POR: NOLBERTO ARATA HURTADO
En 1879, cuando Chile inició la guerra contra nuestro país, no limitaba con nosotros, sino con Bolivia. En ese entonces, el último territorio peruano era Moquegua, que, creado en 1853, incluía Tacna, Arica y llegaba hasta Tarapacá.
Por lo anterior, Tarapacá tiene un significado especial para Moquegua, porque en su momento esos territorios estaban en nuestra jurisdicción. Es decir, la batalla de Tarapacá se desarrolló en territorio moqueguano y fue la primera y más importante victoria del ejército peruano frente a las huestes chilenas.
Esta batalla tiene significativa relevancia para el Ejército Peruano porque, a lo largo del conflicto, representó el único triunfo terrestre que hubo. Con excepción de Miraflores y Chorrillos, casi todos los demás enfrentamientos tuvieron resultados negativos para los nuestros, hasta que Cáceres lideró los combates con los montoneros, quienes infligieron varias derrotas al enemigo.
En la batalla de Tarapacá combatieron muchos moqueguanos que también acompañaron a Bolognesi en la defensa de Arica, entregando valientemente sus energías y, en muchos casos, sus vidas en defensa de nuestro Perú.
Manuel M. Zeballos, sargento mayor de infantería, fue un moqueguano que combatió en Tarapacá y otras batallas. Su cuerpo está sepultado en nuestro cementerio Águeda Vizcarra, y, hasta donde se sabe, ni las autoridades civiles ni militares le han rendido homenaje en las fechas conmemorativas de la batalla.
Manuel C. De La Torre Barbachán, también fue un moqueguano que luchó en la batalla de Tarapacá y es recordado en una institución educativa de Moquegua que lleva su nombre. En Torata hay un busto erigido en su memoria.
Vitaliano Becerra Herrera, torateño, también estuvo en la batalla de Tarapacá. En Torata le han dedicado un busto en su honor.
En la Avenida Mariscal Domingo Nieto (Malecón Ribereño) se encuentra el busto del Héroe Nacional de la Policía Nacional del Perú, Mariano Santos Mateo, quien, con valentía y a punta de bayoneta, enfrentó a los chilenos y rescató nuestra bandera nacional. Este acto infundió mayor valor a los peruanos, contribuyendo al triunfo. Lamentablemente, en los últimos dos años no se le ha rendido el merecido homenaje con ofrendas florales o presentaciones especiales de formación militar, como es costumbre.
En nuestra Moquegua, durante mi juventud, recuerdo que el B.I. 41 realizaba, en la zona del campo de vegetales y los cerros colindantes —por su similitud geográfica con Tarapacá—, una teatralización de la batalla. A las 10 de la mañana, recordando la hora en que comenzó el enfrentamiento en 1879, se escenificaban vívidas escenas de la batalla. Los soldados representaban a los ejércitos peruano y chileno. Era muy emocionante porque había disparos, bayonetas que parecían reales y hasta se simulaban muertes con derramamiento de sangre. Al finalizar “la batalla”, el triunfo peruano generaba abrumadores vivas y aplausos a los valerosos soldados.
Estas acciones motivaban una mayor identificación y cercanía de la población con nuestro ejército. Además, la proximidad del cuartel con la ciudad facilitaba estar al tanto de las voces de los centinelas durante la noche, los distintos toques musicales para levantarse, a la hora del rancho, las marchas en sus desfiles internos y porque lo que ahora es el barrio del Siglo era la zona de entrenamiento o pista de combate donde diariamente realizaban sus ejercicios.
Espero que estas líneas motiven al Ejército, a las autoridades regionales y municipales para que en el futuro se realice una gran celebración de la batalla de Tarapacá con la participación de militares, escolares y público en general, dando mayor realce a la identidad de la heroica ¡Tres Veces Benemérita a la Patria! que es Moquegua.
