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22 noviembre, 2024 8:01 pm

La decadencia de la política (VI)

Por: Cesar Caro Jiménez         

Escribía al finalizar mi anterior artículo que en el actual proceso electoral, –aunque cabría llamarlo mejor circo–, no había ni diálogo ni propuestas serias. Tan solo enumeración de objetivos sin decir o calcular el costo y cómo los lograrían. Lo que ha abundado son los adjetivos, la descalificación de la persona y las mentiras, a tal punto que pareciera que tanto los candidatos como sus seguidores viven en países o épocas diferentes, porque no hay lugar para coincidencias. La ausencia, crisis o decadencia de partidos políticos pasa aquí la factura, porque los candidatos son improvisados y priman las emociones negativas antes que las razones. Por un lado se recurre a incitar miedos ancestrales aprovechando la insania y torpezas de gobiernos cercanos como el venezolano y el cubano, para –con parecida política a la de los años de la guerra fría–, inflar o acrecentar el terror a los regímenes “comunistas”, poniendo en un segundo plano y/o ocultando que hoy el país que tiene más inversiones en el Perú y es el principal mercado de nuestros productos es la República Popular China, que se autodefine oficialmente  como una República socialista unitaria marxista-leninista​ gobernada por el partido comunista.

Aquí cabe resaltar que el embajador de China en el Perú aseveró que el Perú se ha convertido en el cuarto mayor socio comercial de su país en América Latina: “Desde la entrada en vigencia del TLC entre el Perú y China, en el 2010, el comercio total entre ambos países ha superado los 150,000 millones de dólares. Solo en el 2019, el comercio bilateral ascendió a 23,360 millones de dólares, es decir, 3.7 veces más que antes de la implementación del acuerdo”, precisando, además, “que en los últimos 10 años, la inversión total de China en el Perú alcanzó los 30,000 millones de dólares, es decir 10 veces más que en el 2009 y abarca diversos sectores como energía, minería, pesca, silvicultura, finanzas electricidad, infraestructura, entre otros”.

En minería recordemos que las empresas estatales chinas tienen la concesión de Las Bambas (Apurímac) y Toromocho (Junín), Marcona en Ica, Tintaya en Cuzco, aparte de que también tienen otros proyectos como Pampa de Pongo (Arequipa), Río Blanco (Piura) y Galeno (Cajamarca), que se pondrán en marcha en los próximos años. Cabría preguntar a todos los intereses empresariales que hoy atizan el miedo al “comunismo” y a quienes lo secundan por qué no objetan la presencia de las inversiones chinas en el Perú, o es que ellos son fieles seguidores de la frase de Vito Corleone en el “El Padrino”: “No es nada personal.

¡Negocios son negocios!”, recordando también de paso un diálogo en una de las obras de Shakespeare: “Maestro, quisiera saber cómo viven los peces en el mar. Como los hombres en la tierra: los grandes se comen a los pequeños”. Y, por último, no será que, –citando una vez más a Basadre, estamos más que nunca en manos “de los Podridos, los Congelados y los Incendiados. Los Podridos, han prostituido y prostituyen palabras, conceptos hechos e instituciones al servicio de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y de sus apasionamientos.

Los Congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nada más existe. Los Incendiados se han quemado sin iluminar, se agitan sin construir. Los Podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los Congelados lo ven como un páramo; y los Incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata”.  Visión trágica que en nuestros días pareciera que podría ser una funesta realidad.

¡No hay ideas ni búsqueda de un sano entendimiento! Por un lado, están los miedos y el odio entremezclados con complejos de superioridad y soberbia, que a través de la historia han desembocado en movimientos y represiones fascistas y por el otro los resentimientos, –justos o no–, atizados por el hambre, la incapacidad, la falta de trabajo y oportunidades de mejor salud y educación, que a su vez desemboca en protestas violentas seudo revolucionarias. Y lo curioso, irreal e incluso absurdo es que ambas dicen querer lo mejor para nuestro Perú, que comparten la misma bandera, el mismo himno e incluso una misma religión, todas ellas, lamentablemente, enmarcadas en la desconfianza mutua que no les hace prestar atención a la sabia reflexión de Deng Xiaoping quien, en 1978, enfatizó “No importa si el gato es negro o blanco, mientras pueda cazar ratones es un buen gato”.  Acá me temo que desde la época de los incas estamos fracturados como una nación sin objetivos y sin unidad, porque las distintas fracciones políticas o sociales en función de su primacía o intereses prefieren los “ratones” antes que al gato.

Y en tanto, no ocurra lo contrario seguiremos repitiendo estólidamente incluso con orgullo que somos mendigos sentados en un banco de oro, sin reparar en que la comparación es un insulto antes que un elogio.  ¡Pero somos así, a tal punto que celebramos las derrotas e incluso bicentenarios de una independencia en fechas inapropiadas! Nos encanta autoflagelarnos y engañarnos, creyendo por ejemplo que los recursos mineros son “nuestros”, en un momento en que el mundo entero se apresta a un cambio sustancial desde el punto de vista económico y tecnológico, por el reemplazo en la industria automotriz del petróleo y derivados por energía eléctrica, panorama en el cual el cobre tendrá un papel fundamental, algo que trataremos en el próximo artículo sin descuidar lo político, sobre todo que en nuestro tiempo las grandes masas ya no votan como antaño, por los “ingenieros, doctores y señorones”, que poco o nada hicieron por ellos, a tal punto que abundan como autoridades los “Castillos”, a lo largo y ancho del Perú, con la excepción parcial de ciertos distritos de Lima que tienen más semejanzas con el llamado “primer mundo”, que con nuestra cruda realidad, muy bien retratada por Nicomedes Santa Cruz en su décima “No me den…”

Análisis & Opinión