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13 febrero, 2025 7:12 pm

La ley del garrote americano

Ese orden mundial al que estamos ingresando nos afecta a todos, somos parte de un mundo globalizado, nuestra economía es interdependiente y aún más mono productiva, centralizada en la exportación de materias primas…

POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS     

Si bien andábamos distraídos con las medidas de Trump en la perspectivas de replantear verticalmente sus relaciones internacionales-incluso soslayando responsabilidades asumidas en Tratados celebrados con pleno ejercicio de su soberanía-, empezando con su entorno geográfico, la visita del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, volvió a colocar en primera fila de la escena mundial el conflicto Israel-Palestina, al alcanzar una inesperada propuesta para que Estados Unidos se hiciera cargo de la Franja de Gaza, reubicando a los más de dos millones de palestinos en Egipto y Jordania, lo que es abiertamente contrario al derecho internacional, la prohibición del uso de la fuerza es un principio jus cogens en el que se asienta la sociedad internacional post segunda guerra mundial, incluso el propio Tribunal Internacional de Justicia determino que Gaza es un territorio ocupado y que esta ocupación es ilegal(Israel) contraviniendo el orden jurídico internacional.

Sin salirnos de este contexto, y como ya antes lo hizo, Trump emitió una nueva orden ejecutiva sancionando a la Corte Penal Internacional por las decisiones asumidas contra Estados Unidos y aliados estratégicos, en este caso Israel, objetando expresamente las órdenes de arresto contra altas autoridades judías, las que se emitieron por sus responsabilidades en las graves violaciones a los derechos humanos, crímenes de guerra y lesa humanidad, cometidos en la Franja de Gaza; en dicho documento se solicita, también, que la Corte Penal no someta a su jurisdicción al personal de dichos países. Dentro de las sanciones se establecen restricciones financieras y limitaciones a la obtención de visados para viajar a Estados Unidos a autoridades y funcionarios de la Corte, incluyéndose a familiares inmediatos.

Dos decisiones concretas para compenetrarnos con la crudeza del nuevo orden al cual estamos ingresando, donde la prepotencia, arrogancia y verticalismo de las grandes potencias empiezan a adueñarse de la escena mundial, remeciendo la vieja premisa en la cual se acentuó el aparente multilateralismo y cooperación de la emergente Naciones Unidas (ONU), “la paz y seguridad mundial”. Basta precisar, que particularmente EEUU, siempre se ha definido con un doble estándar: en el 2003 sin autorización de la ONU intervino en Iraq, alegando que tenía armas de destrucción masiva y nunca logro demostrarlo, alentó la anexión de Jerusalén Oriental por parte de Israel y no llego a ser parte de la Corte Penal Internacional.

Palestina, está en conflicto desde que Naciones Unidas asumiera al Estado de Israel en 1948, contando con la humana y sensible decisión de la comunidad internacional bajo el “holocausto nazi”, que hoy lo olvidaron, pero sojuzgando la legitimidad del pueblo palestino que reclama contra la imposición de esta decisión, y cuando se va perfilando y concretando una salida ante una irrenunciable disyuntiva, un territorio dos Estados, surge esta abrupta iniciativa trumpista, que viene más bien a soliviantar una mayor confrontación, convirtiendo el conflicto en inacabable, cual se quisiera la excusa perfecta para establecer que quien toma las decisiones es precisamente EEUU, líder protagónico y excluyente, mirada propia de quienes no acaban de entender y asumir, que la dinámica mundial marcha a un ritmo acelerado y cambiante, con nuevos actores tan decisorios y trascendente que no se puede  evitar tomarlos en cuenta. China, tiene ojeriza con Taiwán, ojalá nos equivoquemos, pues está en la perfecta coyuntura de ocuparla y poco o nada podría hacer nuestra hueca gobernanza mundial, lo estamos percibiendo con la agresión de Rusia hacia Ucrania, reforzada con la amenaza de EEUU sobre Groenlandia, Canadá o el canal de Panamá. Es decir, tiempos del que puede y el que no, a aplaudir, ese teatro de operaciones lo está consolidando Trump, destruyendo nuestra limitadísima institucionalidad mundial, abriendo forados por doquier y dejando al mundo a despensas no sólo de ellos, sino de quienes pueda hacerlo, y ya no estamos en tiempo de bipolaridad.

La Corte Penal Internacional, esperanza de justicia internacional, enfocada en cuatro graves ilícitos: lesa humanidad, genocidio, crímenes de guerra y agresión, surge con el Tratado de Roma de 1998; cuando se consideraba que nunca más se apelaría a instituir Tribunales excepcionales como los de Nuremberg o Tokio, los sucesos de Yugoslavia o Ruanda, nos forzaron nuevamente a instituirlos, por ello y asumiendo con realismo la defensa de las libertades y derechos fundamentales de los ciudadanos en el mundo, se tomó la decisión de crear este Tribunal, pero con el carácter de permanente aunque con un traspiés inicial, países como EEUU o Israel no ratificaron su documento constitutivo. Sin embargo, aun con estas ausencias, no perdió legitimidad ni tampoco dejo de hacerse parte de la reclamada institucionalidad jurisdiccional, la mejor forma de entender la magnitud de su labor es la sistemática objeción norteamericana a su actuación y vigencia. La reciente decisión ejecutiva, bajo comentario, es un claro síntoma de que se trata de estructurar un orden sin fiscalización ni controles y que las decisiones que se asuman sean de exclusiva responsabilidad de sus impulsores, es decir, impunidad absoluta, para retroceder en nuestra historia y establecer una relación de Estados mandante y Estados obsecuentes.

Ese orden mundial al que estamos ingresando nos afecta a todos, somos parte de un mundo globalizado, nuestra economía es interdependiente y aún más mono productiva, centralizada en la exportación de materias primas; los problemas medioambientales, se generan en uno y afecta a otro o viceversa, nadie está excluido y sus consecuencias se proponen inadvertidamente; la tecnología informática está encimando la propia autonomía y soberanía de los Estados, ya el espionaje industrial, la guerra cibernética son materias comunes; la pandemia del Covid-19, sobrepaso nuestras capacidades y  forzó un interactuar como comunidad mundial, aun con muchos reparos, pero cuando creíamos que aprendimos la lección de esta situación límite, hoy y con prontitud estamos en modo regresión. La coyuntura internacional, no está para actitudes pasivas, demanda atención y acción.

Análisis & Opinión