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Filósofo del pueblo-continente americano

Por: Edgard Norberto «Beto» Lajo Paredes     

Alivia mi deber de conciencia comentar el grandioso libro: “Pueblo-continente Ensayos para una interpretación de la América Latina” de Antenor Orrego, escrito en implacable persecución contra el Aprismo, fue uno de sus más preclaros militantes; mecanografiado por el talentoso líder campesino Manuel Arévalo vilmente asesinado por el tirano de la oligarquía explotadora, entreguista y codiciosa.

“PENSAR Y OBRAR”

“Pensar y obrar no son términos antinómicos sino correlativos y complementarios. Ambos señalan la escala serial de un solo proceso que es la expresión de la vida” (A. Orrego Obras Completas, t. I, p. 139). Hacer sin pensar o pensar sin hacer, es nocivo al desarrollo de los pueblos. “No invento las ideas, sino que las descubro” (p. 139), advierte “no quiero envolverme en ociosas discusiones ergotizantes ni en el gárrulo atuendo de polémicas estériles, salvo el caso de que contribuyan al mejor entendimiento y precisión de estas ideas” (p. 140). Conocimiento y convicción, para debatir fructíferamente.

INDEPENDENCIA FALLIDA

“La revolución de la independencia fue el primer intento de revalidación del hombre latinoamericano, pero, desgraciadamente, un intento fallido. La independencia nos trajo meras formas políticas y jurídicas, que no habíamos digerido, que no podíamos digerir y que fueron la simple proyección mimética de los pueblos europeos en plena revolución liberal. Se hizo la independencia, reclamándose con las frases de la Revolución francesa y acabó afirmando y consolidando el sistema feudal de la propiedad con todos sus vicios y degeneraciones y sin ninguna de sus virtudes y excelencias. De allí esa monstruosa desarticulación de nuestra realidad jurídica, política, social y económica que se prolonga hasta los días actuales” (p. 152). Por el Bicentenario de la Independencia, reeditaron y publicaron textos, excluyendo a magníficos escritores: Haya de la Torre, Luis Alberto Sánchez, Manuel Seoane, Antenor Orrego; estudiaron la Independencia de América Latina y proyectaron su emancipación o segunda Independencia para las clases trabajadoras; imperdonable discriminación del antiaprismo exterminador, aún supérstite.

CATÁSTROFE CÓSMICA

“Para América, la conquista europea fue una catástrofe, una tragedia de proporciones cósmicas, ya que ella significó no solo el hundimiento y el eclipse de una raza que había llevado a un estadio resplandeciente de civilización, sino, también, la inserción de un alma extraña que vino, a su vez, a trisarse o, cuando menos, a deformarse dentro de las poderosas fuerzas geobiológicas que actuaban en la tierra continental como un disolvente, como una energía letal y corrosiva. De este choque salieron moribundas y cadáverizadas (sic) como sombras espectrales, el (sic) antigua alma indígena y el alma invasora de Europa.” (p. 160). La conquista, significó la destrucción de lo autóctono y de lo europeo venido aquí.

PUEBLO-CONTINENTE

“Las diferencias entre los pueblos de Indoamérica son tan mínimas y tenues que no logran nunca constituir individualidades separadas, como en el Viejo Mundo. De norte a sur los hombres tienen el mismo pulso y la misma acentuación vitales. Constituyen, en realidad, un solo pueblo unitario de carácter típico, específico, general y ecuménico”, agrega “Somos, pues, los indoamericanos el primer ‘pueblo-continente’ de la historia y nuestro patriotismo y nacionalismo tienen que ser un patriotismo y un nacionalismo continentales” (p. 178). Esta orregiana visión, se traduce en el ideal del integracionismo latino o indoamericano.

“APRISMO: IMPERATIVO HISTÓRICO”

“Llega el movimiento aprista en circunstancias en que la nacionalidad peruana estaba sazonada, grávida para su nacimiento. Las condiciones económicas, sociales, morales y políticas lo habían engendrado en las entrañas mismas del pueblo, en los senos profundos de la intrahistoria latinoamericana. El aprismo no es una teoría intemporal que haya surgido de la imaginación abstracta de un ideólogo; no es una teoría o un sistema académico que haya brotado, por obra de conjuro, como el fiat lux, de la nada.” (p. 207 y 208). “Haya de la Torre, en su momento culminante, es el aglutinador político, el punto de convergencia de una generación que polariza el pasado en lo que tiene de vital y el porvenir en lo que tiene de trayectoria humana; en una palabra, la tragedia pretérita y presente, y las posibilidades de transformación.” (p. 208). Al leer a Orrego, y confrontar la crisis de desconexión entre el APRA y el pueblo, un sacudón me ha vuelto a esta realidad.

Análisis & Opinión

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