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Del sí puedo, a lo hice

Un país fragmentado somos, desde luego, aunque diferimos en el comportamiento, sea individual o colectivo.

POR: FERNANDO VALDIVIA CORREA   

El ambiente político está enrarecido. Sí, cada vez más. Y seamos claros, es general pues como sociedad también estamos polarizados. Premio consuelo, dos cosas. La primera, que estas brechas acentuadas empezaron hace muchísimos años, quizá desde inicios de la República. 67 presidentes, entre civiles y militares. Algunos breves, como José De la Riva Agüero por 4 meses en 1823, y otros de mayor duración como Augusto B. Leguía que fue conocido como el oncenio (1919-1930). Además de 12 Constituciones, sin contar las sendas modificaciones a la actual Carta Política (la última dada recientemente que incorporó después de 34 años la bicameralidad). Y, lo segundo es que dentro de lo peor estamos mejor. Solo basta una mirada rápida al vecindario para advertir las cosas funestas que ocurren; siendo las más palpables Venezuela y Nicaragua por irresponsabilidad de los dictadores Maduro y Ortega, respectivamente.

Un país fragmentado somos, desde luego, aunque diferimos en el comportamiento, sea individual o colectivo. En esto último, por lo general hacemos un solo puño, siendo ejemplo el inconmensurable apoyo a la selección de fútbol. No importa quién esté en el comando técnico ni los que juegan, toda vez que lo relevante es que siempre nos ponemos la número 12. No en vano en el mundial de Rusia 2018 fuimos considerados, y de lejos, como la barra más bullera.

Sin embargo, no es lo mismo en el individual. Celos, egoísmo, frustración, etc., se entremezclan de cuando en cuando para pretender justificar por qué no salen las cosas. Echamos la culpa, casi como deporte nacional, a otros de nuestras equivocaciones. Y si tenemos la oportunidad de colaborar un tajante “de que se trata para oponerme” es la inmutable respuesta.

Robert Kennedy dijo “mucha gente ve las cosas que pasan y se preguntan por qué; en cambio veo las cosas que no suceden y pregunto porque no”. Hace un tiempo atrás, revisando documentos de gestión en la oficina (entiéndase lineamientos, protocolos, etc.), advertí que uno de ellos tenía cerca de 20 años y requería actualizarse. Preguntando a los presentes, coincidieron todos en sí había que hacerlo. ¿Quién?, miradas por aquí y allá, hasta que alguien se levantó y dijo la palabra mágica “yo”. Tomó tiempo, con trabas por supuesto, pero finalmente vio la luz.

Tal vez eso nos falte, el no esperar que otra sea quién se ocupe de esa labor, pues “no es nuestra tarea”, o “ando ajetreada”, o “la paga no es buena”, que resulta explicable pero que en nada justifica. Probablemente en un tiempo cercano, al igual que esta persona, pasemos de un sí puedo, a lo hice.

 

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