Primer día de clases del año escolar de 1971

POR: CARLOS CARPIO MONTOYA    

Mi primer día de clases cayó jueves; era el 1 de abril de 1971 y mis padres habían decidido que empezara mis estudios en el Jardín de Infancia N° 135, ubicado en el local del antiguo Núcleo Educativo Comunal de la calle Comercio 738, a tres cuadras de nuestra vieja casa de la calle Huamachuco.

Mi abuelo Manuel Montoya me acompañó ese primer día, con mi guardapolvo plomo y ansioso por empezar; lo primero que me llamó la atención fueron las viejas estructuras de madera, empapadas de petróleo para prevenir el deterioro de las polillas, y al sentir el crujido de la madera bajo mis pies me imaginaba que estaba siguiendo los pasos de dos generaciones de mi familia que habían estudiado en este local, donde hasta 1956 funcionaba el colegio secundario Deán Valdivia.

Los chicos de mi generación nos dividimos entre los únicos dos jardines de infancia de Mollendo, el Jardín N° 135 y el Jardín Bejarano (privado), luego de lo cual muchos de mis compañeros de Jardín me acompañaron en el Colegio San Francisco, donde terminamos en la promoción 1982.

Mi primera profesora fue la señorita Esther Casapía, madre de dos grandes amigos, Daniel y Orlando Valdivia Casapía; mi profesora puso mucho cariño y esmero es nuestro inicio escolar, matizando las primeras letras con juegos que teníamos en el patio, como un resbalón, columpio y subibaja; mi abuelo me acompañó en los recreos de los primeros meses para empujarme en el columpio y levantarme cuando me caía del resbalón.

Con el paso de los años mi Jardín se fue deteriorando poco a poco, para pena mía; se prohibió el acceso al segundo piso, pues las estructuras de madera podrían colapsar; no fue sino hasta el año 2018 que Tisur hizo suyo mi viejo Jardín y remodelaron completamente las instalaciones, cortando la cinta de inauguración dos grandes amigos, nuestro alcalde Richard Ale y Álvaro Galindo, director de Tisur.

Han pasado ya 53 años de mi primer día de clases y todos los 1 de abril aún escucho la frase que mi madre siempre repetía al inicio de cada año escolar: “el que estudia triunfa”.

 

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