Yo te vaco, yo tampoco

POR: JULIO FAILOC RIVAS   

Una pelea de nunca acabar entre el ejecutivo y el legislativo donde los bolsillos de los ciudadanos son los que pagan los platos rotos. La amenaza “yo te vaco” o “te disuelvo” parece más una bravuconada que una posibilidad real de ocurrencia entre los extremistas de izquierda y los de derecha en el seno del Congreso. Lo cierto es que, no vemos ni la voluntad de Pedro Castillo de disolver el Congreso y menos de los congresistas de vacar al presidente de la República, porque están más asustados de perder su curul que otra cosa. Lamentablemente, este juego tiene un efecto grave en el costo de la canasta familiar.

Las tensiones van a seguir porque la derecha no va a renunciar a su plan de demolición hasta que Castillo caiga solo. La posibilidad de que los congresistas se alineen e intenten vacar a Castillo solo se dará en el caso de que vean peligrar su curul, y esto sucedería solo si el Congreso estuviera en el vilo de la disolución. De allí que, Perú Libre seguirá jugando y provocando a la mayoría congresal con la cuestión de confianza hasta que pisen el palito y logren el empate técnico anhelado para colocar en una mejor posición al ejecutivo.

El oficialismo ante una intentona de vacancia tiene un “as bajo la manga”, la renuncia de Dina Baluarte con la consiguiente convocatoria a nuevas elecciones, donde no solo se iría Pedro Castillo, sino todo el Congreso de la República. Y, como lo hemos preguntado más de una vez en este espacio: ¿Habrá congresista que quiera inmolarse y renunciar a la paga de sus dieciocho sueldos anuales, completos, de casi cinco años? Estamos seguros de que por lo menos los veintiún congresistas de Lima y Callao que cobraron inapropiadamente el bono por “gastos de instalación” no lo harán.

El Congreso tiene claro que está entre la espada y la pared, y hace todo lo que puede para blindarse de una posible disolución. La interpretación auténtica de la Constitución para reducir las causales de la cuestión de confianza apunta en ese sentido, esto con la finalidad de reducir las posibilidades del Ejecutivo para hacer uso de esta facultad. Sin embargo, lo más seguro es que el Ejecutivo la observe, el Legislativo la apruebe por insistencia, luego se presente un recurso de nulidad ante el Tribunal Constitucional y, finalmente, éste lo declare “anticonstitucional” debido a que rompe el equilibrio de poderes.

La vacancia presidencial o la disolución congresal está más cerca de los ciudadanos y de las calles que del Congreso de la República o del propio presidente. Las calles están tibias y se van a inclinar hacia quien se desgaste menos.

Hasta ahora, la agresividad de la Derecha Bruta y Achorada (DBA) en contra de Avelino Guillén y el periodista Jaime Chincha, más los errores propios del Congreso les está pasando la factura, por lo menos así lo señalan todas las encuestas.

La popularidad del Ejecutivo se ha incrementado mientras que la del legislativo se viene en picada, y no es para menos, porque mientras el gobierno anuncia el bono Yanapay y el proceso de vacunación avanza aceleradamente, el legislativo aprueba contrarreformas antidemocráticas de cara a las elecciones del 2022, que a todas luces pretende que las cúpulas de los partidos terminen decidiendo sobre los candidatos, con el consiguiente negociado de los cupos.

Si el Ejecutivo y el Legislativo no van a avanzar en sus despropósitos de vacancia o disolución, lo mejor es que reduzcan sus bravatas y bajen el ruido político que solo afecta la estabilidad económica impactando en la ya debilitada economía de los ciudadanos… ¿hasta cuándo?  Esta bravata ya me está sonando a esa vieja canción de los “Yo te amo, yo tampoco”.

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