Distritos electorales uninominales

Si el caso fuera que la representación parlamentaria se eligiera en distrito único, damos por descontado que acudimos a una centralización de representación, relegando a los departamentos de menor densidad electoral, que quedarían sin representante.

POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS    

En el mensaje al país de hace un mes, la presidenta Dina Boluarte expresó “quizá haya llegado el momento de debatir la elección de los congresistas a través de distritos uninominales, que requerirán asignar las curules con un criterio de mayorías”, tema inesperado, que no estaba en el debate político coyuntural, que al colocarlo a lado de la bicameralidad, dentro de sus planteamientos ante el Congreso, quiso innovar la agenda nacional, que si bien intenta afrontar la bajísima performance del Parlamento, no tuvo la resonancia esperada, lo que no implica que se le reste importancia.

En ese contexto, queda abierto a respuestas los sucesos electorales del 2016, donde Fuerza Popular logran 73 escaños en un Congreso de 130 representantes, y Peruanos por el Kambio (PPK), de Pedro Pablo Kuczynski-quien saliera elegido presidente en la segunda vuelta electoral-, sería solo la segunda minoría con 18 congresistas, después del Frente Amplio de izquierda que logró 20.

Entonces, ya distintos analistas advertían de la necesidad de generar entendimientos políticos por la gobernabilidad, pues nuestra historia de las últimas décadas, nos muestran duras lecciones, escenarios que terminaron en golpe de Estado: con Bustamante y Rivero, con Fernando Belaúnde y con Alberto Fujimori. Y no fue un cálculo errado, desde entonces estamos inmersos en una vorágine inagotable e impredecible.

Lo acontecido el 2016, perfectamente pudiera repetirse, sino se acude a una reforma electoral. De las once organizaciones políticas que participaron, sólo seis logran escaños y en particular a Fuerza Popular del 36% de los votos que obtuvo(con ese porcentaje sólo se hubieran elegido a 47 congresistas y no los 73), se le adjudicó el 56% de la representación parlamentaria, las respuestas a esta desarmonía son diferentes: por un lado la cifra repartidora, que se utiliza en el Perú desde 1963 y que consiste en la repartición proporcional de escaños; por otro lado, está el umbral o barrera electoral, mediante el cual se exige a las organizaciones políticas que superen un determinado porcentaje de votos o logren un determinado número de representantes-en aquella elección sólo seis la superaron-; y también un factor determinante es el número pequeño de escaños que tiene cada departamento, que es lo que nos interesa profundizar en esta ocasión.

Existen dos tipos de circunscripciones o distritos electorales: uninominales, donde se elige a un solo congresista y los plurinominales, donde se eligen varios congresistas, y en estos últimos el de mayor dimensión es el llamado distrito electoral único, puesto que abarca todo el territorio nacional. Si el caso fuera que la representación parlamentaria se eligiera en distrito único, damos por descontado que acudimos a una centralización de representación, relegando a los departamentos de menor densidad electoral, que quedarían sin representante.

Para la elección de los Congresistas de la República, nuestro territorio se divide en veintisiete circunscripciones o distritos electorales, una por cada departamento, una por la Provincia Constitucional del Callao, una por Lima Provincias y una por los Peruanos Residentes en el Extranjero. A cada circunscripción electoral le corresponde un escaño y distribuye los demás en forma proporcional al número de electores, con excepción de la circunscripción Peruanos Residentes en el Extranjero, a la cual se le asignan únicamente dos escaños.

Siendo la votación de cada circunscripción electoral independiente de otra, en aquellos que tengan reducida población electoral, necesitaran menos votos para ganar un lugar en el Congreso; entonces, una organización política puede obtener más escaños con menos votos que otros si gana en distritos electorales con menor población.

El politólogo Fernando Tuesta, señalaba: “Fuerza popular tuvo en promedio una elevada votación en todos lados. Allí no quedo primera, fue segunda, lo que le permitió ganar escaños en todas las circunscripciones hasta alcanzar los 73 congresista”. Y la evidencia referida por distintos análisis así lo corroboran, en 11 circunscripciones electorales con menos electores y que les corresponde 3 escaños, Fuerza Popular ganó en 6, empató en 4 y solo sacó menor representación que las demás agrupaciones en 1 distrito electoral.

Si cada uno de los parlamentarios fueran elegidos por una circunscripción electoral en específico o en todo caso, si se crearan circunscripciones más acotadas, no solamente permitiría una representación más objetiva y acorde a la decisión del elector, también fortalecería la relajada y hasta distanciada relación elector-congresista, que, en la confusión de sus funciones, surge la respuesta desvinculatoria, no tienen capacidad de gasto. Ahora, de acuerdo a lo que se defina normativamente, hay el riesgo de que las grandes agrupaciones políticas pierdan representación en la posibilidad de que se permita que las candidaturas no necesitan de ellas para postular, lo que ahondaría la crisis de los partidos.

La propuesta presidencial, es aún vaga y genérica, dejando muchos cabos sueltos que en un mínimo de prudencia política debe ser recogida y como consecuencia del proceso de discusión, definir las ya normadas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias; asimismo, como garantizar la alternancia y paridad, avances trascendentes logrados con mucho esfuerzo.

Valgan verdades la propuesta no es nueva y en la circunstancia que se propone podría permitir el espacio negado a las necesarias reformas electorales y políticas para perfilar nuestra ruta democrática hacia una mayor solidez institucional y una renovada confianza ciudadana.

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