¿Un Estado podrido?

No dejamos de ser un país desencontrado, no me refiero a su multiculturalidad, sino a la percepción y asunción de responsabilidades, cuando se tratan de acontecimientos del interior del país.

POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS   

“Todo el sistema político-institucional está podrido: 1.El sistema político 2.El régimen político asimétrico que pone al estado subsidiario al servicio de los ricos en desmedro de la sociedad y los ciudadanos 3.Los poderes del Estado están podridos, sobre todo el Congreso y Poder Judicial, el TC y la JNJ”, escribía estos últimos días el sociólogo Sinesio López, que difícilmente puede rebatirse su honestidad intelectual y académica, cuyo análisis se da bajo el contexto de la cruda y polarizada realidad de estos días.

Los acontecimientos de diciembre pasado, más allá de las habituales encuestas que proponían un país dividido, colocaron en la palestra el grave encono que históricamente arrastramos, el clasismo, el centralismo y el singular sesgo. Los lamentables fallecimientos, no despertaron la inmediata acción de las entidades públicas, las primeras planas de los medios o el unánime rechazo por los execrables hechos, lo que manifiesta miradas retrógradas e ingenuamente creídas superadas.

No dejamos de ser un país desencontrado, no me refiero a su multiculturalidad, sino a la percepción y asunción de responsabilidades, cuando se tratan de acontecimientos del interior del país. Hoy, el ojo de las críticas se dirige a la pretenciosa intención de autonomías, que más responde a la necesidad de construir respuestas que al convencimiento de su materialización, pero que sirve como perfecta excusa para soslayar la atención a las distintas movilizaciones, especialmente del sur.

Es cierto, también, que no se identifica un liderazgo o por lo menos quien centralice las decisiones y acciones, y claro tampoco se identifica una agenda clara y precisa, en verdad el motor de estas movilizaciones ciudadanas más va por la indignación, la postergación, el ninguneo.

El hastió que permitió que Pedro Castillo se convierta en presidente, de repulsar a la clase política que hasta entonces se adueñó de los destinos del país, y busco una luz de esperanza en lo incierto, en lo desconocido, que lamentablemente es hoy una estadística más en la incongruencia, ineptitud y corrupción. Si bien, cada día va mermando la objeción ciudadana, gradualmente retomamos la normalidad de siempre, confrontados, divididos, pero con la herida abierta que no acaba de cerrar.

En lo incierto del momento político, se tienen que dar respuestas, una ya la dio el Congreso y con el beneplácito del Ejecutivo, se van todos el 2024.

Otro sector, el que está en las calles, quiere que se vayan todos, pero ya mismo; querámoslo o no, de renunciar Dina Boluarte, asumiría José Williams, en su condición de presidente del Congreso, siguiendo la regla de la sucesión presidencial y este convocaría a elecciones; lo otro es que se adelanten las elecciones para este mismo año 2023, renunciando a reformas políticas, que consideramos está en lo posible, para ello se requiere acelerar los procedimientos de reforma constitucional, que implican dos legislaturas o en todo caso referéndum, aquí si no alcanzarían los tiempos.

Pensar que la proyección de elecciones al 2024, darían holgura para que el actual congreso acuda presto a priorizar las grandes reformas políticas, que permitan mejorar y adecentar nuestra representación política, es entregarle plátanos al mono para que los cuide, no lo harán y si lo hacen será para confundir los procesos electorales que vienen y maltratar nuestras débiles instituciones.

En la podredumbre de la que nos habla Sinesio López, pues nos encontramos con la representación parlamentaria, cual ilusos creyéndose aún que fueron los causantes de la vacancia de Pedro Castillo más no su particular torpeza política, que no acaban de reaccionar ni mucho menos corregirse como si no pasara nada en el país, y echando más leña a la hoguera de la inestabilidad, hace sus mayores esfuerzos por desentenderse de la realidad e intentar perennizarse en la función política, los temas de estos últimos días como la reelección, la bicameralidad o la persistencia en destruir la limitada institucionalidad de nuestro sistema electoral, no haces más que corroborar la urgencia de que se vayan y cuanto más pronto, mejor.

No se equivoca Sinesio López, hay un pueblo que reclama, que ofrenda la vida de sus ciudadanos, que exige un mejor destino para sus hijos, que quiere un país con justicia e inclusivo, y cuando debe ir a su encuentro, sale de su desconcierto un Estado torpe, ciego, insensible, incapaz de oler a pueblo, pareciera que no queremos darnos cuenta de la dirección a la que nos encaminan los acontecimientos, no solo de estas últimas semanas sino de estos últimos años, el riesgo es una derechización de la política, que implica acentuar privilegios y menoscabo de libertades o una permanente inestabilidad política que rompa con la paz social y nos inserte en un estado fallido.

Basta de adjetivos y de incidir con facilidad en posiciones extremas, una democracia se defiende y se sostiene con los valores y principio intrínsecos a ella; la clase dirigente, desde el Estado tiene que asumir la madurez y responsabilidad que la coyuntura exigen, mirando de frente y al interior del país, con la sobriedad del reto, con la sensibilidad del gobernante y la inmediatez de las circunstancias. Los lamentos ya no cuentan, cuentan las decisiones y es ahora.

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