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Tocando fondo

Pedro Castillo y el Congreso han llegado al límite de tocar fondo, están destruyendo no solo la democracia y la investidura presidencial, sino también están dejando la economía del país a la deriva.

POR: JULIO FAILOC RIVAS    

El Perú está a la deriva, y parece que a muchos les importa muy poco. Según el objetivo de algunos, todo vale con tal de sacar al presidente Castillo del Palacio de Gobierno. Pero alguien se ha preguntado ¿Cómo quedará la investidura presidencial una vez que deje el poder?

Es cierto que el presidente Castillo resulta ser indefendible. Aparentemente carece de todo, y quizá nunca tuvo lo mínimo necesario para gobernar, que está rodeado de gente incapaz, pero también de gente de mala entraña y de malas mañas. Que no llegan a parecerse siquiera a la “banda del choclito”, dicen, a lo sumo si alcanzan a “pirañas”.

No se trata de defender a Pedro Castillo y menos a su gobierno. Se trata de nuestro país que está tocando fondo y va a la deriva, se trata de cómo quedará la investidura presidencial en el futuro, se trata de respetar la voluntad popular expresada en las urnas, así la diferencia sea de un voto.

Peligrosamente se está sentando un mal precedente para la democracia, si no les gusta el presidente elegido, los perdedores simplemente no lo reconocen e inician un plan demoledor hasta que caiga, sin importar que para ello tenga que violentarse la Constitución –como ya lo están haciendo– o en el mejor de los casos la modifican al antojo y al servicio de este propósito.

El ejemplo del presidente Castillo es emblemático, pero le puede suceder a cualquiera que no les guste a los grupos de poder o a las tres versiones del fujimorismo como lo fue en este caso. No aceptaron los resultados e inventaron un fraude que nunca pudieron demostrar; iniciaron un plan demoledor y sistemático contra el gobierno con la ayuda de la prensa concentrada y de sus socios; intentaron vacar al presidente dos veces, pero no lograron conseguir los 87 votos por el temor de perder su curul parlamentaria sin reelección a la vista.

Han logrado temerariamente, con ayuda de la Fiscal de la Nación, abrir una investigación a un presidente por primera vez en toda la historia republicana, cosa que nunca pudieron hacerlo con Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala. Hoy la Fiscal de la Nación lo emplaza como quiere e invaden Palacio de Gobierno, sin importar la investidura presidencial, lo obligan a comparecer en sus oficinas y para cerrar con broche de oro, le están preparando una absurda acusación constitucional en el Congreso por traición a la patria para su destitución; los resultados esperados por la oposición fujimorista y sus socios es que el presidente caiga como sea, pero con el suficiente cuidado de que no se muevan las calles y empiecen a exigir que se vayan todos, tal como lo señala los dos tercios de la población, según la última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos-IEP.

El circuito de la falta de respeto a la investidura presidencial se cierra –para el colmo de la gracia y de la mezquindad– con la negación del Congreso al presidente de un viaje a Colombia para la asunción de mando de Gustavo Petro con el argumento de los fujimoristas de que Pedro Castillo podría fugarse. Para la información de nuestros lectores, es la primera vez, en la historia republicana, que el Congreso le niega un viaje a un presidente de la República.

El Congreso perdió la oportunidad de vacar al presidente Castillo. Si hubiera sido el caso de una posible fuga, ¿acaso no hubiera sido una buena idea de dejar que Pedro Castillo se vaya del país y nos libre de tantos dolores de cabeza? ¿O lo de la vacancia es solo una finta que esconde detrás un plan siniestro de sobrevivencia a costa de una crisis permanente que tenemos que soportar todos los peruanos?

Pedro Castillo y el Congreso han llegado al límite de tocar fondo, están destruyendo no solo la democracia y la investidura presidencial, sino también están dejando la economía del país a la deriva.  Ha llegado el momento de las calles para exigir que se vayan todos y que no quede ninguno.

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