POR: TERESA PÉREZ TORRES
A pesar de los errores del pasado, seguimos repitiendo patrones de comportamiento que nos llevan a momentos oscuros de la historia. El fascismo, el racismo, la homofobia y otras formas de represión siguen siendo una realidad en este mundo actual. No hemos aprendido de los errores del pasado y seguimos condenados a repetirlos.
La persecución a las personas LGBTQ+ es un ejemplo claro de ello. A pesar de los avances en la lucha por la igualdad y la justicia, todavía hay personas que son discriminadas, marginadas y perseguidas por su orientación sexual o identidad de género.
Desde que el mundo es mundo, la homosexualidad ha sido parte natural de la humanidad. En la época de Jesucristo, ya había personas que practicaban el sexo con personas de su misma sexualidad. Algunas personas pueden no saberlo, pero es importante recordar que la homosexualidad no es una novedad. Se estima que alrededor de 1.500 especies de animales exhiben comportamientos homosexuales. Esto nos muestra que la homosexualidad es un hecho natural y no una anomalía.
La iglesia ha históricamente condenado la homosexualidad, prohibiendo las relaciones entre personas del mismo sexo. Sin embargo, es paradójico que dentro de la propia iglesia haya habido numerosos casos de abusos a menores y comportamientos homosexuales. Esta contradicción nos plantea una pregunta: ¿cómo es posible que una institución que ha condenado la homosexualidad haya sido escenario de tantos abusos y comportamientos contradictorios?
Es importante reconocer, sin embargo, que la iglesia es una institución compleja y diversa, con muchos miembros que trabajan para promover la justicia y la compasión. Muchos miembros de la iglesia realizan labores sociales importantes, como la atención a los pobres, los enfermos y los marginados. Estos esfuerzos deben ser reconocidos y valorados.
Figuras como Platón, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Oscar Wilde y Virginia Woolf, entre otros, que, a pesar de su orientación sexual, han sido ampliamente reconocidos y respetados por su contribución a la cultura y la sociedad. La historia de estos personajes es un recordatorio de que la orientación sexual no define el valor o la contribución de una persona a la sociedad. Y que todos merecemos respeto, igualdad de oportunidades.
Es hora de que nos detengamos y reflexionemos sobre nuestras acciones y comportamientos. Es hora de que aprendamos de la historia y no repitamos los mismos errores. Es hora de trabajar juntos para crear un mundo más inclusivo, respetuoso y justo para todos.