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5 febrero, 2025 12:51 am

Joya arquitectónica

Sus aulas y patios, de los que aún nos quedan imborrables testimonios; todo el espacio en su conjunto, es el libro mudo de más de tres siglos de la historia de nuestro pueblo, que no debe dejarse en los subterráneos de la negligencia y del reprochable olvido.

POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS    

Por su innegable valor histórico y arquitectónico el inmueble donde funcionó el Colegio de Moquegua por más de tres siglos, es el espacio urbano con mayor valor cultural que disponemos. Sin embargo, hace un cuarto de siglo con censurable negligencia lo tenemos en ruinas.

Creado en 1711 como jesuita, fue el primer colegio en el que se educó a la juventud de Moquegua hasta Tarapacá. Una vez expulsados los jesuitas se convierte en Colegio Franciscano de Propaganda Fide y, durante la república, en colegio bolivariano. Por más de tres siglos siempre impartiendo educación a la juventud de toda la gran región.

Desde el 2001 presenta un visible deterioro por los terremotos que ha acumulado a lo largo de los años. El de 1784 motivó la construcción de un nuevo edificio, con templo de piedra de calicanto en el que participó fray Manuel de Sanahuja, considerado el arquitecto neoclásico más importante del sur del Perú y Bolivia; fue destructor el de 1833, como lo testimonia una placa de piedra colocada en el patio interior del plantel; catastrófico el de 1868, destruyó por completo el templo y a principios de siglo XX fue necesario hacer nuevas aulas; el de 1948 llevó a prohibir el acceso a los ambientes subterráneos al punto que fueron clausurados; el último, el del 2001, arruinó aulas a tal extremo que hoy ha sido declarado inhabitable. Se encuentra en un lamentable estado de abandono.

Aún conserva el ingreso a sus misteriosos e inescrutables subterráneos tapiados a cal y piedra. Se sabe que sirvieron de aposento a los frailes que lo ocuparon en la colonia, y de vivienda a los estudiantes del internado durante la república. Fue el lugar donde en 1814 se refugiaron los realistas temerosos del pueblo que el 11 de noviembre proclamó su independencia; el sitio usado durante las guerras por la independencia para ocultar las joyas del templo; en la ocupación chilena, el cobijo de los libros del archivo del colegio. En otro sector, donde estuvo el templo, las selladas catacumbas del que fue uno de los cementerios de la población.

Sus aulas y patios, de los que aún nos quedan imborrables testimonios; todo el espacio en su conjunto, es el libro mudo de más de tres siglos de la historia de nuestro pueblo, que no debe dejarse en los subterráneos de la negligencia y del reprochable olvido.

Local que es imperativo recuperar y poner al servicio de la población, sin que pierda el sentido que le dio su fundador José Hurtado de Ichagoyen, “dar cumplimiento a su voluntad y se consiga el bien espiritual que se desea para los vecinos de la villa y buena educación de la juventud de ella”.

En sus aulas el visitante debe conocer la importancia que tuvo el Colegio San José; los aportes que durante medio siglo hicieron al país los franciscanos misioneros, así como el de los egresados de sus aulas durante la república.

Aquí ha funcionado, como heredero del colegio jesuita y del franciscano, el Colegio Nacional de La Libertad, hoy Simón Bolívar, hasta 1958; y, desde entonces, el de Santa Fortunata.

No olvidemos las recomendaciones de la Carta de Venecia de 1964, que nos impulsa a conservar y restaurar un monumento, considerando que es inseparable de la historia de que es testigo. Trabajo de recuperación que debe hacerse usando las técnicas modernas cuya eficacia haya sido demostrada con bases científicas y garantizada por la experiencia.

Urge de una intervención de rescate y puesta en valor de nuestro histórico colegio, con la participación de profesionales que tengan la mayor calificación académica, así como probada experiencia en restauración, mejor si se especializaron en las universidades europeas.

Su importancia lo exige y amerita, para ello disponemos de los suficientes recursos que nos permiten su recuperación. En este anhelo solo nos anima lo mejor para Moquegua.

Análisis & Opinión