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Presidente del Bicentenario

Castillo tiene que cerrar el frente interno en Perú Libre; los libertarios tienen que entender que la Asamblea Constituyente, por ejemplo, es un factor que genera desconfianza, tensiones y rupturas entre las partes, porque se muestra como “Caballo de Troya” en la nueva narrativa de los golpistas que quieren vacar a Castillo, siendo imperativo postergar --ojo, no abandonar-- esta demanda legítima hasta lograr un mejor momento constituyente.

POR: JULIO FAILOC RIVAS    

Más allá de los cuestionamientos, las heridas abiertas y la abundante sangre en los ojos de los que perdieron y que nunca terminarán de aceptar a Pedro Castillo –sea por el color de piel y extracción social o por el temor a que esta victoria implique un largo alejamiento del control del Estado por la derecha y/o la corrupción– Habemus Presidente del bicentenario. Un humilde campesino y rondero que sembraba lo que comía, predicador dominical de la fe cristina que se hizo –con esfuerzo propio– profesor de primaria y sindicalista, para luego convertirse en el hombre más importante y poderoso de ese país.

Sin embargo, la tarea más difícil del Presidente del Bicentenario no ha sido ganar las elecciones a todos los poderes fácticos, sino gobernar este país en las circunstancias actuales, donde no solo tendrá que lidiar con la pandemia, sus secuelas sociales y económicas, sino con los que quieren su cabeza apenas asuma el mandato y, también, porque no decirlo, batallar con sus aliados de Perú Libre que le exigen medidas radicales y una participación importante en el gabinete, limitando su capacidad de negociación para tener un gabinete de ancha base y mayor estabilidad de su gobierno para alejar el fantasma de la vacancia. En esa dirección parece error y hasta torpeza de los sectores más duros plantear un Congreso de Perú Libre días antes del Bicentenario, donde prácticamente exigen al profesor Castillo se pronuncie sobre temas polémicos del ideario de Cerrón innegociables; no solo podría generar tensiones con algunos partidos con los cuales hay que negociar una mesa Directiva Multipartidaria del Congreso, sino también al interior de Perú Libre –con la facción que lidera Vladimiro Cerrón– con riesgo de generar algunas rupturas que sólo favorecerían a la derecha y al fujimorismo en su intento de lograr una correlación de fuerzas para vacar al presidente Castillo.

A lo señalado hay que agregar que un poco menos de la mitad del país de tantas veces haberlo escuchado, cree que Castillo es comunista y que la convocatoria a Asamblea Constituyente –como lo señala en su carta abierta Hernando de Soto y levanta la prensa monopólica– es una estrategia marxista leninista cuyo propósito final es la perpetuidad en el poder, mientras la otra mitad de la población que voto por Castillo, tiene la expectativa de que en el país se den los cambios significativos que concreticen lo planteado en el mensaje de campaña “No más pobres en un país rico”.

Dura tarea tiene que enfrentar el Presidente del Bicentenario. La gran pregunta es ¿cómo lograr un equilibrio entre estos dos sectores políticos enfrentados que expresan demandas de una población dividida en plena pandemia y crisis económica?

En primer lugar, creo que se debe de persistir en las expectativas de cambio que demanda la población. No hacerlo, reiteramos, no solo podría atentar contra la gobernabilidad y el modelo económico, sino también contra el sistema que lo sostiene. En esta dirección, en el corto y mediano plazo requerimos reformas profundas en los sistemas de salud, educación, seguridad y justicia, y también apoyar a los sectores económicos más olvidados, postergados y ocultos en la informalidad, como la atención a la agricultura familiar y a las pequeñas unidades económicas que han quedado devastadas por la pandemia. Una buena señal sería poner en marcha el Plan de los 100 primeros días a los cuales el profesor Castillo y su equipo técnico denominan el Plan Bicentenario.

En segundo lugar, avanzar hacia los cambios propuestos de consenso mínimo con la mayoría de fuerzas políticas, descartando las propuestas que generan tensiones o antagonismos y que no ayuden al acercamiento de las partes. Previo a ello Castillo tiene que cerrar el frente interno en Perú Libre; los libertarios tienen que entender que la Asamblea Constituyente, por ejemplo, es un factor que genera desconfianza, tensiones y rupturas entre las partes, porque se muestra como “Caballo de Troya” en la nueva narrativa de los golpistas que quieren vacar a Castillo, siendo imperativo postergar –ojo, no abandonar– esta demanda legítima hasta lograr un mejor momento constituyente. Creemos que hay que construir ese momento y que, más allá de las correlaciones de fuerzas al interior del congreso, debe de ser expresión del consenso y gobernabilidad a favor de un nuevo contrato social.

En tercer lugar, requerimos de una reforma tributaria y un manejo responsable de la economía acompañado de mejores mecanismos redistributivos que den soporte a las reformas de los sistemas de salud, educación, pensiones y seguridad. Una reforma tributaria dialogada con los empresarios –por ejemplo, en la actividad minera como lo planteado por Jorge Manco Zaconetti, compatibilizando la coyuntura favorable de la elevación de precios de los minerales que Perú exporta con las necesidades de financiamiento para la puesta en marcha de las reformas planteadas–.  El entorno favorable de la economía internacional en los próximos años proyecta un crecimiento importante de los países con que mantenemos relaciones comerciales lo que podría facilitar las negociaciones en favor de una mayor recaudación tributaria. Para ello es importante contar con un gabinete del Bicentenario de ancha base, que convoque a los mejores cuadros profesionales y políticos.

En este contexto, no debería de negociarse la Presidencia de la PCM, para que ayude al profesor Pedro Castillo a garantizar que los cambios y las reformas propuestas sean implementadas. En cambio, el Ministerio de Economía y la presidencia del BCR –en el caso de que Julio Velarde renuncie– podría ser un factor de negociación y consenso con los sectores que desconfían del gobierno. Mientras, que las carteras relacionadas con la dimensión social del desarrollo –Salud, Educación, Inclusión, Transporte, Vivienda, entre otros– deberían de recaer en técnicos de izquierda, pues es donde mayor experiencia tienen.

El Presidente del Bicentenario debe de contar con la suficiente sabiduría para manejar la economía con la mano derecha, y poder distribuir y hacer justicia con la mano izquierda. Palabra de maestro.

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