Alan García: Asamblea y Constitución de 1979

Por: Edgard Norberto «Beto» Lajo Paredes    

En el libro “La Revolución Constructiva del Aprismo” (2008), Alan García, escribe: “Una reflexión sobre el momento económico y político de la Constitución de 1979. Es imprescindible comprender que la Constitución recogió el ambiente promovido por el modelo del régimen militar y que se discutió dentro del ‘ciclo expansivo’ y en apariencia favorable del endeudamiento, cuando aún sus negativas consecuencias no habían hecho crisis.” (pág. 97).

Para García, la Carta Política del 79 se hizo en una etapa de crisis del modelo económico estatista de los años 70, luego, estalló la crisis de la deuda externa: parálisis de la industria, desempleo y recesión. ¿Nos está diciendo la Constitución 1979 no respondió a la nueva realidad surgida post crisis de la deuda externa de los 80?

LA DERECHA ESTATISTA 

Señala fallas de la Constitución del 79: “… se dio preponderancia a los derechos sociales y laborales, pero no se establecieron los deberes ni se promovió la inversión. Y ello se logró, a pesar de la importante presencia de sectores conservadores y empresariales en los debates, porque estos también participaban del optimismo del ciclo de expansión de la deuda”, agrega “el gobierno militar al convocar la Constituyente había establecido que la constitución ‘incorporaría los avances sociales logrados por la revolución’ lo cual fue aceptado como una condición para la transferencia del poder a los civiles” (pág. 98). “La estabilidad laboral aparecía como parte del sistema de estabilidad industrial y empresarial que el Estado garantizaba mediante el cierre del mercado y los abundantes subsidios y créditos a la inversión privada nacional. A empresa estable, empleo estable era el criterio” (pág. 99).

García denuncia, hubo estabilidad laboral y estabilidad empresarial, ambas estabilidades, generaron ineficiencia y fueron estatistas, porque fueron subsidiadas por el Estado, propiciando déficits.

FF.AA. Y ASAMBLEA CONSTITUYENTE 

En el libro “Contra el temor económico creer en el Perú”, respecto a la crisis y fracaso del Gobierno Dictatorial de las FF.AA., García, dice: “Era la gran oportunidad para demostrar que el experimento socializante era responsable de la crisis, del desempleo y del inmenso endeudamiento que los siguientes gobiernos deberían pagar”; continúa “Era la gran oportunidad de mostrar al país cuán negativo era el estatismo y cuán nocivo era no contar con capital y tecnología privados. De haberse hecho esto, los peruanos estarían claramente advertidos sobre el destino de esas revoluciones tropicales de discurso y de hambre”. (pág. 118).

Hace una revelación: “los militares, conscientes de la premura civil por ocupar el poder, y haciendo gala de maquiavelismo, negociaron con inteligencia y estrategia su salida, a cambio de su impunidad para la inmoralidad, la destrucción de la democracia y el horroroso endeudamiento del país”. (pág. 118 y 119). “Los militares, en el acto de mayor astucia de su gestión, negociaron su salida del poder con los grandes partidos civiles, incluida la izquierda comunista, convocando a una Asamblea Constituyente… Los civiles, atemorizados, no comprendieron que debieron ser los militares en retirada los que partieran de inmediato y sin condiciones.

Peor aún, los partidos democráticos e incluso los grupos conservadores aceptaron un ominoso encargo adicional de los militares. En el curso de los dos años siguientes institucionalizaron, según el decreto de su convocatoria, los ‘logros’ de la revolución militar, construyendo un proyecto constitucional para un Estado empresarial asistencialista en el peor momento, pues el Estado ya no tenía ningún recurso ni capacidad de endeudamiento para cumplir ese papel… en esta circunstancia se dejó a los dos gobiernos siguientes el peso de la deuda externa, la gravedad de la crisis productiva nacional; y, adicional y dramáticamente, el estallido de la violencia subversiva de Sendero Luminoso, el día mismo que los militares dejaban el poder. El año anterior el terrorismo había sido ocultado por los militares”, (pág. 119).

Retrospectivamente, García confiesa: “Visto desde ahora, tal vez lo peor de esa ‘negociación’ fue que no se hizo el enjuiciamiento público y nacional de la experiencia de esos doce años. Creo que eso hubiera ‘vacunado’ a algunos sectores de la población, que buenamente continuaron creyendo en la virtud de las revoluciones izquierdistas que proponen paraísos en economías como la de Robinson Crusoe, construidas sin inversión ni tecnología”. (pág. 119). ¿La Asamblea sirvió para encubrir a los militares mediocres y corruptos? ¿Por qué institucionalizar lo que estruendosamente, fracasó?

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