Zavalitas, Sanchos y Quijotes (II)

“Sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas” - Mario Bunge

POR: CESAR CARO JIMÉNEZ    

Hay tantas respuestas a la famosa pregunta de Zavalita en “Conversación en la Catedral”, respecto a cuándo se jodió el Perú, como intelectuales, corrientes políticas, etcétera, existen. Lo negativo es que cada “Zavalita” generalmente esgrime su “verdad” sin detenerse a escuchar el dicho de los otros, a tal punto que muy bien podrían calificarse a los de uno y otro lado como modernos inquisidores, a muchos de los cuales se podría  muy bien definir, imitando a Tomás de Aquino, como “Homo unius libri”;  («Un hombre de un solo libro»),  frase que indica el temor que se tiene, –sobre todo a los hombres o mujeres con poder–, quienes sólo han leído un libro solo, lo han entendido mal, pero creen saberlo todo. ¡Abundan en nuestro medio!

Y ahí vemos que los “Zavalitas pensantes” tanto los que se denominan de izquierda como de derecha, se atrincheran en sus posiciones, en sus credos, en sus profetas, en sus santos y en sus profecías y odios, descalificando cualquier posibilidad de diálogo o entendimiento. Para unos, el “mando nace de la punta del fusil y salvo el poder todo lo demás es ilusión”; para los otros nace de la “inviolabilidad de la propiedad y las leyes, además de la mano invisible del mercado”.  Posiciones que hoy se reducen desde la denominada Guerra Fría, a dos extremos: comunismo (izquierda) y capitalismo (derecha), ambos en gran orfandad porque la gran mayoría a lo largo y ancho de esta desconcentrada comarca llamada Perú, donde la mayor parte de la riqueza está en manos extranjeras, los restos se los disputan los “sanchos” aprovechando que la sociedad actual se caracteriza bien por el  populismo, bien por el  apasionamiento por determinados personajes, bien por la falta de propuestas, bien por la mediocridad extrema.

Aspectos, que usando los enunciados de Popper podríamos calificar dentro de lo que denomina el espíritu de la tribu, porque los “sanchos” –entre los cuales también muchos tenemos que incluirnos–, caminamos por la senda de lo que nos venden como “lo correcto”. Casi nadie es capaz de separarse del rebaño para analizar la problemática que vivimos y aceptamos cotidianamente: la corrupción, el engaño, la mentira. ¿Por qué lo hacemos? Quizás sea por miedo, inseguridad, incultura, conveniencia o simple falta de capacidad o de talento. Los rasgos distintivos de la “tribu” a la que pertenecemos, querámoslo o no, parecen anular o conspirar contra toda iniciativa o reflexión individual que intente ir contra el orden, hipocresía o corrupción existente, haciendo que muchos intelectuales, en lugar de hacer oír su voz crítica sobre el presente, se refugien en el pasado, posición cómoda y tal vez cobarde, pero comprensible al ver que el abuso y la corrupción no reciben generalmente castigo alguno o es demasiado leve.

Porque la sociedad actual vive de ilusiones y mentiras abonadas por una educación anodina, y los contenidos de las redes sociales y de la denominada “caja boba” que han logrado que el individuo acepte sin remilgos la situación actual en todos los rubros, a tal punto que cuatro libros pueden explicar la problemática: 1984, de George Orwell que describe al “Hermano Mayor” que todo lo ve y lo controla; La Naranja Mecánica de Anthony Burgess, donde la violencia es pan de cada día socialmente aceptada; Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, novela en la cual los libros están prohibidos y son quemados. (Y no necesitaran hacerlo porque ya casi nadie lee), y Un Mundo Feliz de Aldous Huxley, que relata una sociedad futura dividida en castas, en la que las mentes humanas, deseos, pensamientos y credos están condicionados…

Pareciera que en lugar de intentar crear una sociedad moderna, avanzada y responsable se intenta todo lo contrario, tanto por parte –y ello no es solo de ahora–, de las autoridades de turno como de sus rivales políticos.

¡Y carecemos de Quijotes! Porque ellos no surgen en el rebuzno colectivo, sino en la lectura y en la reflexión de equipo. Ser Quijote no es el portar banderas y gritar eslóganes en grupo, es el opinar a pecho sin temor, yendo incluso contra las “verdades oficiales”. Es recuperar el espíritu de González Prada, Francisco García Calderón Rey, Luis E Valcárcel, José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre, José María Arguedas, Augusto Salazar Bondy, Alberto Flores Galindo, entre otros.

Y deberían, sobre todo, aquellos que aspiran a ser autoridades, dejar de lado las perezas, miedos, conveniencias, comodidades, y comenzar a leer, investigar y pensar por su cuenta con equipos escogidos, sin presiones para guiar y trazar el camino a seguir, lejos de los intereses subalternos, las verdades oficiales y los sueños sin sustento técnico y económico de los cuales tenemos innumerables ejemplos. ¡Porque, si no lo hacemos, Moquegua será una región fracturada e irrecuperable por más recursos con los que cuente, los cuales caerán en manos de la corrupción o de las “tribus” políticas!

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