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Moquegua: ¿Cómo debería ser la ciudad que nos vio nacer?

“Una ciudad no está adornada por cosas externas, sino por la virtud de quienes la habitan” - Epicteto.

POR: CÉSAR A. CARO JIMÉNEZ   

Este 25 de noviembre, según algunos entendidos en temas de historia, se cumplen 481 años de la fundación española de Moquegua, fecha en que quizás sea propicio como ocurre con cada uno de nosotros en nuestro natalicio, para recordar cómo ha ido cambiando la ciudad en el tiempo, pero también para reflexionar sobre cómo queremos que sea la Moquegua del mañana, sobre todo considerando que en las próximas décadas se contara con ingentes recursos económicos, los cuales atraerán sin lugar nuevas oleadas migratorias con los consiguientes problemas.

Sin embargo, pareciera que las autoridades, tanto las salientes como las entrantes, no toman cabal conciencia de ello esperanzándose en que la ciudad por si sola mejorará en todo. Pero también veo y siento que en líneas generales ninguna organización social quiere comprarse el pleito de hablar en voz alta, señalando por ejemplo que está faltando compromiso con su historia y su patrimonio.

Digo compromiso con la historia, porque ese sentido de pertenencia con la ciudad que debe sentir todo moqueguano se va alejando de sus tradiciones, con algunas excepciones rescatables de parte de algunos jóvenes que quieren salvar los valores moqueguanos en todos los campos con apoyo de las grandes empresas mineras y ello es bueno, pero sería mucho mejor si las mismas se ponen de acuerdo para impulsar un Patronato Cultural que permita identificar y rescatar (léase reconstruir), el centro histórico.

Y aquí, cabe precisar que en su momento se deberá dejar de lado el farrago y separar el trigo de la paja, y optar por hacer algo parecido a lo que hicieron en su momento los egipcios cuando decidieron construir la represa de Asuán: identificaron el valor de los restos que iban a ser cubiertos por las aguas. Los valiosos los trasladaron a lugares seguros y el resto dejaron que desaparecieran. Algo similar deberíamos hacer en Moquegua, para dejar de estar anclados en el pasado. ¡Salvemos lo que es valioso y olvidémonos de aquello que hoy solo nos ocasiona trabas para tener una ciudad más moderna y hermosa!

Porque hoy, 481 años después de la fundación de la ciudad, las generaciones jóvenes deben apostar por su transformación. La ciudad debe ser de los jóvenes. En 30 años más vamos a tener muchos cambios: esperemos, ¡No! Logremos que el nivel educativo mejore sustancialmente su calidad en todos los niveles, propiciando que Moquegua tenga características similares a otras ciudades universitarias lo que permitirá más igualdad y que los grupos medios sean más fuertes, con más espacios públicos y un centro histórico sin automóviles, en una sociedad hiperconectada y menos contaminada con autoridades que piensen primero en los ciudadanos, los cuales a su vez tendrán la obligación de soñar una ciudad donde el compartir, el crear, el ser diferente, el vivir la intimidad, el gozar del silencio, se incorpore como esencial al tiempo libre,  y que a través de ellos se puedan encontrar, provocar e intercambiar experiencias. Donde el fallar, equivocarse, dudar, tener miedos, se considere algo normal y una etapa de crecimiento personal. Una ciudad donde la libertad se compagine con la existencia de límites, normas y leyes lógicas y justas. Una ciudad donde circule la información, donde el saber y el poder no estén separados ni en manos de determinadas personas y de sólo unas pocas. Donde la tecnología no sea un nuevo foco de exclusión a la que sólo acceden los que la conocen y poseen, sino donde los círculos científicos sean ambientes de aprendizaje donde se valore que lo fundamental son los procesos, más que los resultados. Una Moquegua donde se pueda recuperar la credibilidad y la confianza en la política y en los políticos u ofrecer una alternativa real, donde su palabra sea la nuestra y no la impuesta.

En consecuencia, una ciudad donde la ciudadanía no sea cliente, paciente, beneficiaria, administrada, sino colaboradora. Donde aumente la ilusión y el orgullo de sentirnos moqueguanos, orgullos de conocer a plenitud los hechos de nuestros héroes y el pensamiento de nuestros guías como J.C. Mariátegui, Mercedes Cabello de Carbonera, Luis E. Valcárcel, etcétera, que nos hagan cantar a pleno pulmón el himno de Moquegua, en tanto preguntamos qué pasó con Moquegua crece, que fue presentado como una nueva alianza pública-privada que procuraría crear un espacio para hacer realidad propuestas de desarrollo sostenible, con una visión compartida de largo plazo, que permitirán aprovechar el gran potencial agrícola, minero, pesquero y turístico de la región Moquegua, institución que fue oficializada en las instalaciones del Gobierno Regional de Moquegua, con presencia de la embajadora del Reino Unido, del embajador del Japón y altos directivos de Anglo American, de Mitsubishi Corporation, M.C. Inversiones Perú (MCIP), Anglo American y a la Corporación Financiera Internacional (IFC – miembro del Grupo Banco Mundial). Potencial que fue muy bien enfocado por Yasuharu Tanaka, (Gerente General de Mitsubishi Perú) cuando enfatizó que “Moquegua tiene un gran potencial de desarrollo en varios campos como la pesca, la acuicultura, el turismo y la minería. Moquegua Crece maximizará este potencial a partir del esfuerzo y trabajo colaborativo de los aquí presentes, convirtiéndose en un modelo de desarrollo territorial que será copiado en otras regiones”.

Pues bien, me temo, que no será copiado, sino analizado con ojo crítico como muestra cabal de que no se puede confiar en ciertas instituciones tanto públicas como privadas.

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