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Ante la fatiga democrática

POR: Vicente Antonio Zeballos Salinas   

“Contra las Elecciones, cómo salvar la Democracia”, hubiera sido un buen encabezado para este artículo, generando controversia y ciertos equívocos, pero nuestra intención es proveernos de institutos que fortalezcan nuestro sistema democrático; ese entrecomillado, responde al título del libro de David Van Reybrouck, resultó tentadora su lectura, coincidiendo con el momento electoral que compartimos. Un elector apático, improvisación en las candidaturas, liderazgos sin compromisos sustantivos, agrupaciones político partidarias debilitadas, ausencia de una agenda pública nacional, autoridades electorales con marchas y contramarchas, debates electorales superficiales, y todo ahonda en golpear nuestro sistema democrático. Lo que nadie quiere, y es nuestro deber, que este barco democrático alguna vez naufragué.

Las debilidades que podamos tener como sociedad no son ajenas a otras realidades, aún las llamadas democracias sólidas tienen sus problemas, ni muy diferentes a los nuestros. Un punto como referencia, el ausentismo. Era difícil imaginar la insurrección del trumpismo en EEUU o el movimiento social en Chile.  Aún en el contexto pandemia Covid-19, el nivel de participación electoral ha sido el más alto en los últimos cincuenta años en el caso de Estados Unidos, aún con un 34% de ausentismo; Chile, conocido como uno de los países con participaciones en elecciones más bajas del mundo, el presidente actual fue elegido con menos del 50% en el 2017 y en las elecciones de gobiernos locales en 2016 votó solo un 35%.

En nuestro país, en las elecciones Congresales de Enero pasado un 25% de electores no fueron a votar, siendo obligatorio. El promedio de ausentismo en sistemas comparados en general, oscila entre un 30 y 40%. Estas evidencias no pueden quedarse en el dato estadístico o en el exclusivo debate académico, hay un distanciamiento o desánimo democrático por los ciudadanos. Anota David Van Reybrouck, construyendo su propuesta, “la democracia tiene un grave problema de legitimidad cuando los ciudadanos dejan de querer participar en su proceso más importante, la votación en las urnas. El individualismo y el consumismo han socavado hasta tal punto el compromiso crítico del ciudadano que su fe en la democracia se ha convertido en indiferencia”.

Van Reybrouck, para superar esta fatiga democrática, nos alcanza una propuesta provocadora, en vez de elecciones democráticas, éstas deben sustituirse por la elección por sorteo; es decir, una democracia aleatoria. De la que ya habla Rousseau refiriéndose sobre Atenas, un doble procedimiento que combina el sorteo y elección, un sistema que disfrutaba de legitimidad y muy eficiente. En 1985 propusieron para Estados Unidos, la elección de ciudadanos voluntarios de las listas existentes de jurados populares y estos pudieran ser parlamentarios por tres años. Algunas premisas en que sustenta su posición de autoridades por sorteo:

  1. El fundamentalismo electoral es la creencia inamovible de que la democracia sin elecciones es impensable; consiste en creer que las elecciones son la condición necesaria y fundamental para poder hablar de democracia.
  2. Limita el riesgo de corrupción, rebaja la fiebre electoral e incrementa el interés por el bien común. Algunos ciudadanos elegidos por sorteo no tendrán la experiencia de los políticos profesionales, pero tienen algo distinto: libertad. No necesitan ser elegidos ni reelegidos.
  3. El sistema de elecciones hace que el largo plazo y el interés general cedan ante el corto plazo y los intereses de partido.
  4. Devuelve la política a la ciudadanía: la diferencia elitista entre gobernantes y gobernados desaparece por completo.
  5. El sorteo proporciona una representación más transversal de la sociedad.

Una propuesta, que no necesariamente la compartimos, pero si nos permite visualizar un panorama diferente, para una mejor y mayor reflexión sobre nuestro sistema electoral y la democracia misma. Las cosas evolucionan a un ritmo sin precedentes, excepto nuestras instituciones, aun cuando nuestros ciudadanos tienen una mejor formación, mejores insumos para informarse. Es necesario y pertinente, hacer que nuestras formas democráticas se corrijan, se adecuen a los nuevos tiempos, sin trastocar su esencia, siendo más inclusivas, dinámicas, y que nos dote de permanente legitimidad democrática. “El pueblo está molesto. De un modo clamoroso la legitimidad del sistema representativo electoral ha sido puesta en cuestión. La política abre sus puertas o en un futuro no muy lejano unos ciudadanos furibundos las abrirán”.

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