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Asamblea Constituyente 1978: Poder del pueblo

Por: Edgard Norberto «Beto» Lajo Paredes     

El 28 de julio de 1978, Víctor Raúl Haya de la Torre, ungido presidente de la Asamblea Constituyente, dirigió un conceptuoso e histórico mensaje al país. Antes, damos a conocer entretelones de su elección. La Célula Constituyente Aprista, le propuso a Genaro Ledesma Izquieta postular a dicho cargo con apoyo de los 37 votos apristas; no aceptó, porque los comunistas, no iban a votar por él. Los camaradas, ofrecieron la presidencia a Luis Bedoya Reyes, quien rechazó la oferta y dijo, “a quien le corresponde presidir la Asamblea Constituyente, es a Haya de la Torre: ha obtenido la primera votación, no ha ocupado cargo público y toda su vida ha sido encarcelado, perseguido por sus ideales, además la Constitución podíamos hacerla con el APRA y no con los marxistas”.

En las elecciones constituyentes de 1978, se introdujo por primera vez, el voto preferencial, el argumento dado por uno de los integrantes del JNE: “es para descabezar a las cúpulas partidarias”, lo curioso, todas las listas de candidatos de derecha y extrema izquierda, aceptaron el voto preferencial e hicieron propaganda individualista, la excepción fue el APRA, en la que los 100 candidatos de su lista, hicieron campaña a Haya de la Torre, por el C-1, ninguno hizo campaña personal, habiéndose presentado casos de ejemplar lealtad: en la mesa donde votó el gran líder Ramiro Prialé, nadie votó por Prialé, ni él mismo, todos marcaron el C-1, incluido Prialé; en la mesa donde votaron los padres de Héctor Vargas Haya, candidato en la lista aprista, no votaron por el hijo candidato, lo hicieron por Haya de la Torre. Fue la última vez, que el APRA mostró su disciplina cívica extraordinariamente.

LA HORA DE LA GRAN TRANSFORMACIÓN

Cuestionó el absurdo voto preferencial e invocó la frase de José Martí: “Cuando el sufragio es ley, la Revolución está en el sufragio”, dijo: “Se nos ofrece, en 1978, la oportunidad de realizar aquella ‘Gran transformación’ con que soñamos las juventudes rebeldes de 1923 y por la que vivieron luchando y muriendo con gloria, millares de peruanos en los últimos cincuenta años”, agregó: “Nos aguarda la tarea de cristalizar, en principios precisos y en instituciones modernas, esos ideales de democracia y justicia social, de Pan con Libertad, que fueron guión y bandera de varias generaciones de nuestro País”, hace mención a la unidad del “Pueblo-Continente Indoamericano”, habla “de las profundas diferencias que median entre una época de predominio dictatorial y oligárquico y otra de despertar y presencia del pueblo.” Las anteriores Cartas Políticas, se hicieron para arrinconar al adversario de ayer, y para otorgar poderes ilimitados al caudillo vencedor.

SUPREMO PODER CONSTITUYENTE

Con claridad señaló: “Esta Asamblea encarna el Poder Constituyente y el Poder Constituyente es la expresión suprema del poder del pueblo. Como tal, no admite condicionamientos, limitaciones, ni parámetros”, añade: “Cuando el pueblo se reúne en Asamblea Constituyente, que es el primer poder del Estado, vuelve al origen de su ser político y es dueño de organizarse con la más irrestricta libertad, nadie puede fijarle temas, ni actitudes, como no sean sus propios integrantes por la expresión democrática del voto. No reconoce poderes por encima de ella misma, porque es fruto indiscutido y legítimo de la soberanía popular.” Los pasados congresos constituyentes, se sometieron al poder de turno, ello no sucedió con la Asamblea Constituyente de 1978.

TRABAJO, AUSTERIDAD Y CONSENSO

Con énfasis planteó: “La Asamblea está obligada -por respeto a los millones de electores que en ella depositaron su confianza- a un trabajo infatigable y fecundo y a una austeridad sin mácula. En este País tantas veces socavado por honda crisis de moral pública, los Representantes del Pueblo deberán ser paradigma de limpieza. Como la mujer del César, no sólo deben ser honrados sino parecerlo”, continúa: “Es obvio que la búsqueda de armonía y coincidencias que ofrezcan al texto constitucional un amplio consenso, no significa, de modo alguno, el abandono de posiciones ideológicas ni de ideas ni programas”, reconociendo la importancia del debate, dice: “Es más, una Constituyente resulta palestra natural para la confrontación de posiciones, un planteamiento polémico de diversos caminos. Pero si queremos que la Constitución resulte válida para los más amplios sectores nacionales, debe concebirse como un documento que conjugue propósitos superiores y comunes. Una Constitución no legisla para un Partido, ni para un sector, sino para todo el Pueblo y debe procurar la concordancia constructiva de aspiraciones fundamentales.”

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