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El adiós a nuestros muertos, sin despedida ni ceremonias

Escribe: Wilfredo Mendoza Flores (e-mail: wil.mendoza.flores@gmail.com)

A un mes de haberse iniciado el estado de emergencia nacional por la inesperada aparición de coronavirus en nuestro país, también en otros países desarrollados o del primer mundo en los que, esta terrible enfermedad ha causado pérdidas de vidas humanas, descalabro en la economía, suspensión académica o de las clases escolares, cierre de oficinas públicas y privadas; de otras actividades culturales, deportivas, sociales, etc.

A nivel regional las medidas dispuestas por el Gobierno para evitar la propagación el virus no han sido suficientes; pues gente inconsciente e irresponsable no acatan las disposiciones gubernamentales como el aislamiento e inmovilización social.

Al momento de escribir esta nota, a nivel nacional, según versión de Ministerio de Salud ya se ha producido 193 fallecidos, cantidad o número de personas que en comparación con otros países aparentemente son el número esperado; presumiéndose que habrá más fallecidos inevitables; pues se trata de personas que ni siquiera se conocen sus nombres y de que ciudades o localidades son.

En lo que respecta a nuestra región Moquegua, según datos oficiales, solo se conoce de 10 casos de personas contagiadas con el virus que han sido aislados; pero aún no hospitalizados, menos en cuidados intensivos, donde la cosa es grave, por cuanto su situación respiratoria está sujeta a los ventiladores mecánicos.

El fin de semana que pasó el Ministro de Salud Víctor Zamora expresó sin pelos en la lengua: “Algunos contagiados con el virus morirán en los hospitales, otros en sus casas y hasta en las calles”. Afirmación cruda y real desde todo punto de vista. Entonces va esta pregunta: ¿Los hospitales de Moquegua principalmente de Ilo y Moquegua) tienen suficiente capacidad para cobijar a personas infectadas? Existe la cantidad suficiente de ventiladores mecánicos para personas que requieran estar en las unidades de cuidados intensivos?

Si la población, fuera consciente y tomara en serio, no solamente obedecer y respetar las medidas de prevención, sino cumplir el aislamiento (cuarentena) e inmovilización social (toque de queda) responsablemente, evitando la aglomeración en las ferias y mercados para comprar productos alimenticios, como si ya se acabara el mundo, combis y taxis que siguen circulando; creo sin temor a equivocarme que estaríamos todos sin temor, ni angustia o miedo a las consecuencias de esta indisciplina social con el riesgo de contagiarnos y contagiar el virus a los demás. Se requiere que haya menos casos de personas contagiados, menos que hayan personas infectadas  en Unidades de cuidados intensivos.

Indudablemente que la muerte es inminente. Los días que vienen serán muy difíciles, si no se cumplen las medidas en esta época de emergencia sanitaria y estaremos cercanos a una forma del infierno. Más allá de las  medidas gubernamentales y la indisciplina cívica, e irresponsabilidad: nos enfrentamos a un enemigo  invisible cuyas consecuencias son devastadoras. Pero no es un solo enemigo.

El principal enemigo es la ineficacia e irresponsabilidad premeditada de gobernantes anteriores corruptos que no previeron ni planificaron obras de gran interés para la ciudadanía. Por eso estamos débiles. La corrupción es un viejo virus que no hemos derrotado aún y sus resultados son imprevisibles.

El coronavirus, como pandemia declarada ha revelado que nuestro sistema de salud nacional, particularmente regional, está al borde del colapso, y con lo que sucederá en los siguientes días o semanas se notarán todas sus falencias y carencias. Recién cundirá las preocupaciones y las lamentaciones tardías.

Todas esas fallas estructurales, permitidas y alentadas por quienes gobernaban e intentaron “incansablemente” no tuvieron la visión necesaria para optimizar todo tipo de servicio de salud y educación pública de calidad; y es que, lo público es democrático y no simples anuncios y deseos que acostumbrar pregonar la clase política en decadencia.  Y ese actuar premeditado e irresponsable nos está pasando factura.

Tantas décadas de inacción y desprecio al sistema público, durmiendo el sueño de los justos, sin lograr un financiamiento importante, con privaciones y grandes sacrificios estamos sobreviviendo a duras penas, en medio promesas y paliativos que impone el llamado libre mercado; es decir los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres; porque nunca se asignó el presupuesto suficiente de acuerdo a las necesidades y requerimientos a la población que se encuentra en pobreza y extrema pobreza.

Hoy, esta generación emergente la está pagando y serán quienes juzguen y sancionarán próximamente en un tiempo no muy lejano.

Duele decir la verdad. El COVID 19 ya está originando angustias y lamentos insalvables. Muchas o algunas familias deberán prepararse para el adiós de sus seres queridos y amados. El amor será inútil, ni suficiente y verá pasar el triunfo de la muerte voraz. Muy poco se podrá hacer para proteger a nuestra población más vulnerable.

Es posible que algunos sean cercanos a nosotros. Inclusive, muy cercanos como son algunos de la familia. Acaso, nosotros mismos seamo9s la próxima víctima. Y el dolor reinará. Debemos preparar el corazón para ello. Pero, nadie está preparado, por más que lo espere la aflicción, la  resignación, la pena y la tristeza.

Ante ese período inaplazable, ante esta ola de sufrimiento o de angustia permanente, hay que comenzar a despedirse. Es que los muertos por coronavirus no tienen ceremonia del adiós. No se les puede hacer funerales para, juntos, acercarnos a la expiación.

El cortejo fúnebre será a distancia. Las lágrimas no mojaran el rostro afligido, ni habrá tiempo para una despedida final adolorida ante los cuerpos idos. Mueren en total soledad y sus cuerpos debilitados, heridos, muertos serán cremados. Morirán solos. Ni siquiera los aparatos florales ni las oraciones. La soledad de todas las soledades. Es la tristeza en sí misma por la pérdida del ser que ya no estará más.

Es por ello que estos días son también los últimos para muchas personas. Así de cruel y real. Aún no lo saben, o han comenzado a saberlo. O lo sabrán pronto y todo se derrumbará. El diagnóstico, tardío,  y el anuncio final bajo un lenguaje simple producirán un impacto indescriptible. Entonces, todo clamor será inútil. Nadie podrá salvarlos. Ni todo el amor del mundo. Ni todo el oro que han almacenado en vida.

Por el ello es vital que no bajemos la guardia, quedémonos en casa, solo salgamos en casos necesarios y muy urgentes. Repito quédese en casa y así venceremos la corona virus. En verdad se acercan días críticos y muy difíciles. Un adiós o una despedida final a nuestros muertos sin ceremonias por el maldito coronavirus. Duele decir o escribir una verdad en este caso.

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