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El año que nos miramos al espejo

Mírate al espejo, pero no para irte de juerga en Año Nuevo. Mírate al espejo para que sepas si quieres tener un futuro de verdad.

POR: MAURICIO AGUIRRE CORVALÁN   

Se acaba el 2020, un año intenso y dramático, marcado por el dolor, la rabia, la frustración, pero también por una esperanza, difusa, sin horizonte claro, pero esperanza al fin de que algo puede cambiar, de que las cosas pueden ser diferentes. La pandemia, la crisis económica y nuestra impresentable clase política nos golpearon brutalmente contra nuestra propia realidad. Una realidad que sabíamos que estaba ahí, tocándonos la puerta del camino al peor de los barrancos, pero que nos negábamos a querer ver, y sobre todo, a transitar y enfrentar.

La realidad de un país que se tritura a sí mismo y esparce sus pedazos uno más lejos que el otro, cual asesino en serie queriendo deshacerse del cadáver de su víctima de turno. Un país que es experto en excluir, y que sólo nos incluye en el fútbol, para sufrir, y en la gastronomía, para disfrutar.

El 2020 es la gran lección que nos faltaba recibir. El jalado que siempre tuvimos y que creímos que aprobarlo con 10.5 de nota era suficiente. Ese sermón de nuestro papá y nuestra mamá que nunca quisimos escuchar y que con los años nos arrepentimos de no haber puesto en práctica. Esa oportunidad que dejamos pasar en nuestros años de juventud irresponsable y que ahora nuestra responsabilidad no nos alcanza para conseguir.

Somos el país del jugamos como nunca y perdimos como siempre, pero donde pocos ganan siempre y muchos pierden siempre. Un país que llega a su bicentenario costándole mucho reconocerse a sí mismo en 200 largos y desgarradores años de historia. Somos independientes desde 1821, autónomos para decidir nuestro propio destino, pero siempre parece que el enemigo decidiera por nosotros.

No tenemos claro que somos y que queremos ser. Nos cuesta la vida ponernos de acuerdo que rumbo debemos tomar, cual es la dirección hacia la que queremos caminar, y entonces siempre es más fácil que cada uno tome su propio camino. Senderos opuestos y disímiles que transitamos, quizá con perseverancia, pero mirando poco atrás y a los costados. Muchas veces solitarios, no siempre solidarios.

Somos como el país de nunca jamás, donde Peter Pan, los niños y las hadas viven sin reglas ni responsabilidades, y sólo acechados por el maligno Capitán Garfio. Queremos imponer nuestras propias normas, y sacarle la vuelta al orden común es enfrentarse a diario a ese Estado que es como nuestro Capitán Garfio, pero al que no se le tiene ningún respeto, y menos temor.

El 2020 nos trajo muchas desgracias, que todavía no tienen fecha de caducidad, pero nos trajo también la mayor de las lecciones, a un costo durísimo es verdad, aunque necesario para que esa cachetada nos haga reaccionar. Hizo que nos miráramos al espejo para que intentemos vernos cara a cara como somos, y darnos cuenta como en 200 años hemos sido muy poco, por no decir casi nada.

Las crisis son el mejor remedio para el cambio, para empezar a ser diferentes. Y lo que vivimos este año que termina no es la excepción. Nos espera el 2021 con muchos retos y oportunidades, pero si no aprendimos nada del 2020 será inútil tanto sacrificio, muerte y desesperanza.

Elegiremos Presidente y Congreso por cinco años, pero no serán las autoridades las que nos llevarán por el camino correcto, debemos ser nosotros lo que decidamos por donde queremos que nos lleven.

Mírate al espejo, pero no para irte de juerga en Año Nuevo. Mírate al espejo para que sepas si quieres tener un futuro de verdad. Depende de nosotros dejar de ser lo que somos, y no estoy seguro si tendremos 200 años más para hacerlo.

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