POR: EDWIN ADRIAZOLA FLORES
En la década del 1940 Manuel Seoane publicó sobre Ilo lo siguiente: “El puerto de Ilo no ha tenido padrino con vara. Ya dije que Mollendo fue incrustado contra la geografía por intereses regionales. Matarani es hijo de la predominante convicción e influencia arequipeña porque le queda cerca. Pero en los agrestes acantilados sureños, donde el mar despeina su espuma contra rocas impasibles, sólo hay una ancha, pacífica y acogedora rada: el puerto de Ilo…
Allí está Ilo, con sus aguas mansas y su cómodo muelle, pero sin conexiones terrestres suficientes: un tartamudo ferrocarril a Moquegua y una carretera hasta Puno que todavía es una línea blanca sobre un mapa azul. Es verdad: Ilo es el único puerto que donó la madre naturaleza. Sólo es necesario ampliarlo, introducirle mejoras convenientes y conectarlo cómodamente con los centros poblados que puede servir: Moquegua, Tacna, Puno y Bolivia.
Pero no ha tenido padrino con vara…
Actualmente languidece como si estuviera olvidado. No hay hoteles de turismo. Sus casas, barriadas por los vientos persistentes, aún están en la edad de la madera y de la quincha. Sus gentes parecen resignadas a la rutinaria relegación de las dependencias centralistas. Por ejemplo, César Elías envió un magnífico equipo electrógeno para iluminar resplandecientemente a Ilo. Lo encontré encajonado todavía. Era necesario nuevo alambrado para las conexiones y la autorización para instalarlo. El Ministerio de Fomento recibió las demandas del Municipio y tardó en atenderlas un tiempo que puede computarse en años-luz…”
Cada vez que leo estos párrafos me doy cuenta de lo mucho que hemos avanzado como ciudad. Calles amplias, rostro moderno, vecinos integrados, diseño urbano que la ha diferenciado de otros puertos peruanos, vecinos procedentes de todos los lugares del país… Ese es el Ilo en el que hoy vivimos.
Ilo es una ciudad con historia, pues desde hace diez mil años en que se asentaron los primeros habitantes en esta parte de la costa, se dio inicio al proceso cultural que tuvo su punto culminante en el desarrollo de la sociedad Chiribaya con su cerámica, su textilería y su economía que hizo del valle de Ilo una despensa para toda la población ubicada en la cuenca baja del Osmore. Le siguió la presencia española que definió la vocación olivícola del valle, legándonos su tradición olivícola. Se sufrió la emancipación y se aportó con Domingo Nieto a la lucha por la independencia. Ya en la República Ilo fue testigo de las campañas a puertos intermedios, la lucha contra la dictadura de Vivanco, el combate de Pacocha, la guerra del Pacífico.
En 1868 el maremoto destruyó al apacible puerto de San Gerónimo de Ilo y tuvo que ser reubicado en el lugar en el que se encuentra hoy, se le construyó el muelle y el ferrocarril hacia Moquegua. Surgió así una nueva ciudad que en el siglo XX sostuvo un fuerte comercio marítimo y hecho las bases comerciales e industriales que exhibe en la actualidad.
Ilo es una ciudad de todas las sangres, pues desde sus inicios fue un lugar de encuentro y de migración, fenómeno que no se ha detenido hasta la actualidad. Esto no ha sido sino un elemento adicional que movió el motor del desarrollo. En el siglo XX la migración producida por la actividad pesquera, minero metalúrgica y comercial fue definiendo la vocación de Ilo como polo de crecimiento y de oportunidades. Esto aporto nueva sangre, una nueva forma de entender el crecimiento de la ciudad, fuerza laboral, emprendimiento y ese impulso vital que necesitan todas las ciudades para crecer. Arequipeños, puneños, cuzqueños, tacneños y limeños, además de colectivos minoritarios, se juntaron con los ileños y moqueguanos y desde allí Ilo ya no fue el mismo. Hoy Ilo es, con orgullo hay que decirlo, una ciudad de todas las sangres y de diversas culturas.
Ilo empezó a convertirse en una ciudad modelo. En el 2012 la revista especializada Perú Económico publicó un estudio en el que ubicaba a Ilo luego de Lima, Arequipa y Trujillo como la cuarta ciudad con mejor calidad de vida: «Ilo ocupa el cuarto lugar en el ranking. La ciudad destaca por su desarrollo económico, en que obtiene 9.5 sobre 10. La economía del departamento se basa, en buena parte, en la minería, ya que genera el 16% del total de la producción de cobre del país; sin embargo, como demostración de que la actividad minera y la de medio ambiente pueden ir juntas, Ilo obtiene el máximo puntaje en el indicador de medio ambiente, a pesar de que en esa ciudad se encuentra un complejo metalúrgico para la fundición y el refinamiento del cobre.»
Ilo es también una ciudad con futuro. En los próximos años deben desarrollarse en Ilo diversos proyectos de importante significación económica con fuerte inversión privada. Pero, a la par, es necesario que se activen los mecanismos estatales que garanticen un futuro de oportunidades para todos. Muchos proyectos han quedado en el olvido por diferentes razones y tengo la impresión que perdimos en algún momento el tres del progreso. Generar nuevas oportunidades es la obligación no solo de sus gobernantes sino también de sus propios vecinos.
Hay mucho que solucionar, no cabe la menor duda. Nuevos espacios de expansión urbana, la inseguridad que empieza a crecer, el comercio ambulatorio que se está desbordando incluso en el centro de la ciudad, facilidades para nuevas inversiones, destugurización de espacios públicos como el mercado Pacocha, la reubicación de los depósitos de combustible, mejorar la calidad en la atención de la salud, etc. Esta es una tarea que debe desarrollarse a mediano plazo como un compromiso y una responsabilidad con el futuro inmediato.
Es cierto que Ilo no tuvo padrinos. Pero creo que eso nos hizo capaces de imaginar y construir la ciudad que hoy tenemos, con el esfuerzo de todos. Por eso celebrar 51 años lo hacemos con orgullo, porque en cada calle, en cada plaza, en cada avenida y en cada verada está plasmado el sueño de cada uno de nosotros.