La crisis de valores

POR: FRANCISCO DIEZ-CANSECO TÁVARA

Si algo han puesto en claro las recientes entrevistas periodísticas de Pedro Castillo, es la enorme dimensión de la crisis de valores por la cual atraviesa la política en el Perú.

Según el “principio de gobierno” establecido por el filósofo griego Aristóteles en su obra fundamental “Política”, la existencia y el bienestar de cualquier sistema requiere la presencia de un elemento gobernante”.

Obviamente, no de cualquier elemento gobernante. Aristóteles vincula este principio a otro muy importante: el “principio de perfección” por el cual “el bien último o la felicidad del ser humano consiste en la perfeccionen la plena realización de su función natural “que para el filósofo no es otra cosa que “la expresión del alma involucrada con la razón”.

El desoimiento de las enseñanzas de Aristóteles, que es fruto de la propia naturaleza humana, se aprecia en un mundo en el que, más allá del enfrentamiento entre democracia y comunismo y autocracia, existe una depreciación moral de la política en donde actores corruptos, carentes de ideales y decididos a ejercer el Poder en su propio beneficio campean con impunidad y oportunismo.

En nuestra Patria, es obvio que la vigencia en las últimas décadas de gobiernos con esas infortunadas características sembró el caldo de cultivo para que un desinformado voto de protesta emocional llevara al Poder, a través de una cuestionada elección, a Pedro Castillo encabezando un partido político corrupto, con un programa de gobierno -no difundido- marxista leninista y un líder condenado judicialmente por actos de corrupción, privilegio que -aunque no tienen condena judicial- comparte con otros políticos y la cadena de Jefes de Estado que hemos tenido desde 1985.

A la protesta legítima de un pueblo harto de tanta inmoralidad e incompetencia social en el manejo de temas centrales como la salud, la educación, la justicia, la seguridad ciudadana y la lucha contra la pobreza, se sumó la manipulación de la información y el fraude descarado de ofrecer una “nueva Constitución” que ni siquiera tiene texto y cuyos conceptos comunistas se coligen del ideario de Perú Libre.

Todo ello, en competencia con ofertas vacuas y demagógicas -salvo honrosas excepciones-, sirvió para llevarnos al escenario aún más crítico por el cual hoy atraviesa el Perú.

Debemos seguir en la lucha por una democracia con ética y justicia social y sin corrupción. Sin detenernos.

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