¡Cuando los amigos se van…!

Y puedo decir que tanto Gustavo como Pancho sabían que la vida es corta como para estar pensando en riñas, odios, envidias, venganzas, competencias desleales…por ello no han sido aves de paso por esta vida, ¡han dejado huellas, rastros y recuerdo en el árbol de la amistad!

Por: César Caro   

En estas últimas décadas, muchos de los que hemos superado el promedio de vida en nuestro desconcertado país, creemos con Sartre, el filósofo, escritor, novelista, dramaturgo y activista político francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista, que la muerte, como el nacimiento, son inesperadas y absurdas. Se nace sin motivo, se muere por casualidad: la muerte es ruptura, quiebra, límite, caída en el vacío. Lejos de dar un sentido a la vida, le quita toda significación.

Muertes, que hoy en día producto de la pandemia y de los avances de la difusión de hechos por diversos medios de comunicación, nos estresa y nos angustia, a pesar que si comparamos la actual plaga con otras similares ocurridas en décadas pasadas, vemos que la misma a pesar de ser grave, no ha tenido –al menos hasta el momento–, las características de otras similares como por ejemplo la llamada “gripe española” que allá por 1918 mató entre 20 y 40 millones de personas, cantidad mucho mayor que en la actualidad en la cual la población mundial es casi el doble.

Pero este artículo, en si no es para razonar en cuanto la actual pandemia. Ocasión habrá si es que la vida nos acompaña. Este artículo tampoco quiere referirse a nuestros familiares, que hacen que una profunda nostalgia se apoderé de uno, cuando nuestros padres nos abandonan, o nuestros primos, o nuestros hermanos con quienes convivimos en muchas facetas de la vida y no menos doloroso es cuando los amores más íntimos se van por el sendero del no retorno.

En está ocasión, quiero en el marco de algunos versos de la canción de Alberto Cortez: “Cuando un amigo se va/Se queda un árbol caído/Que ya no vuelve a brotar/Porque el viento lo ha vencido…” recordar y brindar con “El duende manso del vino…”, por dos entrañables amigos que tan solo se han adelantado: por Gustavo Rodríguez Ostria y por Napoleón Francisco Chávez Salas.

A Gustavo lo conocí y traté en persona en estos últimos años, aparte de comunicarnos frecuentemente por teléfono o medios digitales, en función a intereses comunes respecto a lecturas y sueños compartidos entre los cuales destacaba el deseo de que pudiera hacerse realidad el denominado “Corredor Ferroviario Bioceánico Central”, aspiración que tenía máxima prioridad para él en su condición de Embajador en el Perú del Estado Plurinacional de Bolivia y que hasta el final de sus días le preocupó. Cabe señalar que gracias a su persona tuve ocasión de conocer y reunirme en dos o tres oportunidades con el actual presidente boliviano.

Cabe destacar que Gustavo, provinciano “orgulloso natural de Cochabamba”, era un destacado intelectual, economista e historiador boliviano y caballero a carta cabal que guardo silencio ante la traición de cierto personaje a los proyectos de integración Perú-Bolivia en tanto viajaba a Santiago de Chile a una reunión en pro de desarrollar otro proyecto que dejaba de lado a Bolivia y Perú. Tristeza que lo acompañó en sus últimos días, la cual por cierto se diluyó con el retornó de su partido político al gobierno de Bolivia.  ¡Ah! No puedo dejar de señalar que en una de las últimas conversaciones que tuvimos, me manifestó que esperaba superar su enfermedad para mudarse a Moquegua donde esperaba enseñar en la Universidad Nacional.

Y puedo decir que tanto Gustavo como Pancho sabían que la vida es corta como para estar pensando en riñas, odios, envidias, venganzas, competencias desleales…por ello no han sido aves de paso por esta vida, ¡han dejado huellas, rastros y recuerdo en el árbol de la amistad!

Y como voy a extrañar a Napoleón Francisco Chávez Salas, mi querido amigo Pancho…cómo no voy a recordar su hombría de bien, su desprendimiento intelectual y profundo desinterés económico, que le permitieron ser un excelente esposo y padre ejemplar, virtudes que se reflejaban en su profundo amor y preocupación por el desarrollo integral y racional de la región Moquegua. ¡Cuánta falta nos va a hacer en su condición de presidente de una empresa de energía en momentos en que está en riesgo la construcción de dos pequeñas hidroeléctricas!

Problemáticas últimas que fueron motivo de decenas de conversaciones, muchas de ellas en algunas de las bancas de la plaza principal, en las cuales me ilustraba en cuanto la historia y personajes de nuestro devenir político, económico y social, manifestando su preocupación por la profunda crisis que afronta nuestra región y el Perú debido a las carencias de su actual clase política.

Gustavo, Pancho, tan solo puedo decirles ¡gracias por su amistad, gracias por sus enseñanzas y gracias por haber sido mis amigos! ¡Amigos sin dogmas y con principios!

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