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Enrique Meiggs: ¿el Odebrecht del siglo XIX? (parte I)

POR: EDUARDO JIMÉNEZ LAZO

Hay que reconocer el bien ganado prestigio del Colegio “Enrique Meiggs”, creado en 1983, por un grupo de padres que con el apoyo de la Southern Peru Copper Corporation se reunieron con la finalidad de crear un colegio que diese una educación de calidad superior a la que ofrecía el medio provincial, no podemos tampoco desconocer, –que en estos tiempos, en los cuales se debe librar una lucha sin cuartel contra la corrupción–, el nombre que enarbola no es adecuado a sabiendas de quien fue realmente Meiggs, por lo cual se debería estudiar la posibilidad de cambiar el mismo.

Enrique Meiggs, fue un empresario estadounidense, que después de quebrar en su país, huyó a Chile, donde cambió su nombre al de Manuel Enrique Torres de la Merced. Estando en el país sureño, en agosto de 1855, a pedido del gobernador de California, Estados Unidos solicitó la extradición de Meiggs al Gobierno chileno, que autorizó su captura para su devolución a Estados Unidos, pero el empresario no fue encontrado.

Posteriormente, en 1868, fue invitado a viajar al Perú por el Presidente Pedro Díez-Canseco que le hizo llegar una invitación para que se hiciera cargo de la construcción del Ferrocarril Mollendo-Arequipa. A partir de dicho contrato, y principalmente en el gobierno de José Balta (1868-1872), Meiggs se convirtió, como dice Jorge Basadre, en “El hombre de la situación, el verdadero poder en la vida política, social y económica de entonces” …logrando además una notable influencia social y económica muy similar, guardando distancias y tiempos, a la de un conocido corruptor de nuestros días: ¡Norberto Odebrecht!

Y lo que es peor: en el caso de Meiggs, tal y como lo señala el historiador Alfonso Quiroz, la corrupción que introdujo fue un factor fundamental para la bancarrota del Perú, dado que, al no poder pagar sus deudas, nuestra patria fue considerada como «país delincuente» por la prensa británica, potencia que azuzó la intervención de Chile para poder cobrar las deudas del Perú con capitalistas británicos.

De acuerdo con versiones de testigos de la época, Enrique Meiggs mantenía un libro secreto de sus cuentas privadas, al que Fernando Casós (1874, 91) denominó irónicamente su “libro de memorias o libro verde”. Éste incluía el registro pormenorizado de sobornos entregados a políticos, periodistas y personajes y funcionarios en distintos gobiernos, a cada uno de los cuales Meiggs asignó números del 1 al 96. En lista aparte, “don Enrique” asociaba dichos números con las iniciales de los receptores de los sobornos.

Así vemos que un tal “doctor JMQ” fue el político que recibió la mayor cantidad de sobornos: 1,145,000 soles de la época, que equivaldrían a casi 25 millones de dólares del día de hoy. (Tales iniciales corresponderían a José María Químper, principal aliado político del presidente Mariano Ignacio Prado, el cual según algunos sería antecesor directo de Alberto Quìmper Herrera, implicado en el escándalo de los petroaudios ocurrido durante el segundo gobierno de Alan García).

Asimismo, Meiggs se dedicó a firmar contratos con el gobierno del Perú para construir ferrocarriles con los fondos provenientes de la extracción del guano. Se estima que el monto de los contratos que el Estado suscribió con “Don Enrique” para el tendido de vías férreas ascendió a ciento sesenta millones de soles (más de 3,200 millones de dólares al día de hoy), la mayoría invertidos en negociados, como fue el ferrocarril Ilo-Moquegua que se terminó de construir en 1873 a un costo de 6,700,000 y apenas 10 años después, sin haber tenido mayor uso comercial, fue destruido por el ejército chileno antes de finalizar la ocupación, habiéndolo usado durante la guerra tan solo con fines militares, como el llegar a Moquegua desde Ilo, para cercar al ejército del sur que se retiraba de Tarapacá, venciéndonos en el Alto de la Alianza y Arica, donde se esperaba a Leiva y a los refuerzos arequipeños que nunca llegaron, a pesar de los ruegos de Bolognesi: “Apure Leiva, apure Leiva…”

Tal como lo señala César Vásquez Bazán en su blog: “Las prácticas de soborno a las que acudió Meiggs para viabilizar los negocios que se proponía realizar con el gobierno del Perú se encuentran ampliamente documentadas. Watt Stewart, su principal biógrafo, escribe: “no puede dudarse que Henry Meiggs recurriese al soborno para obtener sus fines. A través de ese medio manejó a los hombres que manejaban el Perú” (Stewart 1968, 47). Según Márquez (1888, 66), “Don Enrique” repartió sobornos por un valor mayor a diez millones de soles (más de 205 millones de dólares del día de hoy).

Con este dinero, Meiggs compró el patrocinio de sucesivos presidentes, amigos presidenciales, ministros, congresistas, jueces y dueños de periódicos. El propio “Don Enrique” describió el peculiar procedimiento que desarrolló para concertar en su favor las voluntades políticas peruanas. En conversación con William Clarke, comisionado especial del Comité Internacional de Tenedores de la Deuda y autor del informe Peru and Its Creditors, Meiggs confesó que la única manera de tratar con los sucesivos gobiernos peruanos era dejar que cada uno de ellos fijase libremente su precio. (Tal fue el descaro, que en agradecimiento a los importantes servicios prestados a la nación peruana y a las millonarias coimas pagadas a presidentes y políticos, éstos bautizaron con el nombre de Monte Meiggs a un pico de la sierra central de Lima, cercano a la línea de ferrocarril central tendida por “Don Enrique”).

Y como colocando la cereza, que corona la torta de la corrupción, tal como lo señala Vásquez: “el año 1877, el presidente Mariano Ignacio Prado participó en el negociado de los denominados “billetes Meiggs”, emitidos por la “Compañía de Obras Públicas y Fomento del Perú”, empresa de propiedad de Don Enrique.

El 3 de febrero de ese año se formalizó el contrato entre Meiggs y el gobierno del Perú, bajo cuya protección Don Enrique imprimió billetes circulares por valor de un millón treinta mil soles, a los que pronto se conoció como los billetes Meiggs. El problema de la emisión radicó en que estos billetes carecían de respaldo metálico.

Al ser rechazados por los bancos y principales casas comerciales de la capital, los billetes Meiggs generaron una seria crisis de confianza la cual, paradójicamente, fue aprovechada para aumentar la magnitud del negociado entre Prado y Meiggs.

El 11 de agosto de 1877, Meiggs propuso una segunda operación financiera la que fue formalizada seis días después.

El 17 de agosto de 1877, Prado firmó un decreto presidencial otorgando el sello fiscal a la emisión original de billetes efectuada por Meiggs (un millón treinta mil soles) y, además, autorizando la impresión adicional de 4,303,333 soles, lo que elevó la magnitud potencial de circulación de estos instrumentos hasta el monto de 5,333,333 soles.

El artículo séptimo del mencionado instrumento legal estableció que el gobierno peruano garantizaba la operación, haciéndose responsable del pago del total de los billetes emitidos por Meiggs. Con este fin, se selló al anverso y reverso de los billetes Meiggs con el texto “Emisión pagadera por el Gobierno 1877” (Stewart 1968, 325).

Se estima que, por conferir el respaldo gubernamental a los billetes de Meiggs, Mariano Ignacio Prado y sus amigos cobraron la suma de quinientos mil soles (más de diez millones de dólares del día de hoy). La legalización de los billetes Meiggs fue el último business para cuya realización Don Enrique coimeó a un presidente peruano. (Prado). Mes y medio después de la transacción, Henry Meiggs murió en la ciudad de Lima”.

Y aquí, para finalizar, cabe preguntarle al lector y a los directivos del I.E.P. “Enrique Meiggs”: ¿no creen que continuar denominando a su ejemplar institución educativa con dicho nombre no es una afrenta a la lucha contra la corrupción y persistir en aquella máxima de Manuel Gonzáles Prada, quien a la letra señaló “El Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota el pus.”?

Y si de nombres se trata, en procura de impulsar valores como la humildad, la generosidad, la honestidad, la paciencia y el desprendimiento, me atrevo a proponer que se denomine al igual que un plantel limeño, líder en la formación de ciudadanos ejemplares, denominado Nuestra Señora de Guadalupe.

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