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Del voto electrónico brasileño, al voto manual peruano

Esta modalidad de votación no es nueva, pues se viene aplicando desde 1996 y la mejor respuesta a su consolidación, es que desde entonces no fue descalificado.

POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS  

En un proceso electoral considerablemente polarizado, estábamos advertidos, y reiterado en la reciente segunda vuelta electoral o ballotage, entre el actual presidente Jair Bolsonaro y quien fuera antes por dos periodos consecutivos presidente Luiz Inácio Lula da Silva, finalmente Brasil decidió quién gobernará a partir del 1 de enero y por un espacio de cuatro años. Si bien en la primera vuelta Lula da Silva ganó con un 48.43%, no le fue suficiente para la mayoría absoluta necesaria; siendo la democracia más populosa de Latinoamérica, con más de 200 millones de habitantes, 156 millones de electores estaban convocados. Estas elecciones despertaron una singular atención internacional, por el peso económico y político que tiene Brasil en el comercio internacional y especialmente en los foros mundiales.

Sin embargo, nos interesa esta vez destacar la solidez de su sistema electoral que llamativamente se soporta en el voto electrónico, definido indistintamente como ejemplar; siendo uno de los sistemas más seguros del mundo, en la etapa preelectoral estuvo sujeto a todo proceso de comprobación, tanto por las agrupaciones políticas como otras entidades. Esta modalidad de votación no es nueva, pues se viene aplicando desde 1996 y la mejor respuesta a su consolidación, es que desde entonces no fue descalificado; más aún, cuando tiene como particularidad adicional la “ausencia de un justificante impreso de ese voto”, poco común pero que responde a la compra de votos asentada hasta entonces, aunque aún hoy, hay ribetes.

Pero, ¿cómo funciona el voto electrónico brasileño? La urna es una computadora y no puede conectarse a internet, otra computadora, etc.; es decir, es exclusiva para el proceso electoral. Ha estado sujeta a permanentes actualizaciones en componentes, pero especialmente en sus programas, no se permiten estar descontextualizada de los avances tecnológicos. No se falta a la verdad, cuando se expresa: a cortas horas del fin de las elecciones, ya sabemos quiénes son los vencedores e incluso con arrogancia se sujetan sus programas a un escrutinio público, incluido hackers; a ello se suman los testeos aleatorios, realizando en paralelo votación escrita en papel y electrónica, para contrastar los resultados. La auditoría posterior al proceso electoral se facilita porque el contenido de las urnas electorales se mantiene hasta cien días después de las elecciones.

Siguiendo la estrategia de Donald Trump, las teorías de la conspiración, el actual presidente Bolsonaro, buscando respuesta a su alicaída aceptación ciudadana-aunque los resultados le dieron más de lo esperado- extendía un paño de duda sobre la forma de votación, alegando que se prestaba a la “manipulación del voto electrónico”, facilitando el fraude electoral pero sin acompañar evidencia alguna, más si llegando a sembrar la desconfianza en instituciones rectoras, incluso llego a discutirse en el Congreso la propuesta del voto impreso que fue rechazada; zanjó y relanzó el proceso una oportuna y contundente respuesta del propio Tribunal Electoral, que incluso llevo a que se implementen mayores mecanismos de transparencia y control.

El voto electrónico presencial, si bien destacada en la democracia brasileña y es permanente referencia cuando hablamos de sistemas electorales, no es excluyente pues es una forma que se va colocando como rasgo regular de nuestras democracias; países como México, Canadá, Estados Unidos la propia India en la inmensidad de su democracia, vienen apelando a este proceso, facilitando la simplificación y agilización del proceso, ayudando a combatir el fraude, la inmediatez de los resultados de las elecciones, una vez concluido el acto de sufragio, lo oxigenan de eficacia y transparencia.

En cuanto al voto electrónico no presencial en que la ciudadanía vota mediante un medio electrónico, teléfono o internet y diferente al voto electrónico presencial, es reducida su aplicación, tenemos el caso de Estonia, que dicho sea hace buen tiempo tiene acentuado el llamado gobierno digital.

Coincidentemente, el 2 de Octubre Brasil acudía a elecciones generales-incluida la primera vuelta presidencial-, en el Perú se realizaban las elecciones municipales y regionales; en el primero, se soportó su proceso en el voto electrónico, con el escrutinio en no más de cinco horas; en el segundo, el proceso se mantuvo en la ordinaria votación manual, aunque dispone de un modelo automatizado, descartado sin justificación alguna, desaprovechando la tecnología ya insertada en sus sistemas, teniendo que esperar hasta el día siguiente para que se nos comparta las tendencias irreversibles, negándonos resultados rápidos y transparentes y por ende sujetos a objeciones y todo tipo de suspicacias. No pasemos por alto que primero tenemos los resultados de “boca de urna”, tras el cierre de las mesas de votación, luego la ONPE nos da los primeros resultados del “conteo rápido” y el resultado definitivo y oficial, requiere de paciencia y muchos días.

En el Perú, a través de ley 29603 del 21 de octubre del 2010, se faculta a la ONPE a implementar gradual y progresivamente el voto electrónico, sin descuidar los estándares de seguridad. Importante innovación que viene a sustituir el método tradicional por otro que se manifiesta en dos modalidades: el voto electrónico presencial y el voto electrónico no presencial.

El voto electrónico presencial lo utilizamos por primera vez de forma experimental pero vinculante, el 5 de junio del 2011 para las elecciones generales de dicho año por 1,354 electores, en el distrito de Pacarán, Cañete; y la última vez en las elecciones de segunda vuelta regional y Referéndum nacional del 9 de diciembre del 2018 por 1´729,028 electores en 39 distritos de las regiones de Apurímac, Ayacucho, Callao, Cusco, Huancavelica, Huánuco, Lima, Tacna y Ucayali. Desde el 2011, se utilizó en catorce procesos.  El voto electrónico no Presencial, no ha sido ajeno, por lo general, para procesos internos institucionales, ha sido utilizado en 138 procesos donde la ONPE compartió asistencia técnica.

La graves circunstancias de la pandemia, motivaron a una legítima autoprotección, para evitar las aglomeraciones y esto tuvo incidencia importante en el incremento del ausentismo al acto de votación, comprensible y que no debe debilitar la legitimidad de nuestra democracia desalentando la participación ciudadana, por lo que se hace no sólo necesario sino imprescindible, buscar alternativas y algunas de ellas ya las tenemos, la carencia de voluntad política no fuerza su implementación en desmedro de nuestra propia institucionalidad democrática. En el contexto actual se ha implementado el teletrabajo, la teleducación, la tele salud, diversos son los servicios digitales que tanto los sectores públicos como privadas disponen a favor de los ciudadanos. Las compras en línea, los servicios bancarios muestran un proceso de digitalización en crecimiento y sin marcha atrás. Nuestra democracia no puede estar relegada, compartiendo experiencias foráneas y nuestra focalizada experiencia, evidencian la importancia de la oportunidad en los resultados electorales, la sustantiva merma de los votos viciados, la optimización y simplificación de los procedimientos electorales, acaso no vienen a reforzar nuestra débil democracia.

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