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El hambre por el poder

Dr. Enrique Azocar Prado

La literatura especializada ha desarrollado extensas investigaciones sobre la motivación hacia el poder que absorbe a muchos individuos. Esta búsqueda parece provenir desde muy atrás en la historia personal de cada individuo obsesionado por el poder; pues aun cuando se exhiban justificaciones morales o comunitarias, pero lo cierto es que el político busca el poder para llenar un vacío existencial; o como lo diría el psicoanalista Alfred Adler: el político se esfuerza por alcanzar el poder para sentirse superior a todos, pues así compensa sus sentimientos de inferioridad.

El político quiere el poder para sentirse superior, pues muy en el fondo de su inconsciente se siente terriblemente desamparado y desvalido; su búsqueda de poder no sería nada más que un esfuerzo inútil por llenar su vacío existencial. Sentirse alguien porque en el fondo se sabe nadie.
Ahora bien, ¿Qué sucede cuando un acomplejado (de inferioridad) ingresa a la política?; es decir, busca por todos los medios (lícitos e ilícitos) alcanzar el poder. Pues este individuo se obsesionará por ocupar posiciones de poder para llenar sus carencias emocionales.

El problema es que nunca los llenará por ese medio. Su vacío emocional y su soledad nunca podrán ser compensados por posiciones de poder, pues aun cuando tenga el privilegio de ser congresista de la República, dirigir una Gobernación, una Municipalidad, una empresa radial o una Universidad, su apetito de poder nunca será saciado, ingresará así a un proceso adictivo. No puede tolerar la pérdida de sus cuotas de poder, se ha hecho dependiente del cargo.

El poder se ha convertido en su droga que lo somete, que lo domina. No es de extrañar entonces que los políticos hagan de la intriga su deporte favorito; y que la manipulación, el chantaje, la extorsión, la mentira y el delito sean sus mandamientos cotidianos, sus imperativos morales.
P.D. Por supuesto que hay excepciones a la regla. Juzgue usted.

¿Decepcionado? En mi caso no, pues a estos líderes de pacotilla se les va conociendo por sus trajes caros, sus ostentosos relojes y sus vehículos de alta gama. Y estos síntomas de su degradación moral eran anteriores a la denuncia fiscal. Hacía tiempo que se le veía con ínfulas de gran líder, pero, cuan mentiroso y bribón, escondía con éxito sus corruptas intensiones.

Hasta que la justicia le puso los cepos y ahora le espera la cárcel o el escondite vergonzoso y cobarde. Muchos dirán que no importa si el político corrupto es de izquierda o derecha. Yo creo que sí hay diferencia. El político corrupto si es de izquierda decepciona más pues ofreció un «mundo» más igualitario, más justo, más solidario…

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