POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ
Tras los últimos sucesos no tan gratos que han ocurrido en esta “comarca de desconcertadas gentes”: derrames de petróleo, nombramientos indebidos, renunciantes o renunciados ministros, entrevistas masoquistas, opiniones absurdas (ejemplo cesión de soberanía) y mensajes del inquilino precario de Palacio, muchos están intentando encontrar una respuesta a la pregunta de Zavalita en “Conversación en la Catedral”: ¿Cuándo se jodió el Perú?
Pregunta a la cual intente hallar un respuesta, escribiendo hace algunos años lo siguiente: Y en el caso peruano, al contrario de lo que ocurre con el del vecino país sureño, — y quizás ahí se encuentre parte de la respuesta a la conocida inquietud del personaje de Vargas Llosa–, comenzamos o nos seguimos jodiendo después de la guerra con Chile, que acabó o debilitó tanto a la incipiente burguesía peruana que no encontró mejor forma de subsistir que hipotecándose primero a los intereses ingleses, posteriormente a los norteamericanos y hoy hay quienes dicen que en gran parte a nuestro vecinos del sur. Y bien sé cuan necesaria es una burguesía ilustrada y fuerte económicamente para hacer crecer un territorio. superando los conflictos locales o regionales en pro de objetivos nacionales…y si conviene a su interés patrio, todos hacen lugar o fuerza común por el lugar o idea que por sus condiciones puede alcanzar mayor grado de desarrollo “por la razón o la fuerza” …
Y así vemos que, en tanto en el Perú, al contrario de Chile, siguió a pie juntillas las recetas impulsadas por el Consenso de Washington y del G7, que se apoyaba en tres grandes bases: en primer término, en una política macroeconómica sana, es decir: baja inflación, contención al máximo del déficit presupuestario y cuentas externas equilibradas. En segundo lugar, se aconsejaba a los países abrir sus economías y seguir el camino de la liberalización comercial y financiera. El tercer elemento consistía en privatizar y desregular la economía y promover el rol del mercado y reducir el rol del estado. ¡La planificación estatal se convirtió en un pecado, para lo cual se modificó la Constitución de 1979, sobre todo en todo lo relacionado a los capítulos económicos! Y conste que particularmente soy reacio a la formación de empresas estatales, pero ello no implica que el país no tenga participación en un mínimo de un 40% en la propiedad por ejemplo de las empresas mineras.
Perú, repito, siguió casi a la letra la receta y entre otras medidas: se privatizaron casi todas las empresas estatales las cuales fueron compradas en su mayor parte por extranjeros, entre los que hay, no nos olvidemos, capitales de origen chileno, colombianos, etcétera, dándose la paradoja que muchas de ellas han sido adquiridas por empresas estatales extranjeras.
Y todo ello en medio del silencio y/o colaboración de los Sanchos peruanos que han contribuido a la edificación de una sociedad en su mayor parte precaria o informal, que ha dado en está ocasión lugar al surgimiento de “frankensteins” tanto en la derecha “bruta, racista y achorada”, como en la izquierda dogmática, sectaria y anacrónica. En la primera reinan los intereses, el lucro y el racismo, en tanto que en segunda se imponen la lucha de los egos, los provechos individuales y la lucha por el poder. Ambos se distinguen o parecen ser encarnaciones de la filosofía de Sancho.
Por otra parte, en tanto Chile tiene objetivos nacionales de desarrollo desde hace varios lustros, el Perú carece hasta hoy de ellos. Y en torno a esto último caben una pregunta: ¿Creen que alguna de las grandes empresas existentes hoy en el Perú, con su producción orientada al exterior –salvo la Telefónica–, le puede interesar el país más allá de sus legítimos intereses empresariales? Y han logrado que la economía y las instituciones privadas marchen en “cuerdas separadas” respecto a las crisis políticas a tal punto que en estos últimos años de pandemias y crisis política han tenido gran parte de ellas suculentas ganancias en el marco de una serie de normas que tarde o temprano tendrán que ser analizadas y modificadas, en un mundo globalizado en el cual cada día se pierden más puestos de trabajo, como consecuencia directa del avance inevitable de la inteligencia artificial.
Y cabe preguntarnos en este momento: ¿dónde encontramos a los quijotes? ¿Continuará el péndulo histórico entre la derecha y la izquierda, que ha dado lugar a que hoy a lo largo y ancho del país, casi todas las autoridades sean sanchos con un perfil similar al del máximo funcionario público? ¿Dónde están los partidos políticos, sus supuestos paladines y sus equipos de asesores? Miro a un costado, al otro, arriba y abajo y no los encuentro…Y, sin embargo, no hacemos nada para intentar modificar tan crítica situación.
No pasamos de las proclamas o protestas momentáneas olvidando que no es problema del hoy, sino que lo arrastramos y lo seguiremos haciendo en tanto no resolvamos las dualidades abismales, racistas y sectarias que se dan entre Lima-Provincias, grupos sociales y económicos, costa-sierra, “blancos-indios”, castellano-quechua y/o aimara y otros tantos dialectos, catolicismo-otras religiones y otras contradicciones que hacen que no seamos un solo Perú unido y fraterno, sino muchos, divididos y egoístas que han hecho que casi todos los gobiernos de turno desde los años iniciales de la república fracasen en medio de la mediocridad, la corrupción, el remate de sus riquezas y las falacias de nuestra corrompida clase política que hoy se asombra ante el atrevimiento osado de un grupo “indecente y poco preparado” que intenta reemplazarlos. (Continuará)