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El moqueguano Mariátegui

POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS (JEFE DEL ARCHIVO REGIONAL DE MOQUEGUA)

El 14 de junio se conmemoró el aniversario del nacimiento de José Carlos Mariátegui, el moqueguano universal, considerado como uno de los ideólogos más notables de Latinoamérica.

EL ESCRITOR SOCIALISTA

A temprana edad empieza a publicar sus primeros artículos. Fueron sus inquietudes, aguda inteligencia y erudición las que lo llevaron a alternar con el periodismo limeño y con personas como Abraham Valdelomar y su grupo conocido con el nombre de “Colónida”, que era el de la revista que publicaban, fue de una importancia cultural y estética que marca una época.

Bajo su influjo se convierte en un destacado periodista costumbrista; inicialmente fue un poeta frívolo y bohemio al que no le eran ajenos los versos, la crítica teatral, artística, literaria, hípica, los cuentos, la crónica… Se comprometió con los problemas sociales, que se hicieron más marcados desde el año 18. Así lo demostró cuando apoyó la Reforma Universitaria de 1919, desde el diario La Razón que él dirigía, movimiento que tuvo como uno de sus principales líderes al moqueguano Manuel G. Abastos, estudiante sanmarquino de Derecho.

Por sus severas críticas al gobierno fue enviado a Italia. Permaneció tres años en Europa, viajando, estudiando y comprometiéndose con la realidad social de su época. Aprendió el italiano, francés y alemán. Retornó al Perú convertido en un marxista que se define como “un socialista convicto y confeso, de una filiación y de una fe”.

En 1924, cuando tenía treinta años, su salud se resquebraja y pierde una pierna, termina confinado en una silla de ruedas, sin que disminuya su entusiasmo batallador ni su admirable lucidez. En 1926 funda la revista Amauta, una de las más importantes del continente, en la que colaboraron los intelectuales más ilustres del país y del continente, convirtiéndola en tribuna desde la que se difundían ideas de avanzada y enriquece y moderniza la cultura nacional.

Publica su célebre “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”, el primer examen lúcido, integral de la problemática política, social, económica y cultural del país desde un punto de vista marxista. Su muerte, ocurrida a los 35 años, interrumpió una trayectoria política e intelectual fecunda y de gran proyección latinoamericana y mundial.

NACIMIENTO Y BAUTIZO

Durante varias décadas sus biógrafos especulaban si había nacido en Huacho o Lima. Hasta que en 1963 Guillermo Rouillón despeja las dudas luego de una larga y acuciosa búsqueda, en la que daba a conocer que había nacido en la ciudad de Moquegua. Por contar con la credibilidad que le daba su condición de infatigable investigador de la vida y obra del Amauta, lo que dijo se convirtió en una verdad irrecusable que fue difundida por todo el ámbito nacional, noticia que a muchos causó una gran sorpresa.

Pero esta era una duda que nunca se tuvo en nuestra ciudad. Lo sabían muy bien don José Jiménez Pomareda (1874 – 1963), quien, por su cercana vinculación con la madre, doña Amalia La Chira, fue el encargado de asentar la partida de nacimiento en el municipio, así como sus padrinos doña Carmen Chocano del Solar y el respetado profesor Rafael Díaz que fuera director del Colegio Nacional de La Libertad (fallecido en 1920), además de los testigos de cada uno de estos sucesos. De manera que tal descubrimiento no fue ninguna novedad para los moqueguanos, que siempre supieron que el Amauta era su paisano.

Carmen Chocano llegó a conocer a doña Amalia años atrás en uno de sus viajes a Huacho, y un primo hermano suyo —el coronel Julio César Chocano que también fue director del Colegio de La Libertad, ferviente pierolista y prefecto de la entonces provincia litoral de Moquegua en 1895— tuvo una cercana y particular relación con la familia La Chira en Huacho, cuya participación fue decisiva para que doña Amalia, que con su familia vivía un crítico momento de desamparo, se animara a viajar a Moquegua a dar a luz con la seguridad de contar con el apoyo de estas fieles amistades.

Aquí permaneció más de un año, tiempo suficiente para que ella se rodease de personas que la recordarían con afecto, y con mayor razón cuando su hijo José Carlos llegó a ser uno de los intelectuales más renombrados del país. Es natural que cuando llegó a convertirse en un escritor de indiscutible brillo, cuya fama traspasó fronteras, su condición de coterráneo fuese tema de más de una conversación en esta pequeña ciudad en la que todos se conocían.

Que Mariátegui había nacido en nuestra ciudad también lo sabían en Arequipa. Lo recuerda Jorge del Prado en su libro “En los años cumbres de Mariátegui”, donde relata que cuando visitó al Amauta a fines de los años veinte, le refirió este comentario que circulaba en la Blanca Ciudad y le preguntó qué de cierto había en ello. Recibió como respuesta que, en efecto, era moqueguano, pero que salieron antes de que cumpliera un año de nacido. Si esto se comentaba en Arequipa, con mayor razón y sustento esto era más conocido en la ciudad de Moquegua.

Partida de Nacimiento de Mariátegui con el extracto de la original autenticada.

EL QUINCENARIO JUVENTUD

Así lo demuestra el hecho de que cuatro días antes de conmemorarse el primer aniversario del fallecimiento de José Carlos Mariátegui, en el quincenario moqueguano “Juventud”, número 14 del 12 de abril de 1931, de amplia difusión en la ciudad, en la última de sus ocho páginas dedicada casi por completo a un concurso de entretenidos pasatiempos, aparece el siguiente acertijo, llamado “fuga de vocales”:

J.s.  C.rl.s.  M.r..t.g..  .s  m.q..g..n.

Si en este instructivo entretenimiento colocamos correctamente las vocales en el sitio donde han sido reemplazadas por un punto, enigma que no encierra ninguna dificultad, leemos:

José Carlos Mariátegui es moqueguano

Afirmación que no era ninguna novedad para los lectores locales y que servía para que en algunos casos ayudara a refrescar la memoria y en otros para que los más jóvenes aprendieran jugando.

Un mes y ocho días después, en este mismo quincenario, se publica un artículo conmemorativo del joven estudiante normalista de diecinueve años Carlos Kuon Cabello (1912 – 1999), en el que se hace una referencia clara e inobjetable a su condición de “comprovinciano”. Este es uno de los primeros homenajes que se tributaron al Amauta en el país.

Esta lúcida crónica, en la que se resaltan las calidades intelectuales de Mariátegui, tiene el mérito de publicarse en una sociedad como la nuestra, aún dominada por influyentes conservadores, que años atrás marginó y le había cerrado el camino parlamentario a otro paisano, el que sería aplaudido tribuno liberal Mariano Lino Urquieta, que poco después destacaría en el Congreso como representante por Arequipa.

El quincenario “Juventud”, uno de los más leídos en su momento, demostraba con este artículo que en nuestra ciudad no era ningún misterio su cuna, aunque se diluyó el recuerdo que su nacimiento había ocurrido empezando la hoy segunda cuadra de la calle Junín, en el parque de La Alameda, en ese entonces la casa N° 4.

Era una modesta casa de quincha que a fines del s. XIX era propiedad de los hermanos Espejo Manrique. Una de ellos fue la segunda esposa del padre de Carmen Chocano. Esta cercana vinculación facilitó para hospedar allí a doña Amalia La Chira. Pero el suceso se fue diluyendo con el tiempo. Este desconocimiento fue la causa por la que un siglo después se demoliera la histórica casa y en su lugar se edificaron dos viviendas que hoy llevan la numeración 230 A y B.

La citada crónica la reproducimos completa -con su ortografía original- para que sirva además como un reconocimiento a su autor, el profesor Carlos Kuon, de recordada trayectoria educativa y periodística, uno de los fundadores del quincenario Juventud -cuyo primer número apareció el 30 de abril de 1930-, y como una confirmación de la preocupación atenta que en nuestra ciudad se hacía de los acontecimientos nacionales y de la trayectoria de nuestro ilustre paisano, a la que no fue ajena la inquietud de la juventud local.

Publicada en “JUVENTUD”, quincenario independiente, literario e ilustrativo. Director: Miguel A. Fdz. Dávila. Año 1, Moquegua, mayo 24 de 1931. Nº 17. 8 páginas, a 10 centavos. Tipografía “El Ferrocarril”.

Periódico Juventud, que se publicaba en Moquegua en 1931, donde está el artículo de Carlos Kuon que dice que Mariátegui era moqueguano (Ver reproducción) y pasatiempos con el acertijo resuelto donde dice «Mariátegui es moqueguano».

JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

CARLOS KUON CABELLO

Hace poco más de un año que la muerte se llevó a José Carlos Mariátegui; sin embargo, nosotros, sus comprovincianos, para honra nuestra, no hemos recordado; cuanto más, su egregia personalidad. A tanto llega nuestra quietud e indiferencia, por todo lo grande i extraordinario, que, ni siquiera, hacemos justicia a los que nos pertenecen.

Hombre excepcional, con una ideología bien definida; periodista excelso, escritor insigne; doctrinario asaz i conspicuo luchador de vanguardia, José Carlos Mariátegui alcanzó un alto sitial en el escenario intelectual del Perú i de Indo América. Su fama traspasa los hitos fronterizos de nuestra patria i su obra doctrinaria alcanza otros mares i otros pueblos.

Fue Mariátegui un hombre todo espíritu i cerebro. De temperamento romántico, inquieto, batallador i rebelde, concibe para su pueblo un porvenir mejor. Sus ideas, proyectos i trabajos los encamina a ese fin. Luego para las clases inferiores, él es el guía i protector, cuando pugna por conseguir una más compensada justicia social. El aborigen i el proletario hallan siempre en él al pugnaz i valeroso defensor de sus reivindicaciones. Es por eso, que el Joven Maestro, tanto se ha adentrado en el espíritu de nuestras masas populares, a quienes consagró los mejores esfuerzos de su vida.

Hay en la obra de este escritor marxista, un humanismo casi cristiano para sus hermanos; i su vasta obra, no llega a colmarse, sino cuando aborda el problema de su patria, a la que él quiere tanto i para la que desea un sin fin de bienestar i progreso. Sus estudios sobre nuestra realidad nacional, están revelando, desde un principio, su honda preocupación por hacer de nuestro pueblo un país mejor.

Su pureza i bondad de espíritu, corren parejas con la pureza i grandiosidad de su obra. Para quien no conoce de claudicaciones vergonzosas, como él, todo renunciamiento, que tienda a su bienestar, lo acepta con santa resignación. En este último sentido, toda su vida es un constante renunciamiento. Bien hace Espinoza Bravo en llamarlo “Símbolo i Mito”.

Niego a creer que, a hombre alguno, haya perseguido la fatalidad con tanta injusticia i ensañamiento. Muy temprano, ve su cuerpo horriblemente mutilado; i la fatal de los miembros inferiores, lo obligan a sumirse en una inmovilidad espantosa; pero esto no es óbice para que su actividad intelectual se desplace i acreciente, hasta abrirle las puertas de la gloria.

I, así, lo vemos, al líder de las multitudes, al valor vivificante, que produce el amor de los suyos, i en la quietud del hogar silente, al que llegan con frecuencia sus amigos, en pos de un consejo i los obreros clamando protección; ora engolfado en el libro, ora trasmitiendo al papel sus privilegiadas ideas, que manan a torrentes de su cerebro iluminado.

Mas, la pobreza i el dolor son sus inseparables compañeros de trabajo. Pero él se muestra siempre reacio, constantemente fuerte, para soportar toda miseria humana; confirmando, así, en todo momento, la armonía que reinaba entre su manera de ser.

I, por fatalidad para el Perú, a la temprana edad en que murieran Jesucristo i Alejandro, la Parca cruel, con su cizaña implacable, ataca aquel organismo magro i endeble i el Destino inexorable abre para él la prematura tumba, donde han de terminar todos sus sufrimientos; ocasionándonos su desaparición una pérdida irreparable.

Si su cuerpo ha desaparecido, no pasa lo mismo con su obra, que no se extingue, pues vive latente en nosotros.

Para las generaciones nuevas del Perú, será siempre Mariátegui un verdadero símbolo.

Por eso, ahora, que su recuerdo viene a turbar mi mente, a la par que le rindo el homenaje de mi admiración, a este Apóstol de la Verdad i del Bien, ojalá que el ejemplo que él nos dio, haga de nosotros, sus jóvenes coterráneos, hombres, como, alguna vez él, se definiera, “con una filiación i con una fe”.

Lugar donde estuvo la casa donde nació José Carlos Mariátegui en 1894 en Moquegua, hoy calle Junín – La Alameda.

Análisis & Opinión