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¿Educación o mercantilismo?

Educar, es permitir que los alumnos pueden llegar a conclusiones sobre los distintos temas en discusión según sus propias creencias y no por lo que autoritariamente se les diga que tienen que pensar.

POR: TERESA PÉREZ TORRES     

Aprender es un proceso natural del ser humano, todos estamos expuestos a este proceso a lo largo de nuestra vida, sin embargo, la mayoría de nosotros no podemos definir con exactitud cuál es el sentido y objetivo de la educación. Si nos remontamos a la antigua Grecia, la educación nacía en las calles con los primeros filósofos como transmisores de sus pensamientos. Sí, hablo de pensamientos y no conocimientos ya que Sócrates o incluso Platón, se cuestionaban todo aquello que les rodeaba sin tener certeza de nada e invitaban a sus discípulos a hacer lo mismo. ¿Qué pasó después? ¿Por qué en las escuelas cuestionarte, dudar, estar en desacuerdo con tus maestros y manifestarlo, se convirtió en un acto “prohibido”? ¿En qué momento y por qué razón no nos permitieron desarrollar nuestro pensamiento filosófico y reflexivo?

Con el paso de los años y con la llegada de la Revolución Industrial, los países se vieron en la necesidad de tener mano de obra, un gran número de población que acatase órdenes, una jornada laboral inhumana a cambio de un salario que les garantizase un techo y alimento. ¿Cómo podían conseguir esto? La respuesta estaba en la educación. Una herramienta capaz de ir perfilando a la sociedad en función de las necesidades de un estado. ¿Para qué necesitaban desarrollar un pensamiento crítico en la población? Lo único que necesitaban eran autómatas que realizaran trabajos precarios en los cuales no se requería “filosofar”.

Entiendo que en el XVIII se enfrentaron a un cambio de paradigma, mi pregunta es, ¿por qué cuatro siglos después la educación sigue siendo tan limitante?, ¿acaso estamos aún en la industrialización? Los gobiernos de paso plantean reformas educativas aún enfocadas a servir sus intereses económicos y sociales y los profesores quedan cada vez más relegados del proceso educativo para ser marionetas de un currículo propuesto por estos “empresarios de la educación” que no solo carecen de conocimientos pedagógicos y neurocientíficos, sino que además ignoran la complejidad del contexto en el que se ve inmerso dicho proceso.

Aun así, ha habido evolución, han surgido varias metodologías modernas que han cuestionado la forma de educar de la escuela tradicional, poniendo al alumno en el centro del proceso educativo, teniendo en cuenta su ambiente, sus conocimientos pasados e intereses presentes haciendo ver que cuando los niños llegan al aula ya son intensamente activos y el objetivo de la educación consiste en tomar a su cargo esta actividad y orientarla. Este nuevo enfoque involucraba a toda la comunidad (maestros, alumnos, familias, sociedad en general) por considerarla fuente de aprendizaje. Dentro de estas metodologías, una muy controversial fue el “Progresismo Pedagógico” de Dewey, quien proponía una educación libre e individual y entendía la educación como necesidad vital, ya que asegura la transmisión cultural; en las sociedades complejas se ha especializado en la instrucción formal, y al mismo tiempo advierte la necesidad de unir la teoría con la práctica involucrando la experiencia en el proceso de aprendizaje. Es este nexo precisamente el que confiere a la educación moderna su particular función social.

En conclusión, estamos ante una sociedad del conocimiento carente de humanidades, con un sistema educativo enfocado en tener “evidencias de aprendizaje” de los alumnos las cuales puedan medir cuantitativamente, dejando de lado el enseñar a ser personas. Por lo que considero que es necesario comprender que educar, forma parte de una comprensión más amplia de lo que conocemos, es ayudar a los niños a florecer como seres humanos, a acceder a culturas y conocimiento que den forma a esa humanidad. Educar, es permitir que los alumnos pueden llegar a conclusiones sobre los distintos temas en discusión según sus propias creencias y no por lo que autoritariamente se les diga que tienen que pensar. Para ello, los sistemas educativos deberían estar a manos de la pedagogía, psicología, sociología y neurociencia cognitiva si es que queremos mejorar significativamente los procesos educativos y no en manos de pseudoexpertos que lo único que buscan es lucrar a costa del desarrollo de las personas.

Para esto, no solo es necesario cambiar el currículo, sino también devolver el prestigio social a los maestros y llevar a un profundo análisis y reestructuración las carreras de educación.

Finalizo con unas palabras del escritor William Ward quién dijo que: “El profesor mediocre, dice. El buen profesor, explica. El profesor superior, demuestra. El gran profesor, inspira.” Inspirar, eso necesitamos en el siglo XXI.

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