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Julio Velarde entre el dólar y el oro

“El cementerio está lleno de personas imprescindibles”. -Napoleón Bonaparte

Por: César Caro Jiménez

No se puede negar que en las últimas décadas estamos experimentando o sufriendo una peligrosa pérdida de valores cívicos, como la solidaridad, el desprendimiento, el espíritu de sacrificio, el privilegiar el bien común sobre los intereses particulares, aparte de que no creemos en las instituciones, todo ello producto del denominado “pensamiento único” que hace que cuando alguien menciona la expresión “proyecto regional” o “proyecto nacional”, los fanáticos de la libre empresa y del librecambio lo acusen bien de comunista o cuanto menos de socialista. Les parece bien que los individuos y las empresas hagan planes, pero no que los hagan los gobiernos, los cuales deben dejarse llevar por la “mano invisible” del mercado.

Hoy, la política, enmarcada como la ciencia y el arte del acuerdo para gobernar, no se ve en ninguna parte. Ni en el ejecutivo, ni el congreso, aparte de que el país luce dividido, agotado y casi desesperado, a tal punto que pareciera que cunde o crece cada día más el “sálvese quien pueda” sin que se perciba una luz al final del túnel socio político actual.

Porque por el lado del ejecutivo no hay liderazgo ni ideas claras. Porque por el lado de una dividida y mediocre oposición aparte de falta de propuestas que los encierra en un status quo que hace recordar a la paradoja de Lampedusa: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, ruegan porque aparezca un salvador de la patria. ¡Busca un nuevo caudillo o un mesías!

No se percatan que desarrollo equivale en esencia a institucionalidad. Que un sistema político, que un Estado, no se basa en los individuos sino en las instituciones. Pero aquí, quizás desde los años aurorales de la República no respetamos ni fortalecemos a las entidades sino se sigue a ciegas a los caudillos, hombres que se caracterizan por sentirse omnipotentes y predestinados. No buscamos ciudadanos que, como decía Bolívar es un título que emana del respeto a las leyes.

Ese es a mí entender el caso del ratificado presidente del Banco Central de Reserva, quien sin lugar a dudas cuenta con el respaldo mediático de la gran prensa y de la mayoría de las caricaturas de partidos políticos que existen en el país, amén de los grandes organismos que dan sustento al actual orden económico mundial, el cual sea dicho de paso se resquebraja cada día más.

Pero veamos: ¿hasta qué punto, su gestión ha sido exitosa para el país, al margen de controlar vía la venta o compra de dólares, que dicha moneda no tenga grandes fluctuaciones?

Y para ello tengamos presente que el Perú ha sido durante los quince años que Velarde ha presidido el BCR, el quinto o sexto productor de oro en el mundo y ello sin considerar la producción informal que usualmente es contrabandeada, entre otros países por el Brasil, Bolivia, etcétera.

Ahora bien, del total de reservas que el Perú registra, ¿qué porcentaje está en oro físico, el cual tiene un valor intrínseco, cosa que no ocurre con el papel moneda denominado dólar el cual viene sufriendo una constante pérdida de valor de intercambio frente al oro? El porcentaje promedio oscila entre el 3 y el 4 por ciento durante todos los años de Velarde al frente del BCR.

Asumió la presidencia en octubre del 2006. Dejemos de lado ese año y vayamos al 2007, donde encontramos que al cierre del mismo el banco tenía reservas liquidas por un nivel de US$ 26,871 millones, de las cuales 913.6 millones (3.4%) eran en oro, estando en aquel entonces valorizada la onza troy en el mercado mundial en US$ 698 aproximadamente.

Nos preguntamos, haciendo un simulacro o ejercicio simple, reconociendo las implicancias que tiene el tener reservas en oro físico, tanto en lo que respecta a su comercialización como en su resguardo, qué hubiese significado para el país, si en ese año el BCR en lugar de estar preocupado tan solo en comprar y vender dólares, hubiese comprado oro hasta un 20% de las reservas. Ello en el papel hubiese significado que cerca de US$ 5,374 millones de las mismas estarían en oro, alcanzando a comprar 7,706 millones de onzas troy o aproximadamente 243 toneladas de oro fino.

¿¡Qué hubiese significado si esa cantidad de oro se hubiese mantenido como parte de las reservas hasta, –por ejemplo–, el año pasado!?

Que, considerando que la onza de oro troy al 2020 ha cerrado a US$ 1.974, nuestras reservas en dicho año en lo que respecta al oro tendrían un valor cercano a los US$ 15,456 millones y ello es, considerando el 20% de las reservas del año 2007 y no del 2020. ¿Se imaginan cuanto hubiese ganado el país si siempre se hubiera tenido dicho porcentaje en oro en las actuales reservas?

Y aquí cabe otra interrogante: sí para percatarse de todo lo anterior no se necesita ser un erudito en economía, porqué hasta la actualidad seguimos teniendo tan solo entre 3 a 4 por ciento en oro físico, hecho preocupante más aún si observamos las reservas en oro de otros países de la región y del mundo (ver gráficos), que ante el constante deterioro del valor del  dólar respecto al oro optan por buscar refugio comprando oro físico, en tanto aquí, el “imprescindible” Velarde prácticamente en los últimos quince años no ha comprado ni una onza de oro, haciéndonos totalmente dependientes del dólar norteamericano  y por consiguiente vulnerables en grado sumo.

Quizás sea hora de exigir que cuanto menos un 20% de las reservas estén en oro físico y evaluar más allá de los intereses empresariales y del imperio del dólar, si estamos en el camino correcto. Ejemplos para imitar y estudiar hay varios; como por ejemplo Polonia, sobre todo, en estos momentos, en que el país se encuentra amenazado por la apatía y enfrentamiento estólido de sus habitantes en base a pasiones antes que a razones. Frente a esta realidad, es necesario y urgente fortalecer las instituciones y organizaciones que tenemos o construir otras. Sólo así dejaremos de ser simples espectadores y pasaremos a ser protagonistas de nuestra propia historia. Sólo así empezaremos a cambiar el futuro que avizoramos nefasto. ¿La fórmula?  ¡Fortalecer nuestras instituciones y no a sus directivos del momento!

Porque sin verdaderas organizaciones políticas, gremiales, sindicales o profesionales que hagan sentir sus intereses y que sirvan de equilibrio y en algunos casos de rechazo o defensa a los grandes intereses y desatinos tanto de la derecha como de la izquierda ¿cómo podrá sobrevivir nuestra endeble democracia?

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