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¿Acaso somos libres y lo seremos siempre?

“Si la libertad significa algo, será sobre todo el derecho a decirle a la gente aquello que no quieren oír” – George Orwell

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ    

Cada 28 de julio, en todos los rincones del Perú, en el papel, en el discurso y en el ensalzamiento de los símbolos patrios, recordamos que en 1821, alrededor de las 10 de la mañana, San Martín abandonó el Palacio de los Virreyes acompañado de los “dignatarios favoritos del virrey” tanto de la Universidad de San Marcos, como además de los altos prelados de la Iglesia, y oidores de la Real Audiencia de Lima, dirigiéndose a la Plaza de Armas de Lima, para proclamar la Independencia del Perú, con la presencia también de jefes del Ejército Libertador.

Independencia, que por cierto fue un largo proceso que duró algo más de cinco años, entre septiembre de 1820 en que desembarcó en Pisco San Martín, hasta diciembre de 1824 en que la misma se sella con la Capitulación de Ayacucho de las fuerzas españolas, pero que según muchos historiadores fue sólo para Lima, siendo un cambio de la dominación extranjera por una “nacional”. Criollos por españoles, y más explotación de los indígenas, a tal punto, como nos lo dice Basadre que: “La estructura social queda efectivamente intacta” y la condición de las masas populares “empeoró durante la república”.

En realidad, los criollos siguieron manteniendo sus prerrogativas e incluso las ampliaron, pasando a depender económica y financieramente del imperio inglés. Al respecto, cabe señalar que hay quienes explican la independencia tanto del Perú, como de las otras colonias suramericanas, en razón a una lucha de mercados: la política de España obstaculizaba y contrariaba totalmente el desenvolvimiento económico de las colonias al no permitirles traficar con ninguna otra nación –léase Inglaterra–, acaparando exclusivamente, el derecho de todo comercio y empresa en sus dominios para los godos españoles y sus criollos.

Ahora bien, volviendo a nuestros días, cabría preguntarse si como nación: ¿somos realmente libres? …Y la respuesta está ligada al concepto de soberanía, entendida como el derecho no negociable de un país para determinar su organización política, jurídica, económica, militar, social, etc. de manera que un país es soberano en la medida en que sea autónomo e independiente.

¿Hasta qué punto se ha logrado? ¿Somos verdaderamente independientes? A simple vista la respuesta sería un sencillo sí, porque no somos colonia de ningún estado, elegimos y tenemos “nuestro gobierno” que no manda a plenitud y está sujeto a los altibajos de los intereses.

¿Podemos creer que somos libres en una sociedad regida por bancos y grandes corporaciones multinacionales, en una sociedad en la cual los políticos no son más que tristes títeres a los que nos dejan elegir cada cierto tiempo, para que pongan la cara y puedan esconderse tras ellos los poderes económicos que, con los grandes grupos mediáticos ya no están más al servicio del poder? ¡Hoy son el poder, que mueve los hilos que condicionan nuestras vidas!

¿Podemos creer que somos libres, independientes y soberanos, cuando vemos que nuestros aires, campos y mar pertenecen en la práctica a compañías extranjeras, muchas de ellas propiedad de estados vecinos?

Reflexionemos respecto a lo que somos ahora. Procuremos estar orgullosos porque el Perú, cuenta con muchos recursos naturales, pero también procuremos contar con excelentes y creativos seres humanos, que construyan  a lo largo y ancho del Perú,  con comprensión, tolerancia y  respeto un nuevo porvenir, que nos permita, ser verdaderamente libres e independientes para construir juntos un bienestar en el que quepamos todos, en igualdad y con justicia social, no únicamente en el papel y el discurso, sino, en la realidad y en la práctica de nuestra existencia para cantar alguna vez en el futuro a toda voz con orgullo pleno y real: ¡Somos libres, seámoslo siempre!

Y cabría también cavilar en cuanto la validez y triste actualidad de la reflexión de Simón Bolívar, en su Carta de Jamaica: “El Perú encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la santa libertad: se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas”.

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