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Pedro Suárez-Vértiz, la sociedad electrónica y la decadencia de la civilización

Pedro, a lo largo de su carrera, nos demostró que la grandeza está en la simplicidad, en ser fiel a uno mismo y en dejar una huella positiva en una sociedad que necesita muchos modelos a seguir, entre los cuales destacaba Pedro, a tal punto que me pregunto quién podría ocupar en algo su lugar como referente.

POR: CÉSAR A. CARO JIMÉNEZ

El reciente fallecimiento de Pedro Suárez-Vértiz ha dejado un vacío en la escena musical peruana y latinoamericana. Su partida ha sido una pérdida no solo para la música, sino también para todos aquellos que aprecian y valoran la humildad, la sinceridad y los logros alcanzados en una sociedad que cada vez más se rige por criterios comerciales y superficiales.

Pedro Suárez-Vértiz, conocido simplemente como Pedro o Pedrito, se destacó no solo por su talento musical, sino también por su modestia. A lo largo de su carrera, nunca buscó el reconocimiento ni la fama desmesurada. Su enfoque siempre estuvo en hacer buena música tal y como él la sentía y transmitir mensajes sinceros a través de sus letras.

A diferencia de muchos artistas de la actualidad y del ayer, Pedro optó por mantenerse alejado de los escándalos mediáticos y las estrategias de marketing. Él era consciente de que el arte no necesita de artificios para brillar, sino más bien de honestidad y pasión. En una sociedad en la que la imagen y la apariencia imperan sobre el talento y el contenido, Pedro fue un verdadero ejemplo de coherencia y autenticidad.

Además de su modestia, Pedro Suárez-Vértiz dejó un legado musical en el que logró transmitir sus emociones y sus preocupaciones de una manera sensible y directa. Sus canciones eran un reflejo de una realidad que muchos preferían ignorar: la soledad, la desigualdad social y la búsqueda constante de identidad. A través de sus letras, Pedro tocó fibras sensibles y despertó conciencias.

En una sociedad electrónica en la que la música comercial y el espectáculo vacío son moneda corriente, Pedro destacó por su profunda sensibilidad y por su capacidad de conectar con la audiencia. Sus melodías eran simples pero cautivadoras, y sus letras, llenas de una poesía sencilla pero cargada de significado, hacían que cada canción fuera una experiencia única.

La muerte de Pedro Suárez-Vértiz deja un claro ejemplo de la decadencia de la civilización actual. En una sociedad en la que pocos artistas se atreven a ser auténticos y a mostrar su lado más humano, Pedro fue un faro de luz en medio de la oscuridad. Su partida nos recuerda la importancia de valorar las cualidades profundas de las personas y de no dejarnos llevar por las apariencias y las superficialidades.

En un mundo en el que los likes y los seguidores en redes sociales se convierten en métricas de éxito, Pedro nos enseñó que el verdadero éxito se encuentra en la autenticidad y en el impacto que podemos generar en la vida de los demás. Su modestia, personalidad y logros nos invitan a reflexionar sobre lo que realmente importa en esta sociedad cada vez más materialista y alejada de los valores esenciales.

La muerte de Pedro Suárez-Vértiz es una gran pérdida, pero su legado perdurará en las mentes y corazones de aquellos que aprecian la verdadera calidad artística y humana. Su modestia y autenticidad son un llamado de atención en un mundo donde es fácil perderse en la superficialidad y el conformismo.

Pedro, a lo largo de su carrera, nos demostró que la grandeza está en la simplicidad, en ser fiel a uno mismo y en dejar una huella positiva en una sociedad que necesita muchos modelos a seguir, entre los cuales destacaba Pedro, a tal punto que me pregunto quién podría ocupar en algo su lugar como referente. (Por más que busco en las hornadas pasadas y en las actuales no encuentro a nadie que pueda ocupar o intentar suplir o reforzar el ejemplo que nos brindaba Pedro a pesar de las limitaciones físicas producto de su enfermedad).

Y todo en una sociedad que desde que comenzaron a popularizarse las computadoras electrónicas y, sobre todo, al introducirse Internet, contempla sin percatarse aun de sus alcances y riesgos, el nacer de una nueva utopía: la sociedad electrónica o virtual. Esta sería según resalta Bunge una sociedad en la que las relaciones cara a cara serían reemplazadas por comunicaciones a través de la pantalla supervisadas por el Gran Hermano Mayor del que nos habla Orwell: todos viviríamos en el ciberespacio.

Según esta utopía, la gente ya no se reuniría en esquinas, cafés, clubes, comités políticos, iglesias o carbonerías, sino que se comunicaría entre sí a distancia. En las empresas se eliminaría la sala de reuniones y las oficinas funcionarían sin papel. Las aulas se convertirían en talleres en los que cada estudiante estaría frente a una pantalla, sin ver jamás a sus instructores. Mejor aún, las aulas desaparecerían y todos aprenderíamos sin salir de casa. Las bibliotecas serían desplazadas por Internet y las canchas de fútbol por juegos electrónicos y ni siquiera habría músicos ni compositores dado que los mismos serían reemplazados por la Inteligencia Artificial.

Y ante ello, solo me queda decir: Descansa en paz, Pedro Suárez-Vértiz, ¡tu música y tu ejemplo vivirán o se necesitarán por siempre!

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