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La decadencia de la política (II)

“El caudillismo, que ha sido y es el verdadero sistema de gobierno latinoamericano...” – Octavio Paz

POR: CÉSAR A. CARO JIMÉNEZ   

En estos días de encrucijada o circo electoral más que nunca releo a Mariátegui a González Prada, a Basadre y a Morote, a la par que recuerdo algunas frases y/o pensamientos agridulces que creo vale la pena citar en estos momentos, como los expresados por Zavalita en “Conversación en la catedral”, que se pregunta “¿Cuándo se jodió el Perú?”, en tanto que ante la expresión dolida de Pablo Macera, respecto a decir que es un burdel, según algunos recibió un irónico comentario: “Pablito está equivocado, porque  dichos lugares están bien organizados…”

Y podría seguir citando innumerables párrafos de muchos intelectuales cuyas ideas y sentir no han perdido actualidad en gran parte, pero para no cansar al lector me limito a citar tan solo a quienes creo que hoy están más vigentes que nunca y que tengo la seguridad total de que pocos o ninguno de nuestros “ilustres políticos” los han leído y sobre todo comprendido: a José Carlos, que en “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” precisa que “El regionalismo no es en el Perú un movimiento, una corriente, un programa. No es sino la expresión vaga de un malestar y de un descontento…”

A Gonzales Prada, que aparte de señalar dolido que “En resumen, hoy el Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus”; recomendaba que “Hay que sanearse y educarse a sí mismo, para quedar libre de dos plagas igualmente abominables: la costumbre de obedecer y el deseo de mandar. Con almas de esclavos o de mandones, no se va sino a la esclavitud o a la tiranía”.

O a Basadre Grohmann advirtiéndonos sobre los “Tres grandes enemigos de la promesa de vida peruana: los podridos, los congelados y los incendiados. Los podridos han prostituido palabras, conceptos, hechos e instituciones al servicio de sus medros, de sus granjerías, de sus instintos y de sus apasionamientos. Los congelados se han encerrado dentro de ellos mismos, no miran sino a quienes son sus iguales y a quienes son sus dependientes, considerando que nada más existe. Los incendiados se queman sin iluminar, se agitan sin construir. Los podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca, los congelados lo ven como un páramo; y los incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja una gigantesca fogata. Toda clave del futuro está allí: que el Perú escape del peligro de no ser sino una charca, de volverse un páramo o de convertirse en una gigantesca fogata. Que el Perú no se pierda por la obra o la inacción de los peruanos.”

Y finalmente a Morote, quién en la parte final de “Réquiem por el Perú” escribe “Si algún día mi Patria renace, será una Patria donde la honradez sea una virtud a imitar. Donde el indio, o lo que quede de él, sea respetado. Donde el trabajo sea deseado. Donde la mentira sea mal vista. Donde el político sea probo. Donde el pueblo sea valiente y saque a patadas a los malos gobernantes sin esperar golpes de estado de una cúpula inepta o corrupta. Donde la Iglesia predique a favor de la justicia social y en contra del abuso. Donde se elogie al buen empresario, al intelectual, al artista y al obrero. Donde la arrogancia del que tiene algo sea aborrecido. Donde la violencia haya desaparecido y uno pueda andar sin miedo por las calles. Donde la basura se eche en su lugar. Donde se ayude al vecino. Donde las picaronazas, los delitos y crímenes sean castigados. Donde los militares, estén dedicados a sus labores castrenses. Donde la justicia sea rápida y honrada. Donde la educación sea deseada y los maestros respetados y bien pagados. En fin, si algún día mi Patria renace, se podrá exponer las ideas, por más absurdas que sean, con entera libertad, sin miedo a ser castigado o perseguido”.

Sin embargo, todo pareciera indicar, –una vez más–, que en el próximo proceso electoral a efectuarse el próximo 6 de junio no habrá lugar a debate sobre ideas y programas, sino enunciados y descalificaciones de una y otra parte, en base más a miedos que a razones. Hoy más que nunca el Perú está dividido, entre Lima y los grupos A, B y parte del C y el resto del Perú, entre el 30% de peruanos formales, ubicados en la mitad del sector C, y en la totalidad del D y E, en una ciudad que en muchos lugares no tiene nada que envidiar a otras urbes del primer mundo y cuyos integrantes gracias a su capacidad y preparación cuentan con los mejores trabajos e ingresos. Hechos que conjuntamente con el factor pandemia Covid 19) –que ha puesto al descubierto la carencia de respuestas y recursos del Estado en tanto el sector privado pareciera seguir las máximas de Tartufo–, lo que ha despertado la envidia de los grupos sociales menos favorecidos por el modelo económico actual, reflejándose sobre todo en la falta de recursos hospitalarios.

Hoy, la gran mayoría está dividida, angustiada e incrédula respecto a la clase política y la falta de liderazgos personales e institucionales, lo que explica el alto ausentismo y los votos nulos y blancos y los pobres porcentajes obtenidos, situación parecida en algunos aspectos a lo ocurrido antaño en otros países y que tuvo como corolario que el poder fuera capturado por extremismos tanto de derecha (Hitler) como de izquierda (Stalin).

¡Cuidado! Los extremos de uno y otro lado tan solo conducen a violencia e incluso a baños de sangre, que perjudica a todos incluso a quienes no tienen nada que perder…Y aquí cabe recordar lo que escribió un ileño de alma cusqueña, Luis E. Valcárcel en 1972: “No se había producido la “Tempestad en los Andes” que yo vaticinaba. Si la tempestad no se produjo con rayos y truenos, en cambio en estos veinte años un incontenible aluvión humano cayó sobre Lima y otras ciudades. Más de un millón de personas tomaron la Capital, como un ejército invasor, sin armas. La “tempestad” anda ahora por dentro”.

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