¡Que viva la Inteligencia Artificial! (II)

“Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender” – Alvin Toffler

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ     

El pensamiento de Vargas Llosa es bastante controversial, pero no puedo negar que tiene toda la razón cuando expresa que hoy formamos parte de lo que él denomina la civilización del espectáculo: un mundo de entretenimiento en el que la diversión tiene la primacía, un mundo en el que se banaliza la cultura y en el que el periodismo difunde antes que información, chismes y escándalos de manera irresponsable, favoreciendo así a los politiqueros, y con ellos la multiplicación de las industrias de la diversión, tan necesarias para olvidar todo aquello que perturba y angustia, como por ejemplo la destrucción de los núcleos familiares y el surgimiento de nuevas tecnologías como la denominada Inteligencia Artificial, (IA), que muy pocos entienden y comprenden en su real dimensión.

Los que lleva en muchos casos a temer que a medida que la IA se vuelva más omnipresente, exista el riesgo de volverse dependientes de ella para tomar decisiones críticas, lo que podría llevar a la pérdida del control humano y aumentar la vulnerabilidad ante fallas técnicas o ciberataques, temor que es abonado por algunos expertos que advierten sobre el riesgo hipotético de una superinteligencia artificial que supere la capacidad humana y pueda actuar de manera impredecible o perjudicial para la humanidad si no se establecen salvaguardias adecuadas.

Posibilidad que particularmente no me preocupa considerando lo irracional que es el devenir colectivo a lo largo y ancho del planeta, –con algunas excepciones–, el cual muy bien podría tener otras características positivas conforme se desarrolle la IA, permitiendo automatizar tareas repetitivas y mejorar la eficiencia en diversos sectores, lo que podría liberar al ser humano de tareas sosas y peligrosas para que se dediquen a actividades más creativas, estratégicas y de mayor valor.

Asimismo, posibilitar avances científicos y médicos al analizar grandes cantidades de datos, acelerando el descubrimiento de medicamentos, mejorar el diagnóstico médico y contribuir al desarrollo de terapias personalizadas.

Además, la IA puede ayudar a perfeccionar la calidad de vida al brindar asistencia en el cuidado de la salud, la atención a personas mayores o con discapacidades, la gestión de recursos naturales y la optimización de servicios públicos, entre otros. No se aprobarían absurdos como la irrigación de las Lomas de Ilo y otros irracionales, corruptos y sobrevalorados proyectos, aparte de innovar y/o ayudar a descubrir herramientas y capacidades para abordar problemas complejos y realizar avances en áreas como la exploración de los recursos renovables y la protección ambiental, entre otras.

Si bien la IA tiene el potencial de automatizar y mejorar muchas tareas, también genera preocupaciones en relación con el impacto en el empleo humano. Algunos argumentan que la IA podría reemplazar a los trabajadores en ciertas tareas, lo que podría resultar en la pérdida de empleos en algunos sectores.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que la IA también puede tener un efecto positivo en el trabajo humano. En lugar de reemplazar por completo a los trabajadores, tiene el potencial de mejorar la eficiencia y la productividad en muchos sectores. Al automatizar tareas repetitivas y tediosas, los trabajadores pueden centrarse en actividades de mayor valor que requieren habilidades humanas únicas, como la creatividad, la empatía y el juicio ético.

En resumen, si bien la IA plantea desafíos y cambios en el mercado laboral, también ofrece oportunidades para mejorar la eficiencia y el crecimiento económico. La clave está en fomentar la colaboración entre la inteligencia artificial y el trabajo humano, aprovechando las fortalezas de cada uno para crear un futuro laboral equitativo y sostenible. Y para pensar también en brindar educación, educación y más educación de calidad, aparte de analizar la posibilidad de implementar el denominado Salario Básico Universal (SBU), que se basa en la premisa de que todos los ciudadanos deberían tener acceso a un nivel elemental de ingresos para cubrir sus necesidades fundamentales, como alimentación, vivienda y atención médica.

Al proporcionar un ingreso básico a todos, se buscaría brindar seguridad económica y se reduciría la dependencia de los programas de bienestar social tradicionales, evitando estallidos sociales.

Sin embargo, la implementación del SBU o el desarrollo de la IA son temas complejos que estarán sujetos a debates y consideraciones políticas, económicas y sociales a nivel mundial, sin que nuestras “sabias” autoridades se percaten de ello, pensando que de ocurrir algo todavía tardará muchos años en afectarnos, cuando ya la IA ya está aquí, de una u otra manera en nuestro entorno, sobre todo en el privado.

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