búsqueda de la verdad y no la posición de la verdad, porque ello es lo que nos hace mejores. De esto trata el don del diálogo.